José A. Pascual: «El WhatsApp no
daña la lengua»
Jesús Sancho, La VanguardiaJesús Gil y Gil, el que fuera alcalde de Marbella y presidente del club de fútbol Atlético de Madrid, se inventó por equivocación la palabra ostentóreo, a medio camino entre ostentoso y estentóreo. Este error ha sido un pretexto para que el vicedirector de la Real Acamedia Española (RAE), José Antonio Pascual, (Salamanca, 1942), publique el libro sobre la historia de las palabras ‘No es lo mismo ostentoso que ostentóreo’ (Editorial Espasa). El filólogo Pascual, catedrático de Lengua Española de la Universidad Carlos III de Madrid también ha participado en el diccionario etimológico de Joan Coromines, explica en este ensayo la azarosa vida de la palabras con ironía y mucho sentido del humor.—Usted comenta que este libro es un homenaje a su fallecida hermana Carmina. ¿Cómo surgió la idea de publicarlo?— Un filólogo tiene que buscarse una coartada para que los veranos resulten más llevaderos. Yo veraneaba en Fuenterrabía y anotaba las palabras que me llamaban la atención después de leerlas en los periódicos. Cuando paseaba con mi hermana las discutíamos y tenía varias libretas con propuestas de ideas sobre significado y de errores. Tras el fallecimiento de mi hermana pensé que con este material escribiría un libro. Y así ha sido.— En este libro tampoco falta el buen humor y la ironía, ¿las palabras también pueden ser divertidas?— Creo que sí. Todo el mundo está obsesionado por si se equivoca. Según mi experiencia de filólogo hay personas que me dicen que no saben si hablar conmigo porque seguro que les corregiré. Con este libro intento hacer juegos con el lenguaje. ¡No tenemos que estar atrapados por el pánico de hablar mal! El humor sirve para evitar el dogmatismo.— Como el título de su libro…— Ostentóreo es una mezcla de las palabras ostentoso, que significa magnífico, y estentóreo, ruidoso o retumbante. Jesús Gil se inventó por equivocación ostentóreo pero resulta que el escritor Juan Benet ya se había inventado esta palabra antes en una novela y nos parecía estupenda. Lo bueno de todo esto es que nadie es consciente de que cada vez vamos más a un sentido de la colaboración.—¿Cree que hoy en día se habla mejor o peor que antes?— Se habla igual. Siempre hay personas que hablan magníficamente ahora y antes, y personas que hablan fatal. El problema no es el tropiezo, es el desinterés. Hay gente que conoce a un pastor que habla magníficamente y otro fatal, uno tiene interés y disfruta con la expresión y el otro no. — ¿Qué le parece el uso del lenguaje con las nuevas tecnologías? ¿Los mensajes con el WhatsApp están dañando la lengua?— No la daña, son formatos distintos. El WhatsApp va muy bien para un mensaje rápido que no te condiciona escribir una carta de pésame. Incluso supone que gente que no hubiera escrito nunca se anime a escribir aunque sean diez palabras seguidas. Y eso está bien. Pero tampoco es lo mismo escribir un ensayo que estar hablando con tus amigos mientras tomas un café. Seguro que durante una conversación no tienes conexiones sintácticas pero esto no impide que puedas hablar bien.— Para usted, ¿cuáles son los principales errores lingüísticos que se cometen?— El error principal es la palabra aislada y luego utilizar palabras poco usuales. Por ejemplo, la palabra formica es una marca registrada que corre muchos riesgos. Podrías relacionarla con hormiga pero luego un ebanista te dice que te hará un mueble de formica. Otro error es no seleccionar las palabras adecuadas.—¿Me puede poner un ejemplo?— Candelero, lo relacionas con candela, que es algo que puede producir luz, y tienes también candelabro. Entonces utilizas estar en el candelabro en vez de en el candelero, que es la parte más visible del barco. Reinterpretamos el valor de las palabras y en el caso de las aisladas y las poco usuales creas el mundo a tu manera, y naturalmente no siempre vas con un diccionario en la mano.— Si solo se utilizan palabras aisladas y de poco uso, uno también corre el riesgo de ser un incomprendido, ¿no?— Absolutamente. El valor de las piezas es precisamente por su escasez. Por tanto, uno puede adorar lo antiguo porque es escaso y aquello que es escaso adquiere más valor. Aplicado a las palabras, si tienes una especie de plantel de voces aisladas poco usuales frente a los demás pues puedes mostrar una especie de grandes conocimientos (sonríe).— El director de la RAE, José Manuel Blecua, comentaba que no era partidario de que los políticos leyeran sus discursos y se expresaran con palabras naturales. ¿A usted qué le parece el lenguaje que utiliza la clase política?