El vocabulario de las ferias medievales
Etimológicamente, feria procede del latín feria, es decir, solemnidad, fiesta. También se ha propuesto como antecedente el término forum, que remite igualmente a solemnidad o peregrinación. El concepto de feria unido al significado de la fiesta por la fiesta, de carácter exclusivamente lúdico, es algo muy contemporáneo que no existía en otros tiempos.
El Foro en Roma era la plaza del mercado y el centro de los negocios, allá donde la gente se reunía los días de mercado, de fiesta religiosa, o siempre que ocurriese algún hecho de relevancia social. Por ello, los mercados, entendidos como el lugar físico donde intercambiar bienes, existen desde que el comercio es una actividad humana.
El concepto de feria, así como los elementos que la componen, han evolucionado a lo largo de la historia. Las ferias, con sus tenderetes móviles, sus mercancías variadas y sofisticadas y sus espectáculos se han reducido en determinadas épocas a un medio de acercar a distintos pueblos las mercancías que no estaban a su alcance.
Durante la Edad Media, las ferias se convirtieron en lugares de reunión de gentes de todos los países que acudían en caravanas. Esto fue debido a que las comunicaciones entre pueblos eran difíciles y peligrosas, y las ciudades en las cuales se podían encontrar artículos de lujo o de primera necesidad eran escasas y estaban muy alejadas entre sí.
Por ello, las ferias adquirieron un marcado sentido de aprovisionamiento y fueron cada vez expandiéndose y floreciendo, pues eran el único lugar donde adquirir artículos de países lejanos u otros artículos de primera necesidad que escaseaban en los alrededores. Estos eventos eran conocidos y esperados por toda la población y permitidos y vigilados por el poder político, que incluso aprovechaba la ocasión para recaudar impuestos en las mismas.
Una feria podía durar un mes o más y su organización estaba regulada al detalle. Una vez montadas las casetas, se dedicaban unos días a la transacción de los paños. Otros, al cordobán – piel curtida de cabra que toma su nombre de la ciudad de Córdoba, de donde eran los más afamados – y al guadamecí – cuero adobado y adornado con dibujos de pintura o relieve, hecho con piel de vaca y procedente de la ciudad libia de Gadames -. El resto de las jornadas se dedicaban a la venta de otros tipos de artículos y los últimos días a hacer el balance final.
Hay noticias sobre ferias celebradas en Francia en el siglo V, y doscientos años más tarde, en los alrededores de París, se celebraba la más concurrida en la Abadía de Saint Denis. Allí se surtía de vino y la miel a las ciudades del norte que por razones climáticas carecían de estos productos.
En el siglo XII son muy afamadas las grandes ferias de Saint Ives, Winchester, Northamptom, Boston y Champaña. En todas ellas, los mercaderes italianos comercian con productos adquiridos en los países del mediterráneo y a su vez compran productos de la Europa del Norte, como paños y lana que eran muy apreciados en las ciudades del sur. Sobre estas ferias se basa el comercio internacional del Medioevo y permiten la profesionalización del comercio y las finanzas (aparecen el crédito y la compensación, así como el intercambio en función del metal de acuñación de las monedas o las tarjas, una media caña con muescas que permitía registrar las deudas).
En España tenemos un ejemplo muy arquetípico en la Feria de Medina del Campo, donde en 1491 los Reyes Católicos le otorgaron la consideración de Feria General del Reino, debido a su excepcional ubicación. Esta feria era el punto natural de reunión de los mercaderes itinerantes que venían a comprar y vender, pues era un cruce de caminos procedentes de Burgos, Toledo y Portugal.
El crecimiento de la economía de Castellana, en el curso del siglo XV, contribuyó excepcionalmente a potenciar las ferias medinenses, que con una frecuencia bianual alcanzaron una duración de hasta 50 días. En esta feria se exponían vinos, aceites, condimentos, perlas, telas, brocados… pero si Medina del Campo destacaba en algo, incluso a nivel internacional, era en la contratación de lanas.
Fuentes:
CUÉLLAR, M.C. y PARRA, C. (2001). Las ferias medievales, origen de documentos de comercio (pp.103-117). En, Ecrire, traduire et représenter la fête, E. Real, D. Jiménez, D. Pujante y A. Cortijo (Eds.). Vàlencia: Universitat de Vàlencia.
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