En tu inconsciente puede estar merodeando una lengua extranjera
Los patrones fonéticos de la primera infancia pueden sobrevivir en el cerebro
¿De qué manera tus experiencias como bebé modelaron tu mente? Un investigador canadiense descubrió la respuesta estudiando el cerebro de niños canadienses que habían sido adoptados en China, cuando eran bebés.
Estos chicos habían oído chino durante sus primeros meses o hasta dos años de vida, pero dejaron ese país antes de aprender a hablar. "Queríamos investigar si esos niños habían retenido patrones neurocognitivos del chino, aunque habían dejado de oírlo entre los primeros seis y veinticuatro meses de vida", explicó Fred Genesee, profesor emérito de la McGill University de Montreal.
El estudio, publicado en Proceedings of the National Academy of Scientists, sugiere que el hecho de haber oído mandarín dejó una impronta en los cerebros de estos niños que pudo ser detectada después de transcurridos diez años o más, pese a que no habían vuelto a oír esa lengua y no entendieran una palabra de ella.
Genesee estudió tres diferentes grupos de chicos de entre nueve y quince años. El primer grupo estaba formado por niños que habían nacido en China, pero fueron adoptados y desarrollaron el francés como lengua nativa tras mudarse a Canadá. El segundo grupo estaba compuesto por chicos francófonos nacidos en Canadá, que nunca habían oído mandarín.
La clave para la investigación, según Genesee, fue el tercer grupo: muchachos que nacieron en China y crecieron hablando mandarín, pero luego aprendieron el francés como segunda lengua a la misma edad que los chicos adoptados aprendían francés.
Los cerebros de los muchachos fueron estudiados mediante un escaneo imágenes por resonancia magnética funcional (fMRI) para ver la actividad de su corteza. Se les hicieron oír palabras que sonaban como chino, pero algunas de ellas no lo eran. Estas palabras se les presentaron en pares, algunos idénticos y otros que diferían ligeramente en tono.
A diferencia de las lenguas europeas, el tono es muy importante en chino. Por ejemplo, la palabra ma puede tener una entonación ascendente o cadente. La diferencia tonal será la que determine si el hablante de chino quiere decir "suegra" o "caballo".
Los tres grupos aprendieron rápidamente a distinguir los pares de sonidos, ya fueran iguales o diferentes, narra Genesee, pero la actividad cerebral de los niños no fue igual al procesar la información sonora recibida.
El escaneo mostró que los chicos que habían aprendido chino como lengua materna y crecieron en Canadá usaban el hemisferio izquierdo de sus cerebros para procesar los sonidos. El hemisferio izquierdo es el que más comunmente se utiliza para organizar el lenguaje, de modo que hasta aquí no había sorpresas. Lo mismo ocurrió con los adoptados, aunque hacía una década o más que no habían oído chino.
Lo sorprendente fue que los chicos que jamás habían oído chino mostraban patrones cerebrales diferentes, puesto que procesaban los sonidos usando el hemisferio derecho de sus cerebros, una región que procesa los sonidos que no pertenecen al lenguaje humano.
En otras palabras, los muchachos que habían tenido una exposición al mandarín —aunque no lo hubieran hablado nunca— eran capaces de distinguir las diferencias tonales “como procesos de lenguaje que ocurrían en sus cerebros, y por eso reconocieron los sonidos del mandarín como formas de una lengua humana, mientras que los demás chicos los oyeron como simples sonidos', explicó Genesee.
Los cerebros infantiles son reconocedores de patrones, explicó el investigador. Aun antes de nacer, ya estamos reconociendo patrones de sonido.
Genesee cree que sería interesante investigar si existe el mismo efecto de aprendizaje para otras cosas además del reconocimiento de lenguaje, como sabores o emociones. El problema, observa, es que es realmente muy difícil encontrar peripecias que solo tenemos cuando somos bebés y no las volvemos a experimentar como adultos.