'Inquisición lingüistica', llama Rusia a la pérdida de su 'soft power' en la esfera soviética
Imagen anti-Putin frente a la embajada de Rusia en Riga, la capital de Letonia, en enero de 2023. (EFE/Toms Kalnins)
La imagen de una mujer haciendo ondear una bandera de la Unión Europea frente a un cañón de agua ha sido la manera en la que Georgia dijo al mundo que quieren acabar con las leyes que recuerden los tiempos en que estaban bajo el yugo de la Unión Soviética. En Estonia, la eliminación de los monumentos de la Segunda Guerra Mundial de sus calles fue una medida simbólica para dejar atrás su pasado como país satélite de Rusia. Y en Moldavia, los planes del Kremlin para tumbar el gobierno proeuropeo de Maia Sandu ha sido una señal de alerta para demostrar que Vladímir Putin está dispuesto a hacer todo lo posible para no perder su influencia en la región.
Desde que empezó la guerra de Ucrania, los estados postsoviéticos han condenado la "operación especial" del presidente ruso y han tomado cada vez más medidas para aumentar las alianzas con países occidentales. Gobiernos como el de Letonia han ido más allá con la aprobación de una ley que afecta directamente a la minoría rusohablante y que ha sido utilizada por el Kremlin para poner la "rusofobia" en el centro de su discurso.
A partir de 2025, el letón se convierte en el único idioma utilizado en las escuelas y el ruso pasa a un segundo plano. La ONU afirmó que esta ley es discriminatoria para la comunidad rusohablante del país y que el gobierno de Letonia tiene la obligación, según el derecho internacional y los instrumentos regionales, "de proteger y defender los derechos lingüísticos de las comunidades minoritarias del país, sin discriminación".
Letonia se defendió afirmando que, a pesar de que ya no será posible un plan de estudios bilingüe en el país, los alumnos tendrán derecho a estudiar los idiomas minoritarios. Sin embargo, la ley fue uno de los ejemplos más recientes para que Rusia condenara los intentos de los países por acabar con la cultura rusa. "Lo que está sucediendo es una verdadera inquisición lingüística", dijo Vassily Nebenzia, embajador de Rusia ante la ONU.
¿Qué pasa con la parte 'rusa' de Letonia?
Además de la nueva ley de educación, el Gobierno de Letonia ha tomado otras medidas como vetar los canales de televisión rusos en el país y prohibir el uso del ruso en espacios públicos como estaciones de trenes. Algunos analistas apuntan a que estas iniciativas pueden ser contraproducentes en un país en el que el 36% de la población habla ruso, y una cuarta parte se identifica de esta etnia. Muchos de ellos, alertan, han consumido propaganda rusa en los últimos meses y las medidas del gobierno pueden provocar divisiones sociales.
"Muchos rusohablantes tienen ansiedad por la guerra y las medidas que ha tomado Letonia. Lo hemos visto en redes sociales, pero también por los actos contra los símbolos ucranianos", afirma Māris Andžāns, director del Centro de Estudios Geopolíticos de Riga, a El Confidencial. "Los automóviles con matrículas ucranianas han sido destrozados y las personas con banderas ucranianas han sido amenazadas y atacadas".
No obstante, el analista afirma que leyes como la que acabará con la educación bilingüe tendrá un efecto positivo a largo plazo porque ayudará a frenar la segregación en las escuelas y a detener la herramienta del lenguaje como arma de propaganda del Kremlin. Las preocupaciones de una parte de la población que se identifica de la etnia rusa se contrapone, por otro lado, con el apoyo de una mayoría de la población a las iniciativas políticas del Gobierno letón. "Por eso el primer ministro y su partido fueron reelegidos en octubre, y también la coalición se ha mantenido en el mismo rumbo. Además, para muchos rusohablantes las nuevas medidas no son un problema, ya que hablan letón perfectamente y son parte integral de la sociedad", añadió Andžāns.
El distanciamiento de las antiguas repúblicas soviéticas y Rusia llegó al ámbito diplomático después de que el Ministerio de Relaciones Exteriores del Kremlin pidió al embajador de Estonia que abandonara el país en febrero por la "rusofobia" del Gobierno y la reducción de los funcionarios de Tallín en la embajada rusa desde el inicio de la invasión a Ucrania. "El liderazgo estonio ha estado destruyendo deliberadamente todo el conjunto de relaciones con Rusia en los últimos años", dijo el ministerio ruso en un comunicado.
El ministro de Relaciones Exteriores de Letonia, Edgars Rinkēvičs, anunció más tarde que su país seguiría los pasos de Estonia y también reduciría el nivel de las relaciones diplomáticas con el Kremlin.
Las calles 'limpias' de símbolos soviéticos
Estonia ha sido uno de los primeros países de la antigua esfera soviética en eliminar de sus calles los monumentos construidos en tiempos de la URSS. La primera ministra, Kaja Kallas, los denominó "símbolos de represión y de ocupación" que se habían convertido en fuentes de tensiones sociales desde el inicio de la guerra de Ucrania. En Narva, una ciudad fronteriza en la que el 94% de la población se considera étnicamente rusa, se retiró el tanque Soviet T-34, lo que fue interpretado como una declaración de intenciones de Kallas para desvincularse del pasado soviético del país.