— Hay políticos que son muy ágiles, tienen capacidad de síntesis y todos no son exactamente iguales. Hay discursos que están muy bien pero lo que más me preocupa es en el plano del significado el eufemismo. Hay una perversión del lenguaje cuando disimulan la realidad y cambian la palabra de forma eufemística. Pero todavía me preocupa más la mentira. Si se te miente bien me parece todavía razonable pero cuando se te miente a sabiendas ya me parece ofensivo y muy grave. Es mejor decir que me he equivocado o no he sabido hacerlo mejor.— Usted es vicedirector de la RAE desde el año 2007 y miembro desde el 2002. En el estudio de las palabras, ¿la experiencia ayuda? —¿Cuál es la gran diferencia entre un físico y un filólogo? ¿O un lingüista y un filólogo? El físico y el lingüista están mejor cuando son más jóvenes porque tienen una mayor intuición, y un filólogo está mejor, como el vino, cuando es más añejo porque sabe más cosas y las relaciona más, al menos hasta el momento que pierdas la cabeza. Si en ese momento estás en la academia y en un periodo en el que ha habido tantos proyectos, como la gramática, la ortografía o el diccionario histórico, estás soñando con que llegue el fin de semana a ver si te puedes relajar. No deja de ser una especie de aventura y, por lo tanto, si te has dedicado a esto, el trabajo se ha convertido en un ocio sorprendente.— También están preparando la nueva edición del diccionario de la RAE. ¿Cuándo se publicará?— Dentro de un año, todo el mundo está trabajando y muy nervioso.— ¿Destacaría alguna nueva palabra que están discutiendo para incluirla en la próxima edición?— Hemos estado con Twitter y si existe tuitear, y sus derivados los escribimos con u o w. Unos pensamos que adelante y otros que será mejor esperar por si esta palabra se agota o no. Comento este ejemplo porque nosotros obviamente podemos equivocarnos pero que no falta entusiasmo para intentar incluir las novedades.— ¿Hay muchas discusiones entre los académicos?— La gran diferencia de antes y ahora es que actualmente tenemos unos corpus, unos ficheros o la propia red. Ya de antemano si Twitter no aparece pues nada, pero cuando aparece desmesuradamente podemos decir que a lo mejor dentro de años ya desaparece y la discusión puede estar ahí, no en el hecho de que aquí no entra nada. Antes la discusión podía ser más sobre las ideas, qué es o no mejor, y ahora qué es lo más usual. Las discusiones también son más llevaderas. Teníamos la idea de que controlábamos lo que se decía y eso es sorprendente porque no lo controlamos.— ¿Para usted qué sería lo más usual?— La academia naturalmente tiene que orientar, para eso tiene marca, nadie te obliga a emplear tuit. En cambio, valoramos si esa palabra será necesaria y si una persona de otra lengua sepa si puede emplearla o no. Por otro lado, la academia también sirve para promocionar palabras que a lo mejor no las empleemos pero las entendamos, el léxico pasivo.— Actualmente también está trabajando en el nuevo diccionario histórico. ¿Cómo va este proyecto?— Dadas las condiciones económicas en que nos encontramos no creas que estamos viviendo peligrosamente.—¿Tan mal está la situación?— Dentro de poco publicaremos una muestra entre 350 y 400 palabras definidas pero falta personal. Estoy simplemente hibernando y evitando que no se cierre. Para este diccionario hemos creado una herramienta informática que permite relacionar unas palabras con otras. Por ejemplo, aparecen los sinónimos, y se puede saber que desamparar en la edad media se sustituye por abandonar en el renacimiento, o certidumbre en la edad media por certeza en el siglo XVI.—¿Qué palabras le ha llamado últimamente la atención?— Por ejemplo, históricamente luna creciente no tuvo el antónimo de decreciente hasta muchos siglos después. Se utilizaba tradicionalmente menguante y hoy en día es una palabra que prácticamente no utilizamos. Este desequilibrio nos lo explica un diccionario histórico. Parece que nosotros solo tuviéramos un diccionario, una gramática y nos olvidamos de que tenemos muchas más cosas.— Una historia interesante…— También afirmo en el libro que soy el único castellanohablante que en este siglo emplea la palabra estol. Está en el diccionario de la RAE y es un catalanismo que entra en castellano en el siglo XV y desde entonces prácticamente no se ha usado. Utilizo esta palabra como un juego pero aunque esté en el diccionario no existe, las palabras tienen vida después del diccionario.