Frida Kahlo lleva su fuerza y dolor a la escritura
Madrid, 12 sep (EFE).- La fuerza y la vivacidad creadora que Frida Kahlo llevó a sus lienzos también la trasladó a la escritura y así se puede apreciar ahora, cincuenta años después de su muerte, con la publicación de su correspondencia."Ahí les dejo mi retrato" es el título del libro que recoge esta correspondencia y que acaba de llegar a las librerías, con prólogo de la escritora y editora Ana María Moix, quien reconoció a EFE que "si Frida hubiera querido habría sido, además de pintora, una excelente escritora".Así, esta pintora que se ha convertido en un símbolo del feminismo y en una leyenda mexicana, cuyos cuadros cuelgan en los mejores museos del mundo, reaparece "a corazón y verbo abierto" en las cientos de cartas y notas reunidas por Raquel Tibol.Unos textos que conforman una auténtica biografía de Frida Kahlo (1907-1954), escrita en primera persona, a través de unas cartas tejidas entre 1921, cuando una barra de hierro lE atravesó la pelvis en un accidente que sufrió en un tranvía y la enclaustró en un corsé de yeso, a veces de hierro, de por vida, hasta poco antes de morir.Cartas y poemas escritos a su familia, a los amigos; a sus amantes, mujeres y hombres, a su gran y "tortuoso amor", el pintor Diego Rivera, a su médico norteamericano Leo Eloesser, al que cariñosamente llamaba "queridísimo doctorcito", y quien la atendió cuando viajó a San Francisco en 1930, o las dirigidas a los surrealistas franceses, que la adoraban como queda patente en el libro.En estas cartas habla de sus problemas económicos, de sus viajes, de arte, de su frustración por no haber podido tener un hijo con Diego Rivera: "Tenía yo tanta ilusión de tener un Dieguito chiquito que lloré mucho, pero ya que pasó no hay más remedio que aguantarme", escribe a su médico.Pero el grueso de la correspondencia lo ocupa su enfermedad, el dolor, como recalca Ana María Moix: "Escribe con una fuerza tremenda, con un gran sentido del humor, juega con las palabras y con el lenguaje, pero el dolor circunda todo", dice.Y es que así ocurre desde que Kahlo empieza a pintar en la cama, frente a un espejo donde se reflejaba todo su cuerpo. "Por eso -matiza Moix-, ella siempre se veía en el espejo y era el tema de su pintura, de ahí tantos autorretratos marcados por el dolor, por su cuerpo torturado. Y esa misma fuerza y sinceridad que existía en su pintura está también en sus cartas".En "Ahí les dejo mi retrato" se puede comprobar, además, cómo los surrealistas franceses cayeron rendidos ante su figura, incluso Bretón fue a visitarla a México porque la consideraban una gran surrealista, "por aquella mezcla de motivos de flores y elementos mexicanos cargados de símbolos, pero ella les decía que más que surrealismo, lo que contenían sus cuadros era su propia experiencia", subraya Moix.Algunas de estas cartas, veinticuatro en concreto y las dirigidas a su médico, se pueden ver también desde finales de agosto en una muestra en México capital, bajo el título "Leo Eloesser: la medicina y el dolor en la obra de Frida Kahlo".