Ha sido sin querer, el arte de eludir la culpa
Es muy habitual encontrarse con personas que tratan de eludir responsabilidades
El lenguaje influye en el pensamiento. Lo saben las personas que miden sus palabras para explicarse y transmitir las ideas que desean. También lo saben en el mundo del marketing y en el de la política. Además, lo sabemos todos ―con sus diferencias individuales, por supuesto; hay mayores y menores especialistas― porque nos entrenamos en un arte desde que somos pequeños, el de eludir la culpa.
Ya sea para librarse de un castigo o para dormir bien por las noches, el lenguaje es la panacea perfecta para ello. La intencionalidad y la responsabilidad cambian en la mente del espectador en función de cómo se presenten dentro de un mensaje verbal. ¿No te lo crees? Vamos a comprobarlo.
¿Influyen los recursos lingüísticos en el pensamiento?
La respuesta es que sí. El lenguaje es, a todas luces, maleable, versátil y muy complejo. Es un reflejo del pensamiento del interlocutor, donde factores como la capacidad de entendimiento y la habilidad lingüística influyen a la hora de generar una imagen mental común. Aunque al llevarlo al plano consciente puede no parecer así, lo cierto es que todo el mundo conoce y emplea esta influencia de una u otra forma.
La primera persona en intentar estudiar de manera científica cómo el lenguaje modifica el pensamiento fue Benjamin Whorf. Este autor afirmaba que la gramática y el léxico de un idioma determinan la percepción del mundo. Un hecho que, a su vez, dotaba a cada comunidad lingüística de un comportamiento y una cognición comunes y específicos para su lengua.
Un ejemplo
Para que comprendas cómo ideas abstractas e inconscientes están ligadas al lenguaje, aquí tienes el experimento realizado entre hablantes de español y alemán para estudiar el efecto del género de las palabras en el pensamiento. En él, los sujetos tenían que nombrar adjetivos al presentárseles una palabra.
Así, podemos tomar de referencia la palabra llave, que es masculina en alemán y femenina en español. Pues bien, los alemanes describían una llave con palabras como “dura”, “pesada” y “útil”, mientras que los españoles usaban términos como “dorada”, “pequeña” y “adorable”.
Por tanto, se concluyó que el género de las palabras influía a la hora de calificar a un objeto, puesto que se trasladan las ideas inconscientes sobre géneros a través del lenguaje.
¿Cómo afecta el lenguaje a la hora de eludir la culpa?
La culpa, así como la responsabilidad, giran en torno a un eje abstracto: la causalidad. Es decir, los propios actos producen consecuencias, y se entiende que estos son conscientes e intencionados. Por tanto, cuando las consecuencias son negativas, la culpa acude a la mente para señalar que se ha cometido un error y la responsabilidad dicta que se debe tomar una acción para resolverlo.
Pero, ¿qué ocurre cuando no se desean las consecuencias o no se quiere reparar el daño? Ahí es donde entra en juego la habilidad para eludir la culpa a través del lenguaje. Teniendo en cuenta los elementos mencionados, existen tres estrategias básicas para ello:
- Desligar las consecuencias de los actos: es decir, no hay causalidad entre la acción y la consecuencia. Un ejemplo de ello es la luz de gas: “si te enfadas cuando te hablo mal, es porque eres una exagerada”.
- “Ha sido sin querer”: los actos han propiciado el resultado negativo, pero no había intencionalidad en ello y, por tanto, tampoco un deseo de hacer el mal.
- Indicar que no era posible prever las consecuencias negativas: de esta forma se elude la idea de que se conocía el resultado de los propios actos. “¿Cómo iba a saber que si me iba de fiesta el domingo no rendiría bien el lunes en el trabajo?”.
Todo ello lleva a evitar las consecuencias y responsabilidad sobre los errores, tanto en el plano social como en el personal.
¿Influye el idioma en el manejo de la causalidad?
De nuevo, la respuesta es afirmativa. La gramática, semántica y sintaxis también tienen una influencia sobre el pensamiento, lo que puede aplicarse a la hora de eludir la culpa a través de mensajes verbales. Veamos, por ejemplo, la diferencia entre el inglés y el español a la hora de designar los autores de un hecho.
Imagina que alguien se choca con su amigo y este deja caer el vaso de agua que tiene en la mano debido al empujón. En inglés se diría “you dropped the glass” (has tirado el vaso), mientras que en español podría expresarse como “se te ha caído el vaso”.
En ambos casos, la causa evidente de que el vaso caiga al suelo es el empujón, pero solo en español existe una forma de expresarlo de forma pasiva. En inglés podría aludirse a la responsabilidad del empujón o situar el agente causal en la casualidad, pero siempre hay que señalar un “culpable”.
Por tanto, nunca desestimes el poder de las palabras. Ya sea para eludir la culpa o para ganar unas elecciones, no se debe olvidar que el lenguaje es la herramienta más compleja que tenemos y que configura el mundo interior de cada persona. Utilicémoslo con justicia.