Las palabras y sus misterios insondables
Palabra es signo de humanidad: no hay zarpa animal que atrape los objetos del modo en que la palabra logra asir los conceptos y comunicarlos de persona a persona, de época en época, de una lengua a la otra. Cada palabra, por su historia, guarda un misterio insondable. En ese misterio bucea El origen de las palabras, del periodista uruguayo Ricardo Soca, Magíster en Ciencias Humanas y licenciado en Lingüística.
Etimología
Para entender la intención del autor, conviene citar íntegro el artículo sobre la palabra “etimología”: “Término procedente del latín etimologia, y este del griego etymologia, formado por étymos (verdadero, auténtico) y logos (palabra), o sea, el estudio del verdadero sentido de las palabras. Sin embargo, como vemos a lo largo de este libro, el sentido actual y verdadero de las palabras raramente coincide con su origen y el término etimología no es una excepción; hoy designa ‘la parte de la gramática que estudia el origen de las palabras’ y no ya su significado ‘verdadero’. Y esto nos permite afirmar que, en cualquier idioma, el ‘verdadero’ significado de las palabras es el que le dan sus hablantes y que los diccionarios vienen después, para recoger lo que el uso ya consagró”.
De esta concepción de la etimología derivan tres aspectos claves de este libro. El primero, explícito en el artículo, es que, como la gran mayoría de los etimólogos, Soca no tiene pretensiones normativas. El segundo es la imposibilidad de dar la etimología última de todas las palabras, porque a menudo es diferente al sentido que les da el hablante y sobre todo porque en algún momento dejamos de tener la menor idea acerca del lenguaje de nuestros ancestros. El tercer aspecto, no estrictamente etimológico, es que en muchas de las entradas de este diccionario no exhaustivo importa más dar detalles curiosos sobre la historia del uso de una palabra que la etimología en sí misma.
Decir es pensar
Palabra y pensamiento no son lo mismo, pero ambos aspectos de la vida humana están en una relación íntima, profunda. El modo en que distintos pueblos nombran la misma cosa refleja maneras diferentes de pensarla. Por eso, en varios de sus artículos, Soca estudia las palabras de varios idiomas para referir el mismo concepto.
Sirva para ejemplo de lo que acaba de plantearse el artículo para la palabra mariposa: “El nombre castellano de la mariposa, de historia tan colorida como sus alas, proviene de antiguas canciones y dichos infantiles que se referían a algunas de las 160.000 especies de insectos conocidos con ese nombre, llamándolas a posarse con versos tales como ‘María pósate, descansa en el suelo’. Los ingleses prefirieron llamarla butterfly (mosca de la leche), un nombre parecido al que le dieron los alemanes, Milchdieb (ladrona de leche); los franceses, papillon, del latín papilione; y los portugueses borboleta, del antiguo balbellita, formado a partir del latín bellus (bueno, bonito)”.
Debe notarse que un lector castellano común, pero con algún conocimiento de inglés, donde Soca traduce butterfly como “mosca de la leche”, leería “mosca de la manteca” o “mosca de manteca” e incluso “vuelo de manteca”. Las palabras dicen al mismo tiempo muchas cosas, tienen historia y hasta incluso historias. Algunas de ellas interesantísimas.
Casos curiosos
De la palabra latina “papilio” (mariposa) viene nuestra palabra “pabellón”, que significa bandera, pero tiene también muchas otras acepciones. Del mismo modo que las mariposas vuelan por el aire, las banderas aletean al viento. Pero para referirse a la oreja, se usa la expresión “pabellón auditivo”, por la semejanza que las orejas humanas tienen con las alas de las mariposas. El ser humano tiene la capacidad para captar o establecer parecidos entre las cosas, por lo que le es posible usar los nombres de cosas que le son conocidas para designar las nuevas que va descubriendo. Por decirlo de otro modo: muchas de las palabras que los diversos pueblos usan son primero metáforas, que por el mucho tiempo que han estado en circulación deja de ser necesario decodificar. Así, cuando se habla de las patas de una silla o una mesa, pocos hablantes perciben que implícitamente están comparando a esos muebles con los animales cuadrúpedos.
Casos tristes
Algunas veces la deriva etimológica revela aspectos tristes del alma humana. La palabra Mandinga, que en el campo rioplatense se usa para nombrar al diablo, es en su origen el nombre de una etnia negra del occidente de África, cuyos guerreros eran muy aguerridos y, caídos en la esclavitud, tendían a ser altivos y rebeldes. El coraje, virtud muy apreciada por nuestros hombres de campo, se veía como malignidad cuando lo ostentaban los negros, de quienes se esperaba una actitud dócil, resignada y servil.
Otro ejemplo es la etimología de “ladrón”. En Roma se llamaba “latro” al mercenario que cumplía funciones de guardia. Cuando el Imperio comenzó a decaer, los salarios de estos guardias dejaron de llegar con regularidad. Armas en mano, muchos de estos guardias impagos se dedicaron al bandolerismo. A tono con esta etimología, mucha gente piensa que soldados y policías son delincuentes violentos, legitimados por estar al servicio del Estado. Nada bueno puede esperarse de semejante concepción de la carrera de las armas.
En suma, que aunque no se trate de un diccionario exhaustivo y en muchas de las entradas se le preste más atención a alguna peculiaridad relacionada con el uso de tal o cual palabra a lo largo de la historia, este es un libro ideal para que el “curioso lector” del que escribió Cervantes, aprenda cosas de interés, de esas que hacen pensar, mientras se entretiene en sus ratos de ocio, que no es poca cosa. Si el autor trabajase en una edición ampliada, sería cosa de agradecer.
El libro tiene muy pocas erratas, está muy bien diseñado. Las ilustraciones del Estudio Caligari de Colombia, atinadas y en muchos casos también divertidas, hacen de este volumen un bello objeto para regalar y regalarse.
EL ORIGEN DE LAS PALABRAS, de Ricardo Soca. Rey Naranjo Editores, 2021. Bogotá, 548 págs.