Francisco Javier Pérez: “Hay que dudar de la lengua”
La riqueza del español, escribieron Jorge Luis Borges y José Clemente, es el otro nombre eufemístico de su muerte. Abre el patán y el que no es patán nuestro diccionario y se queda maravillado frente al sin fin de voces que están en él y que no están en ninguna boca”. Así, el lanzamiento del Diccionario esencial de la lengua española viene a contrarrestar esa “mala fama” de la academia, que ahora sí acepta palabras en uso de regiones allende España, según nos indica Francisco Javier Pérez, lexicógrafo y el miembro más joven de la Academia Venezolana de la Lengua.
Academia flexible
Asegura Pérez que la Real Academia Española de la Lengua se ha sintonizado, en la última década, con el trabajo que se realiza en la Asociación de Academias que agrupa a los países hispanohablantes. Tanto el Diccionario esencial de la lengua española, como el panhispánico de dudas o la gramática de más 1000 páginas próxima a publicarse incluyen y responden al habla actual y no sólo al archivo de palabras embalsamadas y desfasadas. Expresiones de uso común (“pana”, “chévere”) se sancionan y quedan, definitivamente, dentro del Diccionario de la Real Academia Española.
¿Qué se busca con la creación y difusión de diccionarios?
- Éste refleja un estado general de la realidad. Los diccionarios son menos ingenuos de lo que solemos creer, son obras cargadas de ideologías que intentan influir culturalmente. El diccionario es visto por el usuario como una herramienta para resolver una duda y obviamente cumple esa tarea, pero también muestra una imagen, una utopía.
-¿Cómo se diseña y construye un diccionario?
- Se hace siguiendo dos procesos muy definidos: la recolección y la redacción. Se recolectan voces a partir de textos impresos y orales de todo tipo. Así se reúne el corpus de recolección, que abarca lo fundamental en lo etno-lingüístico y socio-lingüístico. La redacción pretende depurar y confirmar ese corpus para producir una definición y un conjunto de marcas metalingüísticas que hagan posible que cuando tú la leas puedas conocer de que te están hablando. Por ejemplo, “arepa” es una de las palabras peor definida en los diccionarios generales del español de América, la academia ha tratado de enmendar esto y han generalizado su acepción (“especie de pan”), por lo mismo que hay muchos modos de hacerla.
- En general, ¿cómo habla el venezolano, que tanto avanza el castellano aquí?
- En Venezuela hablamos como en cualquier otro país de Hispanoamérica, un español vivo y expresivo, que está cargado de delicias. Algo que siempre digo es que el que mejor habla una lengua son los campesinos, porque no están contaminados, hablan de su realidad y la saben expresar, no usan palabras rebuscadas. Nosotros hablamos un español magnífico, dinámico, productivo.
- ¿Qué hacer para corregir el mal uso del lenguaje en las universidades, tanto por estudiantes como por sus profesores?
- La idea que hay que sembrar es que hablar bien dignifica y permite manejar un instrumento de conocimiento extraordinario que es la lengua. La lengua nos retrata, retrata nuestra educación, nuestra inteligencia y también nuestras carencias. La lengua no es mecánica, se ha mecanizado, es un organismo vivo y cambiante, que va haciéndose. La ortografía es igualmente cambiante, está de acuerdo con la verdad de la lengua y nunca en contra de ella. Hay que tomar conciencia con respecto a la forma como empleamos nuestra lengua y buscar ayuda en manuales de estilo o la propia literatura. Hay que hacer grandes esfuerzos para que los estudiantes no repudien la lengua. La gramática como es enseñada en los colegios es algo detestable.
- ¿Hay que leer más?
- La lectura es un hecho personal, y algo que repudio de la universidad es el control de la lectura, la lectura es algo que no se obliga, esto lo que produce es el repudio por la lectura.
- ¿Que estrategias se pueden utilizar para incrementar nuestro vocabulario?
- El diccionario es uno de los instrumentos más extraordinarios para conocer la lengua, porque sirve no solo para resolver dudas sino que también puede leerse, no en forma corrida sino que una palabra nos conecta a otra y así, poco a poco, un campo conceptual nos puede llevar a otro. Dudar de nuestra lengua ayuda mucho, cómo se escribe una palabra para resolver una ortografía o conocer otros aspectos importantes que la rodean. El diccionario es utilizado como un instrumento de castigo y no se le da la verdadera acepción que tiene, un gran compañero. Samuel Johnson decía que “el diccionario no quiere nunca que lo aplaudan sino salir librado de la censura”.
- Escribiste el libro Sordera, estruendo, sonido en el cual te detienes en la obra de Julio Calcaño, Julio Salas y Ángel Rosenblat, ¿Qué aporta la obra de cada uno ellos al estudio del castellano en Venezuela?
- Julio Calcaño es el primer autor venezolano que toma conciencia plena de que nuestro español tiene particularidades independientes. Él esta muy influido por la corriente lingüística más importante de Hispanoamérica de aquel momento que era el purismo lingüístico. Lo que significa que él entendía que existían peculiaridades en el español de Venezuela, pero las cuestionaba, él mismo critica los modos de hablar nuestros como de gente maleducada, de bajo estrato social y despreciaba las voces de las clases bajas caraqueñas, que eran empleadas por los cocineras y lavanderas. Julio Cesar Salas pertenece a una generación posterior a la de Calcaño y lo cuestiona por su incomprensión de que las voces venezolanas tienen origen en lenguas indígenas nuestras. Salas, que es un etnógrafo de la lengua, titula su texto Hablamos indio, lo que me parece muy lindo porque las lenguas indígenas son tan dignas como cualquier otra. Este autor elabora un gran diccionario comparado entre las lenguas indígenas de nuestro continente, pero no logra publicarlo en vida y esa una de las tareas que tenemos hoy en día. Finalmente, Rosenblat es un lingüística moderno que plantea una suerte de equilibrio entre las dos situaciones anteriores, es visto como un “anticalcaño” por parte de Picón Salas quien lo llama el explorador de la lengua, y para éste Rosenblat es un sonido armonioso para la lengua de Venezuela. Estos han sido tres momentos muy importantes de hacer lingüística en Venezuela.
(*): Francisco Javier Pérez es profesor asociado de la UCAB en la cátedra Teoría Literaria. Recibió el Premio de Ensayo Julio César Salas (1998) y es el miembro más joven de Academia Venezolana de la Lengua. Obras: Historia de la lingüística en Venezuela (1988), Diccionario del habla actual de Venezuela (1994), Estudios de lexicografía venezolana (1997), Diccionarios, poliglotismo y lenguas indígenas en Julio C. Salas (1999).