La curiosa historia del nombre de las tangerinas
El nombre de Tánger trae inmediatamente a la mente, gracias a la literatura y al cine, intrigas de espías –que allí pulularon tanto durante la Segunda Guerra Mundial como en la Guerra Fría-, de oscuras actividades de contrabandistas y de guerras en el desierto con legiones extranjeras y belicosos nativos con sus cabezas envueltas en turbantes.
Pero aunque la gran mayoría de los uruguayos no lo sabe, por más que su nombre lo indique claramente, fue desde esa mítica, soleada y disputada ciudad del norte de África que fue fenicia, cartaginesa, romana, vándala, bizantina, berebere, árabe, portuguesa, española, británica, condominio europeo, ciudad abierta y, finalmente, marroquí, que empezaron a llegar a la Banda Oriental hace quizás más de un par de siglos las tangerinas.
Hermanas menores de la naranja, reina de los cítricos, y de los limones, omnipresentes en las cocinas y bares, las jugosas y aromáticas tangerinas están entre las frutas más consumidas del género Citrus y son sin duda las preferidas de los niños –aquí y acullá- por su sabor dulce y por la facilidad con que se pela su cáscara.
Si bien aquí llegaron inicialmente de Tánger, del Magreb en general y desde España –hasta que los horticultores orientales/uruguayos las adoptaron como propias- las tangerinas y los cítricos en general tienen su origen en el Lejano Oriente, más precisamente en China e Indochina y quizás también en India y Malasia, opinan los investigadores.
Según la tradición, citada por la periodista gastronómica alemana Helke Papenfuss, los primeros cítricos –en particular naranjas- llegaron al este del Mediterráneo con las caravanas de Alejandro Magno (356-323 a.C.) y se conocieron en Grecia y sur de Italia, pero algunos siglos después fueron los árabes quienes expandieron su cultivo en Italia y España, así como en el norte de África.
El escritor romano Plinio ya inmortalizó el poder curativo de los cítricos en su libro Historia Natural, mientras que uno de los tres famosos cocineros de la antigua Roma que llevaban el nombre de Apicio, en uno de los primeros volúmenes de la primigenia enciclopedia gastronómica De re coquinaria incluye dos recetas cuyo ingrediente principal es la cidra o toronja, explica un procedimiento para conservar este cítrico y afirma que sus hojas verdes son buen sustituto de las rosas para aromatizar el vino, de acuerdo con el historiador español Antoni Riera Melis.
O sea que desde el primer cuarto del siglo I d.C. el cidro o toronjo era una planta conocida y apreciada por los gastrónomos romanos. Hay un recetario del siglo IV que documenta su cultivo en los huertos napolitanos y el uso de sus hojas como condimento.
Según Riera Melis las demás plantas pertenecientes a la familia de los cítricos fueron aclimatadas en el Cercano Oriente y sobre las costas del Mare Nostrum por los musulmanes a partir del siglo IX.
Inicialmente se cultivaban en el Andalus, sur de España, y del otro lado del estrecho de Gibraltar, precisamente en Tánger y cercanías, la naranja amarga (Citrus aurantium) –usada sobre todo como planta de adorno en los jardines-, el limón (Citrus limon) y la lima (Citrusaurantifolia) y posteriormente la naranja dulce, que se extendió al resto de Europa en época bastante más tardía, aproximadamente a mediados del siglo XIV. Y todavía más tarde, por el siglo XVIII o XIX llegó desde Asia a Europa y África del norte la tangerina o mandarina, que finalmente alcanzó el continente americano, Banda Oriental/Uruguay incluido.
Los principales países productores de esta fruta y sus diferentes variedades e híbridos (con o sin semillas), indican los entendidos, son Argelia, Argentina, España, Israel, Japón y Uruguay.
Los especialistas no se ponen de acuerdo sobre si tangerina (Citrus x tangerina) y mandarina (Citrus reticulata) son la misma fruta con dos nombres, si la naranja tangerina y la naranja mandarina son una sola especie o una es subespecie de la otra. Allá ellos.
La cuestión es que en el Uruguay (e incluso en otros países como Estados Unidos y Gran Bretaña) de hace unos años el nombre de esta rica fruta (y sus diversas variedades) era pura y simplemente tangerina, mientras que en Argentina se le llamaba y llama aún mandarina.
Luego, con el “aporteñamiento” progresivo del lenguaje popular uruguayo –provocado en gran parte por la tiranía mediática de lo peor dela TV argentina que se hace consumir a los televidentes locales- dejó de utilizarse el nombre de tangerina (deformado en tanjerina otayarina) y se adoptó exclusivamente el de mandarina. Sin embargo, ahora ha vuelto parcialmente a utilizarse por los feriantes, para ciertas variedades de la fruta en cuestión, el tan lindo, eufónico (y podríamos decir que también nuestro) nombre de tangerina. Que es el que personalmente prefiero.