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Las Academias se resisten a entrar en el
siglo XXI

09/06/2011

J. M. Marcos, Público

La polémica del Diccionario Biográfico Español de la Real Academia de la Historia (RAH) ha destapado las dinámicas anacrónicas de unas instituciones con reglamentos establecidos durante el franquismo. Educación renovó los estatutos de dos de ellas la semana pasada.

La Real Academia de las Ciencias Morales y Políticas presenta en su página web dos categorías de miembros: la lista actual y la lista histórica. Manuel Fraga Iribarne, a sus 88 años, encabeza la primera, en la que también figura Rouco Varela. La reciente polémica del Diccionario Biográfico Español, editado por la Real Academia de la Historia, ha puesto el foco sobre estas instituciones cobijadas bajo el paraguas del Instituto de España, que reciben cuantiosas subvenciones públicas de las que justifican los gastos administrativos, pero poco más.La mayoría de las reales academias presenta unos estatutos anquilosados que las condenan a un funcionamiento errático y lejos de unos mínimos democráticos. Es el caso de la Real Academia de la Historia, que presenta la siguiente peculiaridad: el cargo del director se puede renovar sin límite y, a la vez, es el mismo director el que designa a la Junta de Gobierno. «Es un coto cerrado al que es imposible entrar. El Gobierno se ve obligado a mantener la subvención, pero su sistema es de una anacronía absoluta. Hay miembros que no son historiadores, y están ahí», denunciaba el catedrático de Historia de la Universidad de Barcelona Andreu Mayayo.El sistema de cooptación que rige las reales academias no favorece el pluralismo, ya que no se pueden presentar candidaturas externas si no vienen avaladas por varios académicos. El ministro de Educación, Ángel Gabilondo, justificaba los desajustes de estas instituciones y apelaba a la paciencia con un lacónico «se están renovando».Dos lavados de caraLa pasada semana, el Consejo de Ministros aprobó dos reales decretos por los que se aprobaron los nuevos estatutos de dos reales academias: la de Ciencias Morales y Políticas y la Nacional de Medicina. Ambas seguían funcionando bajo un régimen normativo del franquismo, datado a finales de los años sesenta. «Se pretende modernizarlas, dándoles más seguridad jurídica y capacidad de autorregulación. Se ha empezado con estas dos, pero los estatutos del resto de Academias se irán cambiando poco a poco», señalaron a Público fuentes del Ministerio de Educación.Las modificaciones en las normativas apuntan, entre otros aspectos, a dotarlas de instrumentos democráticos con los que antes no contaban. Por ejemplo, los principales cambios en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas se refieren a «considerar válido el voto por correo de los académicos y académicas de Número para la provisión de cargos, especificar la limitación en la duración de los cargos, tanto para la presidencia como para los demás cargos académicos, y asentar de forma clara el quórum exigido en las elecciones de académicos y académicas y en las de cargos académicos».Cambios en la casa madreLa revisión de estas instituciones comenzó a finales del año pasado, cuando se refundaron los estatutos del Instituto de España. Este organismo se creó durante el régimen de Franco y funcionaba por unas normas establecidas en 1947.Como primer paso, se decidió que la presidencia del instituto no fuera nombrada desde Educación y pasase a ser rotatoria: desde el pasado mes de octubre, cada año lo dirige el presidente de una de las ocho reales academias (en la actualidad, el presidente es José Manuel Blecua, de la Real Academia Española). Con esta medida se pretendía que el instituto fuera «el cauce para que las academias pudieran coordinar el cumplimiento de todas aquellas funciones que resulte preferible ejercer en común, eliminando al mismo tiempo cualquier residuo de tutela, control o restricciónde su autonomía».Los Presupuestos Generales del Estado incorporan anualmente una cantidad destinada a ayudar económicamente a las reales academias en el desarrollo de las actividades. Estas cantidades se distribuyen de dos formas: una serie de subvenciones nominativas para el Instituto de España y Reales Academias (cerca de 15 millones de euros en 2011) y sendas dotaciones de ayudas para el desarrollo de actividades concretas de estas instituciones (casi tres millones de euros), que se conceden mediante convocatorias en concurrencia competitiva.Ancladas en el pasadoPese al afán modernizador, las academias arrastran dinámicas y rituales del pasado. Frente a la más avanzada Real Academia Española (RAE), citada por los expertos como una institución «viva», aparecen otras como la de la Historia, mucho más esclerotizadas. Por ejemplo, en la RAE suele haber disputa entre dos o tres aspirantes cuando queda un puesto vacante, mientras en la RAH es raro encontrar más de un candidato.«Las Academias se fundaron en el siglo XVIII y tienen rituales que no son los de esta época, pero no se van a liquidar de un plumazo por tener ideas que no son políticamente correctas en el siglo XXI. Es verdad que se necesita que los académicos trabajen para la Academia, por lo que no conviene nombrar a octogenarios», señala Fernando Marías, académico de 61 años recientemente elegido para ingresar en la RAH.La RAH presenta uno de los sistemas de ingreso más restrictivos de todas las Academias. Nadie puede presentar personalmente su candidatura a la plaza de académico, por lo que sólo se aceptan las que sean propuestas por tres académicos de número. Además, el director de la Academia es el que propone a los demás cargos directivos, que después se aprueban en el pleno. Todos los académicos pueden repetir cargo en sucesivas elecciones.Estas dinámicas han creado un círculo cerrado donde es difícil acceder y que se ha ido alejando de las principales corrientes historiográficas actuales. Como dijo el catedrático Julián Casanova, «la RAH sigue pensando que la historia es una cosa de reyes y batallas».