El papel del oído en el origen del
lenguaje
EcoticiasLas investigaciones que se han llevado a cabo hasta el momento para determinar en qué momento de nuestra historia evolutiva comenzamos a expresarnos oralmente se habían centrado en órganos como el cerebro o la garganta. Sin embargo, el Equipo de Investigación de Atapuerca (EIA) se dio cuenta de que los huesos del oído, algunos de los cuales se han hallado en la Sima de los Huesos, en Atapuerca, pueden aportarnos información clave para saber cuál de nuestros antepasados fue capaz de pronunciar las 'primeras palabras'. Uno de los componentes del EIA, Ignacio Martínez Mendizábal, profesor titular de Paleontología de la Universidad de Alcalá de Henares, participó hoy en Burgos en los «Diálogos de la evolución» donde expuso las últimas conclusiones a las que ha llegado la investigación sobre el origen del lenguaje en la que participa.Partimos de la premisa de lo complicado que resulta hurgar en este aspecto de nuestros orígenes ya que como indicó a DiCYT Ignacio Mendizábal «las palabras no fosilizan ni tampoco los tejidos blandos con los que se pronuncia la voz». Los estudios realizados hasta ahora se basaban por ejemplo en la superficie del cerebro, analizando los moldes endocraneales en los cráneos fósiles para averiguar si en ellos había algún área dedicada específicamente al lenguaje. No obstante, esta línea fracasó. Otra fue intentar reconstruir la garganta de los fósiles ya que la garganta humana está especializada en producir los sonidos del lenguaje, algo que nos diferencia de los chimpancés. Así, se estudiaron los huesos que están más próximos a la garganta pensando que se podría saber si hablaban o no, pero se obtuvieron resultados poco claros. En la Sima de los Huesos de Atapuerca se conservan todos los huesos de muchos individuos, incluidos los del oído medio que resultan fundamentales para «hacer algo que a nadie se le había ocurrido: reconstruir la audición en humanos fósiles», explicó el investigador. La audición en los humanos también está especializada en los sonidos del lenguaje y por eso no oímos exactamente igual que los chimpancés sino que tenemos un poquito más de sensibilidad en aquellas frecuencias en las que suena la voz humana. La pregunta, según Ignacio M. Mendizábal, «era saber cómo eran los fósiles que resultaron ser como los humanos modernos, esto es, como nosotros». Pero vayamos por partes. ¿Y cómo se reconstruye la audición? «Parece un milagro, ¿verdad?», apunta Mendizábal. La ventaja en esta misión viene dada porque el órgano de la audición está dentro de un hueso y las cavidades del oído se conservan dentro de él. Los fósiles hallados en Atapuerca, que presentan un buen estado de conservación, se pueden reconstruir con técnicas radiológicas, como la TAC (Tomografía Axial Computada), aplicándoles después el tratamiento digital adecuado. Después, se utilizan modelos matemáticos elaborados por ingenieros de Telecomunicaciones de tal manera que con las variables anatómicas adecuadas podemos saber exactamente cómo resuenan las cavidades, cómo oímos y qué frecuencias percibimos mejor. «Es un problema de Física al final», señaló el paleontólogo. El siguiente paso es establecer la conexión entre el cómo oímos y cómo conseguimos hablar y la respuesta la seguimos encontrando en la Sima de los Huesos. Se trata de comparar las audiciones de los individuos cuyos huesos fueron encontrados en Atapuerca y determinar a qué forma de oír se parecen más: si al modelo primitivo que serían los chimpancés, o al modelo evolucionado, al de los humanos, porque está adaptado a un modelo de comunicación muy rápido y eficiente que es el lenguaje hablado. Nuestra audición es diferente a la de otras especies y Mendizábal lo explica basándose en el concepto de ancho de banda. Sabemos que los ordenadores cuando se comunican con la red o entre ellos hay un parámetro físico que se denomina ancho de banda: cuanto mayor es, más deprisa va la comunicación. «Eso ocurre en cualquier sistema de comunicación, también el oral», afirma el investigador. En el caso de la audición, el ancho de banda viene determinado por la sensibilidad del oído a las diferentes frecuencias y se puede medir. El ancho de banda del oído humano es mayor que el del chimpancé, es decir, «el oído humano está adaptado para dejar pasar a mayor velocidad información compleja porque está adaptado al lenguaje», subrayó Mendizábal. Revolucionarias conclusiones La investigación en la que ahora está inmerso el equipo de Atapuerca ha permitido concluir que los hombres que habitaron en la Sima de los Huesos podían hablar y «como todo lo que se puede estudiar en la Sima de los Huesos resulta ser igual que en la humanidad, esto nos da una interesante conclusión» anuncia el paleontólogo. Los humanos actuales no procedemos, por evolución, de la especie que vivió en la Sima de los Huesos y que fue el Homo Heidelbergensis cuya antigüedad es de 500.000 años y que dio lugar a los Neandertales. Por tanto, si los antepasados de los Neandertales y nuestra especie comparten los mismos caracteres es porque los han heredado de un antepasado más antiguo. ¿Cuál? Pues nuestro último antepasado común: el Homo Antecesor, que habitó estas tierras hace 1,2 millones de años. «Es muy posible, aunque aún no lo podemos comprobar porque todavía no han aparecido huesos del oído del Homo Antecesor, aunque seguro que aparecerán en la Gran Dolina», vaticina Mendizábal «que el origen del lenguaje humano tenga como mínimo un millón de años». Datos como éste revolucionan teorías anteriores porque, según apunta Mendizábal, lo que se pensaba antes era justo lo contrario: que la única especie que tenía la capacidad de hablar era la nuestra y que era algo que había aparecido muy tarde en la evolución humana. El equipo está prolongando la investigación para intentar llegar hasta fósiles más antiguos y así rastrear el origen más remoto de la comunicación oral en el linaje humano. «Pensamos que como mínimo fue hace un millón de años, pero estamos con fósiles más antiguos para establecer con exactitud cuándo ocurrió», sentenció Mendizábal.