La traducción como puente entre culturas
Jaroslaw Kutylowski, presidente del servicio de traducción Deepl en Tokio.
Comprender cualquier idioma sin haberlo estudiado es el propósito de emprendedores como Jaroslaw Kutylowski, doctor polaco en ciencias de la computación, a quien conozco en su paso por Tokio para promocionar un traductor automático cuyo método secreto está mejor guardado que la fórmula de la Coca-Cola.
Gracias a la llamada red neuronal convolucional, la inteligencia artificial imita un proceso similar al del cerebro de un traductor humano, conocedor de la gramática, la semántica, la sintaxis y los modismos del idioma original y del destinatario. El resultado obliga a pensar que las máquinas pueden ya dilucidar la idiosincrasia del texto y discernir sus matices culturales antes de arrojar un equivalente muy aproximado en una treintena de idiomas.
Muchos hombres de negocios utilizan los traductores automáticos de internet para comunicarse con clientes de otros países a través de mensajes cada vez más precisos, pues las máquinas aprenden y son cada vez más listas.
Frente al auditorio del foro empresarial Nikkei Global Management Forum de Tokio, Kutylowski manifiesta su esperanza de que su traducción automática ayude a Japón a “ganar confianza” en la comunicación con sus clientes de todo el mundo y estimule una mayor globalización.
Quienes lidiamos a diario con un idioma de escritura ideográfica como el japonés, recurrimos a los traductores digitales para mensajes prácticos o instrucciones de aparatos, pero nunca para descifrar un texto literario.
“Traducir literatura no nos interesa, porque es un mercado muy limitado”, me dice Kutylowski cuando, después de su intervención, le hago una pregunta de cajón para iniciar la conversación.
Además de compleja, la traducción literaria es uno de los trabajos peor pagados del mundo editorial y su reducido número de usuarios contrasta con el ingente número de horas que los minuciosos traductores dedican a encontrar en qué tipo de alimaña se transformó el protagonista más famoso de Kafka cuando despertó.
Le explico cómo, antes de publicar mis textos periodísticos, uso herramientas rivales para traducirlos al japonés y al inglés, y de vuelta al español. El proceso aclara ideas, detecta repeticiones, usos ambiguos y acelera la lectura. Para probar DeepL, lo pongo a traducir al japonés la letra del inmortal bolero Bésame mucho. Solo la apabullante cantidad de besos compensa lo gélido de la traducción.
Admiro a doña Consuelo Velásquez por haber escrito unos versos benévolos con las máquinas y les auguro vigencia para cuando, en vez de enamorados de carne y hueso, sean sus avatares quienes los bailen mejilla con mejilla.
* Periodista y documentalista colombiano radicado en Japón.