La vida y el lenguaje: una pareja dorada
Estatua de James Joyce en Trieste, Italia
Un amigo mío encontró una forma novedosa de seguir la construcción de una casa frente a la suya. El mismo día de cada semana, más o menos a la misma hora, fotografiaba la estructura a medida que pasaba de la nada a una forma indeterminada hasta convertirse en un edificio terminado. Y cuando estaba terminada, presentaba un álbum de estas fotos al propietario.
Siempre me ha llamado la atención la historia por lo que dice de mi amigo, por cómo la creatividad es una motivación en sí misma y por el considerado gesto final.
Últimamente he pensado en ese gesto en un contexto completamente diferente. Tiene que ver con la lectura de un libro. Sobre cómo vemos un reflejo de nosotros mismos en un libro que podemos leer durante toda la vida. Al igual que un edificio, si tuviera vida, podría verse reflejado en el objetivo de una cámara a lo largo de su "crecimiento".
El filósofo presocrático griego Heráclito decía que no podemos bañarnos dos veces en el mismo río, puesto que el agua no será la misma; no es el mismo libro el que leemos cada vez que lo releemos. Hay más en nosotros de lo que había antes. Un libro nos habla de sí mismo y de su autor. También nos habla de nosotros mismos. Aportamos al acto de leer nuestras experiencias, nuestros prejuicios, nuestras expectativas, nuestros juicios... y todo ello cambia con el tiempo, y lo uno influye en lo otro.
Basta con releer un libro al cabo de muchos años para comprobar que lo recordamos mal o que nuestra interpretación original, que parecía tan obvia e inevitable, parece ahora trillada y equivocada. A veces, los autores que creías geniales parecen cualquier cosa menos eso (y viceversa). El libro, obviamente, no ha cambiado; tú sí.
Me ha pasado con D H Lawrence, por ejemplo. El primer libro que leí de él fue La virgen y la gitana. Recuerdo que me pregunté por qué se hacía tanto caso de él como escritor. Luego leí las partes traviesas de El amante de Lady Chatterley y las encontré divertidísimas. Esto arruinó a Lawrence para mí hasta que muchos años después leí Hijos y amantes y empecé a entenderlo mejor.
¿Disfrutaré del Ulises tanto ahora como cuando lo leí en la universidad?
Tal vez un gran escritor es alguien que puede releerse muchas veces sin agotar ni al lector ni el rango interpretativo de su obra. Hay más cosas que se ven en él y, por extensión, en uno mismo. ¿Por eso Shakespeare es único? ¿Es por eso que siempre ha sido un escritor contemporáneo sin importar el año o el siglo? En su reciente libro, Shakespearean, Robert McCrum sostiene que Shakespeare ha sido "siempre moderno". Señala cómo recurrimos a él en los años de crisis y desorden (como los de ahora).
Tal vez esa sea la respuesta. Hay que releer a Shakespeare a intervalos regulares. Y utilizar sus obras como la lente a través de la cual ver el propio crecimiento. Sería una autobiografía interna, la más honesta de todas.