Interrupción, cese, ‘uncoupling’: así es el nuevo lenguaje del desamor
La infanta Cristina de España en 2010, con su entonces esposo Iñaki Urdangarín
El desamor contemporáneo no suena a canción desgarrada, al menos en algunos, y privilegiados, entornos. Los comunicados de ruptura de las estrellas, que incluyen a la aristocracia y familias reales, son un género en sí mismos. Son la traducción del “crujido frío y seco” al lenguaje de los publicistas y abogados. El lenguaje construye la realidad y las celebridades quieren que la suya sea diferente: lo menos comprometida posible. A ellas también se les rompe el amor, pero lo cuentan a su manera.
Esto se confirmó ayer, cuando Cristina de Borbón y Iñaki Urdangarin hicieron pública la ruptura de su relación. A la hora de la comida, el país leía el texto oficial: “De común acuerdo, hemos decidido interrumpir nuestra relación matrimonial”. En él no hay ni rastro de las palabras divorcio y separación. Esto, según María Méndez Santos, profesora del área de Lingüística General de la Universidad de Alicante y estudiosa de la relación de la lengua y el amor, tiene que ver con la “valencia” emocional de las palabras, que pueden ser positivas (amor) o negativas (cáncer); divorcio formaría parte de este último grupo. Por eso, según ella, “surgen los eufemismos, además de para evitar cuestiones culturalmente peliagudas. Divorcio impacta más y provoca una reacción más negativa en el interlocutor”. La palabra separación también se evita: es demasiado vaga y suele no gustar a uno de los miembros de la pareja. El comunicado de la no-pareja del momento era escueto, pero no había mucho más que contar. Tenía el lenguaje encorsetado de lo que se ha pensado demasiado. La lingüista Mar Galindo, profesora en la misma área que Méndez destaca que “evita el agente culpable, habla en plural”. Para ella es “una fórmula eufemística que no quiere poner en foco en la radicalidad. Usa el verbo interrumpir, que es menos fuerte que finalizar y puede tener una vuelta atrás”. En el texto difundido ayer la palabra interrupción tiene un carácter casi físico: suena a teléfono inoportuno, a visita a deshora. Quizás las haya habido.
Esta tradición, la de no llamar a las cosas por su nombre, tiene en España un antecedente que ya es casi una expresión pop. Fue el término utilizado para comunicar la ruptura del matrimonio de Elena de Borbón y Jaime de Marichalar. El 13 de noviembre de 2006 se publicó la frase “Cese temporal de la convivencia”. Los abogados de la pareja, Concha Sierra para él y el despacho de Uría para ella, acordaron esta fórmula inaudita. Hubo que leerla varias veces para confirmar que eso significaba que acababa de anunciarse la primera ruptura en la Familia del Rey. Sobre esta expresión Méndez Santos, afirma que estas paráfrasis se usan para evitar la palabra, divorcio, mal vista en nuestra cultura y asociada al fracaso. “Cese temporal de la convivencia”, por ejemplo, acota algo similar, pero sin la factibilidad del hecho, es decir, se percibe como reversible. Aunque en este caso sabemos que es un eufemismo sin más, o lo intuimos”. Ambas lingüistas, que publican en pocas semanas del libro Lingüística del amor (Editorial Pie de Página) están de acuerdo en que es una oportunidad perdida de eliminar el estigma de la palabra divorcio, que puede implicar nueva etapa, nuevas ilusiones, como explica Galindo. Ella afirma que en estos casos “la fórmula elegida no visualiza la siguiente etapa, las nuevas ilusiones”. No hay ni rastro de ellas en los comunicados de las rupturas de las hijas del Rey Emérito.
No todas las familias reales dan tantos rodeos. La ruptura mas mediática de la era pre digital, la de los Príncipes de Gales, se comunicó sin paños calientes. El abogado de la Princesa Diana, Anthony Julius fue el encargado de hacerla oficial el 29 de febrero de 1996 mediante una declaración a la BBC en la que hablaba, incluso de emociones. “Fue una decisión excepcionalmente difícil y que la Princesa Diana ha tomado con inmensa tristeza y pesar”, declaró. Y continuaba: «Todos los detalles sobre el divorcio quedan pendientes de discusión y de acuerdo. Las negociaciones acaban de comenzar». En estas declaraciones, que también eran una declaración de guerra, había tanta intensidad como en Spencer.
Las casas reales europeas, sin embargo, son simples aficionadas a la hora de comunicar rupturas de manera creativa. Nada como Hollywood para inventar nuevas fórmulas. El conscious uncoupling que acuñaron Gwyneth Paltrow y Chris Martin en 2014 es el mejor ejemplo. En un texto que escribió en Vogue USA la propia actriz explicó que la expresión fue sugerida por su terapeuta, “el hombre que ayudó construir su nuevo futuro”.
Reconoce que jamás la había escuchado antes y que le sonaba “algo pagada de sí misma”. Esto no le frenó para elegirlo para contar al mundo que su matrimonio estaba roto. Lo hizo a través de Goop, su plataforma de estilo de vida: las formas son el fondo. Para ella, según escribe en ese mismo artículo, “conscious uncoupling nos permite reconocer que dos amores diferentes pueden coexistir y nutrirse entre sí”. Puro Gwyneth.
Esta pareja no es la única que maquilla las rupturas con eufemismos. Si en la cultura española al desamor lo han cantado los boleros Vete de mí, la canción melódica Se nos rompió el amor o la rumba Mi mundo es otro en la anglosajona eso lo hace el pop. Por eso, muchos comunicados de estrellas suenan a canciones ligeras. Los representantes de Kate Perry y Orlando Bloom anunciaron la ruptura de la pareja diciendo: “Orlando y Katy están tomando un espacio respetuoso y amoroso en este momento”; en inglés suena aún más edulcorado. Kylie Minogue y Joshua Sassa lo hicieron diciendo que estaban a “aventurándose, de forma separada, hacia nuevos horizontes”. Los ejemplos abundan: Naomi Watts y Liev Schreiber hicieron oficial su ruptura diciendo que “estaban explorando una nueva fase de la relación”. Hay mucho más optimismo en ellas que en las tristonas fórmulas de la vieja Europa.
Las personas anónimas rompen, se separan o se divorcian, las privilegiadas deshacen sus relaciones (uncoupling), cesan su convivencia o interrumpen su relación. El privilegio también es llamar “amiga entrañable” a una amante y no llamar desamor al desamor.