Las nuevas tecnologías no empobrecen la lengua, como no lo hizo el telégrafo
Claudio Marazzini (Turín, 1949) cerró en Santiago de Compostela el congreso internacional Lingua, literatura e gastronomía entre Italia e a península Ibérica. Este catedrático italiano preside además la Accademia della Crusca, la institución de la lengua más antigua de Europa. Optimista sobre el futuro del lenguaje y sobre el uso que los jóvenes hacen de él, sí se muestra receloso por la fuerte entrada de anglicismos en el italiano, que el español, por ejemplo, logra frenar con más éxito.
-El español sufre los efectos de las nuevas tecnologías, con contracciones imposibles y faltas de ortografía, ¿hay un empobrecimiento del lenguaje sobre todo por parte de los jóvenes?
-Yo, y en general la Crusca, no somos pesimistas respecto al uso de las nuevas tecnologías por parte de los jóvenes. No creo que tenga un efecto negativo sobre su escritura, solo es un instrumento. Es como decir que el telégrafo empobreció la lengua porque había que decir «llego, stop». Simplemente es un uso que se hace en un momento determinado, al enviar un SMS o escribir un tuit, porque tiene que utilizarse un mensaje breve, lo que no quiere decir que en otros contextos no se utilice una lengua más culta. Las nuevas tecnologías no empobrecen la lengua como no lo hizo el telégrafo. En Italia el problema más importante que tenemos es la excesiva apertura a los anglicismos, y de hecho en un reciente congreso de la Crusca la conclusión fue que otros idiomas como el español, el portugués o el francés están más preparados para resistirse a su entrada.
-Siendo todas lenguas románicas, ¿por qué el español resiste mejor que el italiano?
-Parece que los italianos tienen menos confianza en la fuerza de su lengua. Los franceses tienen una gran resistencia, Francia siempre ha tenido una política lingüística mucho más fuerte, y su Academia siempre ha sido muy clara rechazando los anglicismos y adaptando las palabras. España tiene un respaldo internacional en Sudamérica y es la única lengua con la que el inglés tiene que lidiar en Estados Unidos. No es la lengua de los poderosos en ese país, pero tiene una dimensión internacional.
-La Crusca siempre ha luchado por mantener pura la lengua italiana, ¿cómo equilibrar ese objetivo con la necesidad de adaptarse al uso que hacen los hablantes de su idioma?
-La Crusca nació en 1583 y durante muchos siglos fue un baluarte de la lengua de Florencia, de la cultura florentina, con una concepción purista, pero desde el siglo XX se ha evolucionado a una posición mucho más abierta y ahora es más bien un centro de estudios que una academia que establece normas. De hecho, aunque la Crusca es como la RAE, mientras esta y la academia francesa establecen normas y tienen un papel institucional, la Crusca solo da consejos.
-¿Y alguna institución las pone?
-No, solo la Crusca hace recomendaciones. A los italianos [apunta su traductor] no le gustan las imposiciones.
-En Galicia hay dos lenguas oficiales, ¿cómo debiera ser su convivencia?
-En Italia también hay otros idiomas minoritarios, como el alemán, el francés o el catalán en Alguero. Hay una ley que establece la protección de una serie de idiomas, y tenemos también dialectos, lenguas locales que no se usan a nivel oficial pero que sí tienen mucho uso en la literatura.
-¿Es importante protegerlas?
-Sí, son las administraciones regionales las que las protegen, aunque no se utilizan como lengua oficial porque nunca se han reconocido.
-Su charla se titula «El arte del lenguaje de la cocina», ¿es un arte en sí mismo?
-Es un arte, pero para ello hay que saber contar la gastronomía y reconstruir todo un proceso que está detrás de la receta o del producto. ¿De qué forma? A través de la literatura o de la lengua.
«La palabra ‘petaloso’ ya la había utilizado un botánico en el siglo XVII»
Probablemente muchos conocieron la existencia de la Crusca cuando saltó a todos los medios de comunicación después de que un niño de 8 años propusiera a la academia una nueva palabra para el italiano, petaloso. De momento, y tal y como la propia institución respondió a Matteo, se necesita un uso en el tiempo para incluir un nuevo término.
-«Petaloso» (con muchos pétalos) no entró a formar parte del vocabulario italiano, ¿qué debe tener una palabra para lograrlo?
-Solo el tiempo lo establece, hay que ver si esa palabra es necesaria y si se usa. La academia recibe muchas cartas de niños y escuelas para incluir palabras y siempre se contesta. En este caso es una palabra correcta morfológicamente, alegre y bonita. Matteo Renzi la utilizó en una conferencia de prensa en relación a un proyecto que presentaba, y como hay una necesidad de optimismo en este momento de crisis fue una palabra en la que muchos se vieron reflejados. De hecho, se había descubierto antes, ya que un botánico del siglo XVII que había escrito un tratado hablaba de una flor exótica que venía en los barcos de la Compañía de las Indias y la llamó flor petaloso. Para incluir una palabra, además del hecho de ser correcta, tiene que ser también necesaria y que permanezca en el tiempo.
-Con esos criterios muchas palabras en desuso deberían salir del diccionario.
-Cierto, pero los diccionarios tienen una faceta comercial y no quieren excluir palabras porque es un prestigio decir: el mío tiene miles de términos. La RAE, por ejemplo, hace un diccionario, pero la Crusca no, lo hizo hasta 1923 y se interrumpió en la o porque Mussolini lo encargó a otra academia que llegó a la c, ya que se acabó con el fascismo. Ahora estamos de nuevo en este proyecto.