La RAE dice… ¿'campeonas’ o ‘campeones’ del mundo?
La RAE dice…
… el masculino genérico se considera la forma neutra que incluye tanto a hombres como a mujeres.
… el masculino genérico se ha de emplear en todos los casos a pesar de que la mayoría de las personas sean mujeres.
Por lo que, tanto el entrenador Jorge Vilda cuando proclamó el primer “somos campeones del mundo” el pasado 20 de agosto, como el entonces presidente de la RFEF, Luis Rubiales, cuando aleccionaba en la asamblea extraordinaria cinco días más tarde, aciertan al decir que el uso de “campeones” es normativamente correcto (a pesar de que fuera el mundial femenino de fútbol y que las personas que saltaron al terreno de juego, salvo el equipo técnico, fueran todas mujeres…).
Más “campeonas” que “campeones”
El que fuese una competición femenina sí que queda patente en los titulares de los periódicos nacionales. Marca, por ejemplo, aclamaba “Que sí, que somos campeonas”, exactamente el mismo titular que usaron cuando la selección masculina ganó el Mundial de Sudáfrica en 2010.
¿Será que todos estos periódicos mencionan a la parte femenina de la selección porque quieren dirigir la atención exclusivamente a las jugadoras? ¿O nombrándolas a ellas quieren hacer referencia a todo el grupo (jugadoras, técnicos, directivos…) sin usar el masculino genérico? No hay una única respuesta.
De hecho, en algunas portadas a veces aparecen ellas solas y otras, acompañadas. ¿Acaso todos estos periódicos ignoran las normas de la RAE?
Esta es una pregunta retórica. Lo interesante es realmente preguntarse dónde se establece la línea divisoria entre el uso de una estructura gramatical según el español normativo y el empleo de ella atendiendo al procesamiento cognitivo que se hace al percibirla.
No olvidemos que el lenguaje es comunicación y cognición. Por eso, las estructuras lingüísticas, sean o no normativas, se producen y se comprenden igualmente. Quizá más que preocuparnos de los usos normativos deberíamos preguntarnos qué consecuencias tiene su empleo y cómo influyen en las personas a las que va dirigido el mensaje.
A pesar de que el género es igual gramaticalmente, es decir, no hay sesgos sexistas en la utilización de un masculino, un femenino o un neutro, los hablantes crean inferencias diferentes. Ya lo indica la RAE: “…sexismo y misoginia no son propiedades de la lengua, sino usos de la misma. No son inherentes al sistema (no son sexismo de lengua), sino valores que adquieren en el uso a causa de la intencionalidad de los emisores o de sus prejuicios ideológicos (sexismo de discurso)”.
Y también hay evidencias científicas: cuanto más se utiliza el masculino, menos se favorece la prominencia de las mujeres en la representación cognitiva de las personas. Al menos a esa conclusión llegó un estudio con más de 3 000 hablantes de sueco, una lengua con un sistema de género similar al español.
Por tanto, se puede decir que usar “campeonas” en lugar de “campeones” apela menos a la corrección gramatical que a la intención que se le quiere dar al mensaje, y que no es otra que valorar el trabajo de un equipo de fútbol compuesto por jugadoras que son mujeres.
¿Tuteo vs. respeto?
Pero en comunicación inclusiva no todo es cuestión del masculino genérico, hay más.
¿Les suena el titular “Jenni deja caer a Rubiales”?
El uso del nombre de pila (además, un hipocorístico) para referirnos a una profesional es cuestionable. ¿Acaso conocen personalmente los redactores a esta jugadora como para tutearla y tratarla con esta familiaridad?
No respondan, pero compárenlo con la preferencia por utilizar los apellidos con los profesionales masculinos: Rubiales, Vilda… Misma situación, mismo conocimiento, misma gramática, pero… diferente elección; una, además, que lleva implícita una relación de autoridad desigual: la persona con mayor rango (edad, estatus…) es la que suele establecer el nivel de familiaridad o cercanía, “el dar el tú” que se decía antaño.
Por eso usar diferentes nombres propios cuando no corresponde consigue un efecto de infantilización y de desautorización. Si quieren otro ejemplo, vean el debate entre los candidatos al Congreso por Valencia. Encontrarán a dos hombres, el señor Pons y el señor Flores, y a dos mujeres, Diana y Águeda.
Además, desde la psicolingüística, lo verdaderamente crucial en el titular del periódico es la forma verbal “dejar caer”. ¿Cómo se imaginan este tipo de acción? ¿Por qué no dicen “Rubiales cae” o “Rubiales se cae”? Porque la asignación de responsabilidad es diferente.
En otro artículo de The Conversation ya hablamos de cómo el español puede optar por diferentes estructuras lingüísticas para “librarnos de la culpa” de haber hecho algo (se me cayó sin querer), “echársela” a otros (deja caer) o, incluso, para “asumirla” (lo tiré). La clave: la intencionalidad.
Quién hace qué
A esto se suma la agentividad, o mejor la ocultación o la manipulación de quién hace qué. Solo hay que echar un vistazo a la sección de sucesos de los periódicos para ver que, aunque siempre que se produce un asesinato hay un agente material, alguien que mata, en ocasiones los titulares en vez de decir “Zutano mata a Mengano” prefieren otro tipo de estructuras.
Algunas dotan de capacidades agentivas a una situación: “La volcánica relación que mató a Lourdes”. Otras prefieren mitigar la acción del agente y, por ello, utilizan una estructura pasiva que da prominencia al paciente: “La asesinada en Vinaròs fue descuartizada y enterrada por vestir ropa demasiado corta”.
Incluso cuando el titular lleva agente, aparecen ¿sutiles? diferencias semánticas: “Detienen a cuatro jóvenes por agredir sexualmente a una mujer de 19 años en Alicante”. Mujer de 19 años y jóvenes de 19, 21, 22 y 24 años.
Podríamos seguir con más casos ilustrativos: ¿qué nos dicen de la mitigación a través de diminutivos? ¿Es igual un beso que un besazo o, como hemos oído, un “piquito”? Ahí lo dejamos.
En cualquier caso, lo que prescribe la RAE hace referencia a una variedad del español, la estándar; una variedad normativa que generalmente se utiliza en contextos escritos y formales.
He aquí una de las falacias más recurrentes sobre las lenguas y que los lingüistas llevamos tiempo advirtiendo: no existe una forma de hablar mejor que otra, no hay un español mejor que otro, nadie habla en la variedad normativa… Esa es la realidad. Si nos empeñáramos en buscar la mejor forma de hablar, no sería en ningún caso la de seguir a rajatabla (o cuando nos conviene) las indicaciones de la RAE, sino el saber adaptarse a la situación comunicativa en la que nos encontramos en cada momento.
Así que la próxima vez que oigan, “la RAE dice”, ya saben:
… lo normativo no siempre se corresponde con la realidad ni con lo que queremos comunicar.
… lo normativo puede ser una alternativa correcta gramaticalmente, pero no es siempre lo más acertado, ni lo más ético.
* Iraide Ibarretxe-Antuñano Catedrática de Lingüística General, Universidad de Zaragoza
* Andrea Ariño Bizarro. Profesora Interina del Departamento de Lingüística y Literaturas Hispánicas. Universidad de Zaragoza, Universidad de Zaragoza