La Academia no crea palabras; su papel es notarial
Pilar RUBIERA, La Nueva EspañaLleva once años dirigiendo la Real Academia Española, y pasará a la historia como el artífice de su modernización y el impulsor del panhispanismo. Víctor García de la Concha, asturiano de Villaviciosa, filólogo, catedrático de la Universidad de Salamanca, investigador y crítico, presidió la pasada semana en Oviedo el jurado que concedió el «Príncipe de Asturias» de las Letras al escritor Ismail Kadaré.―¿Es cierto que Francia quiere copiar la idea del panhispanismo para su lengua?―Hace cuatro años vino a verme un delegado del presidente de la República Francesa para preguntarme cómo habíamos logrado organizar, él decía, la «hispanofonía». La «hispanofonía» no existe, le dije, existe la francofonía. El mes pasado vino a la Academia el ministro de Cultura portugués porque quieren crear una Academia Portuguesa de la Lengua y hacer una red como la nuestra, y nos anunció la próxima visita de un representante de cada partido político con dos o tres ministros. Vinieron también, con una semana de diferencia, dos clérigos del sultanato de Omán, donde quieren fundar una academia árabe también con una red de academias semejante a la de la lengua española. Ninguna lengua tiene nuestra red de academias.―La Gramática de la RAE, de próxima aparición, ¿es un ejemplo de esta colaboración?―Llevamos varios años de lo que llamamos «política lingüística panhispánica», que consiste en que todas las academias del español son coautoras de los tres grandes códigos en los que se sustenta y se expresa la unidad de la lengua: el Diccionario, la Gramática y la Ortografía. Muestran la gran unidad del español, una de las bases de nuestra fortaleza. Esa unidad, la Gramática, que presentaremos el 9 de diciembre en Madrid, la pone de relieve.―¿Cuál es la gran novedad de esta gramática?―Que por primera vez es una gramática del español universal, es básicamente descriptiva, describe lo que hay pero conjugado con lo que es propio de las academias, que es la norma. Y aquí es importante decir algo que está en la base de esta gramática y de la política de la Academia: la norma es policéntrica, es decir, dentro de esa gran unidad las variedades hacen que haya normas de áreas regionales, porque la norma, en definitiva, la establecen los hispanohablantes.―¿Para cuándo la nueva redacción de la Ortografía?―Será un poco más tarde. En el congreso de la lengua de la próxima primavera, que celebraremos en Valparaíso, presentaremos el Diccionario de Americanismos, un diccionario contrastivo que recoge aquellos términos que sólo se utilizan en América o aquellas acepciones de términos que son comunes pero que tienen en América una particularidad que no tienen en otras partes. La Ortografía la debatiremos allí, y tendrá una presentación muy nueva, que intenta razonar el porqué de una regla establecida, el porqué de unas normas. Es una ortografía pensada no sólo para el amanuense, también contempla y de manera muy especial la escritura informática. La informática no es que obligue a cambiar la ortografía, pero está condicionando muchas cosas, y hoy tiene una importancia especial la ortotipografía, todo lo que se refiere a publicaciones, carteles, publicidad, un capítulo que hasta ahora no se consideraba en la Ortografía de las academias. En la Academia hay un equipo, que coordina el asturiano Salvador Gutiérrez Ordóñez, trabajando en ello.―El español tiene unidad lingüística y 400 millones de hablantes, pero dos de sus puntos débiles continúan siendo internet y el lenguaje científico.―El español tiene tres puntos débiles. Uno es su escasa presencia en el mundo científico, un poco más del 1,5 por ciento de la producción; segundo, su presencia en internet: ahí se va avanzando, pero nos queda mucho por andar y la progresión puede ser geométrica. Piense que ahora con el Kindle (el libro electrónico de Amazon) los niños van a poder meter todos sus libros de texto en este portalibros informático, ése es un proyecto que esta casi al alcance de la mano. En el mundo de la informática, en el que llevamos un evidente retraso debido sin duda a la baja renta per cápita de los países del mundo hispanohablante, eso se está remediando, y podemos llegar al nivel en el que deberíamos estar por el número de hablantes. Y un tercer punto débil es la escasa presencia que tiene en los grandes organismos internacionales, empezando por Europa. Nos queda mucho por hacer en ese terreno. Y la acción debe ser mancomunada de España e Iberoamérica. En este punto es donde las academias constituimos un ejemplo.―La Academia ha mejorado el problema del lenguaje sexista, pero siguen acusando a la institución de falta de adaptación a los nuevos tiempos.―En la edición de 2001 del Diccionario recogimos muchísimas cosas que nos sugirieron un grupo de profesoras feministas a quienes encargamos un informe. Lo que ocurre es que ellas, con su lógica feminista, muy respetable, querían que la Academia se convirtiera en feminista militante, que no sólo recogiera lo que ya es de uso común y que hay que reformar, sino que creáramos, y la Academia nunca crea palabras, su papel es notarial o registral.―Pero todavía quedan algunas que denigran a la mujer.―Efectivamente. Un ejemplo: «Esta chica es un perico»; pero es que el Diccionario de la Academia no sólo recoge las palabras que están en uso actualmente, tiene que recoger todas las de uso común desde el siglo XVI hasta ahora porque nosotros tenemos que facilitar a todo el mundo que pueda leer a Calderón, Lope, Quevedo, Cervantes o Clarín, por citar algunos ejemplos. Y muchas otras, con el uso, se lexicalizan, es decir, pierden el sentido literal y se utilizan de una manera convencional. Cuando digo que fulanito es un «judío», ¿estoy diciendo que es un miembro del pueblo judío? Pues no, estoy diciendo que es un tacaño. Tal vez debiéramos pensar en una marca que indicara que es una palabra de uso común, pero, como en este caso, políticamente incorrecto.