"Los países bálticos, pero también otros como Polonia quieren cambiar la memoria política y el rol de Rusia. Ya no lo presentan como un país amigo y líder en la región como en la época de la URSS, sino como un ocupante. Retirar las estatuas y memoriales de la Segunda Guerra Mundial ha sido clave en esto y Estonia ya lo lleva haciendo desde los 2000, con una respuesta muy dura de Rusia que provocó hasta un incidente diplomático", explica Ian Garner, experto en propaganda de guerra y autor de Generación Z: en el corazón de la juventud fascista rusa, a El Confidencial.
Mientras que Polonia ha tomado medidas parecidas a las de Estonia, otros países, como Kazajistán, aprobaron medidas más parecidas a las de Letonia con el cambio oficial del alfabeto cirílico al latino. "El objetivo de estos países es reeducar a la población sobre la historia nacional que fue eliminada por la URSS y que ahora Rusia está intentando vender otra vez a través de películas con propaganda, libros, programas de televisión y música", añade el analista.
En general, al igual que en Letonia, la respuesta a estas iniciativas ha tenido una buena acogida entre la población, sobre todo a medida que iba avanzando la guerra en Ucrania. "Si el objetivo de Putin era recuperar el control de los países que formaban parte del imperio soviético, no lo ha conseguido, y para muchas generaciones será imposible que se sientan influenciados por las medidas de soft power ruso como en el pasado", sostiene Ian Garner a este periódico.
El gobierno de Ucrania también formó parte de los países de la antigua esfera soviética que buscaron reducir la influencia rusa, pero la invasión aceleró las iniciativas en este sentido. La Rada Suprema del país adoptó esta semana una ley que prohíbe cualquier forma de apología del imperialismo ruso, así como la utilización de símbolos o la asignación de denominaciones geográficas que exalten el dominio de Moscú sobre el país. El texto prohíbe los nombres que glorifiquen acontecimientos o personalidades históricas asociadas al imperialismo ruso en sus diversas etapas históricas.
Asimismo, la Iglesia católica ucraniana anunció el año pasado que adoptará un nuevo calendario en el que la Navidad se celebrará el 25 de diciembre en lugar del 7 de enero, en un esfuerzo de las instituciones ucranianas por romper los vínculos culturales con Rusia.
La conspiración que Rusia nunca frenará
Rusia no se está quedando de brazos cruzados frente a estas iniciativas y está llevando a cabo las suyas propias para seguir ejerciendo influencia. "Está enviando a influencers y bloggers jóvenes a diferentes países para que graben vídeos que provoquen a la gente, por ejemplo, enseñando cómo una persona se niega a hablar ruso con un rusohablante", alerta Garner.
El experto en propaganda rusa sostiene que esta medida no está dando el resultado que el Kremlin espera porque mucha gente que habla rusa se sigue sintiendo unida a la sociedad en la que vive y no se identifica con las políticas de Rusia. "No hemos visto señales en el sentido contrario", explica Garner. No obstante, "el estado ruso no parará y seguirá intentando interferir a través de redes sociales, fake news, campañas de desinformación y hasta deepfakes para crear vídeos falsos. Utilizarán argumentos como que están intentando destruir el idioma ruso y aunque no sea verdad, será un problema divisorio".
Moldavia ha vivido en primera persona los esfuerzos del Kremlin por seguir teniendo poder político en las repúblicas exsoviéticas. El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, afirmó en febrero ante los líderes de la UE que había interceptado un plan para destruir el Gobierno proeuropeo de la Moldavia. "El documento muestra quién, cómo y cuándo va a romper la democracia de Moldavia y a establecer el control sobre el país", sostuvo.
La presidenta de Moldavia, Maia Sandu, recibió los detalles de este complot, pero no quiso hacerlos públicos. Lo único que dijo al respecto es que Rusia estaba utilizando "saboteadores" disfrazados de civiles para fomentar los disturbios en el país en medio de un periodo de inestabilidad por la inflación y la crisis energética. "El propósito de estas acciones es derrocar el orden constitucional, cambiar el poder legítimo de Chisináu por uno ilegítimo", dijo Sandu.
Este viernes, el primer ministro georgiano, Irakli Garibashvili, denunció una "conspiración" contra el país con el objetivo de hacerle repetir el destino de Ucrania y abrir un segundo frente para Rusia en el Cáucaso Sur. El premier se refirió al llamado plan de "ucranización" del país y su conversión en "un segundo polígono y un segundo frente" de combates. "Quisiera recordarles a todos que nuestro país no es miembro de la Unión Europea ni de la OTAN, y no tenemos ninguna garantía de seguridad", dijo Garibashvili ante el Parlamento.
Es posible que ningún país exsoviético esté completamente tranquilo y que una mayoría de gobiernos teman que Rusia intente interferir políticamente. Sin embargo, la guerra de Ucrania ha acelerado una nueva cooperación tanto económica como política entre los países europeos vecinos de Rusia que está empezando a hacer sombra a la preocupación por una posible interferencia rusa. "La propia Rusia está debilitada en muchos sentidos y tiene menos energía e instrumentos para influir en países como Letonia. Pero a largo plazo, Rusia seguirá siendo la principal fuente de riesgos para la seguridad nacional", concluye Māris Andžāns desde Riga.