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Las palabrotas que cautivan a los extranjeros

12/11/2005

Por Carlos A. Arredondo Sibaja Utilizar palabrotas en nuestras conversaciones es casi un deporte nacional, que además está volviéndose cada día más popular, incluso entre las damas, a quienes la tradición nos acostumbró a concebir como seres de casta lengua.Tras observar el peculiar gusto de muchos extranjeros —particularmente los de habla inglesa— por nuestro amplio repertorio de insultos —y su propensión a utilizarlos a la menor provocación—, me atreví a preguntarle a uno de ellos —un canadiense— la razón por la cual los angloparlantes se esfuerzan por aprenden nuestras groserías. “Es por la variedad”, me respondió.Ciertamente, el español posee un apartado casi infinito de palabras susceptibles de ser utilizadas para enriquecer las conversaciones, hacerlas menos aburridas y darle sabor a la charla. Ello para no hacer referencia al mexicanísimo albur, mecanismo mediante el cual el lenguaje cotidiano se transforma en un código para iniciados.¿Por qué somos tan proclives a la utilización de este arsenal con tal asiduidad? Eso no lo sé, pero sin duda que ésta ha sido una preocupación constante para los estudiosos del idioma y el comportamiento humano, pues existe una gran cantidad de estudios, publicaciones y sitios de Internet dedicados al tema.Don José Antonio Millán —lingüista español él, para mayores señas— por ejemplo, tiene un sitio en la web donde se encuentra una de las más completas recopilaciones de estudios sobre los insultos.En el apartado de bibliografía sobre el tema, nos informa sobre la existencia de una buena cantidad de libros, entre ellos un Diccionario del insulto, de 488 páginas, publicado en Barcelona por Juan de Dios Luque, Antonio Pamies y Francisco José Manjón.También está la obra de Stephen Burgen, La lengua de tu madre. El libro de los tacos e improperios de Europa; o el Florilegio de frases envenenadas. Una antología de la maledicencia, de Gregorio Doval.En la citada página —www.jamillan.com— también encontramos una buena cantidad de enlaces interesantes a sitios en donde se analiza, practica, recrea o perfecciona el insulto.Cómo andarán las cosas, que hasta un juego de mesa se ha inventado para practicar a gusto el insulto. ¡En serio!: El mentado jueguito —que, por cierto, le permite aprender a insultar en otro idioma— se llama International Insult, puede adquirirse a través de la red por la bagatela de 30 dólares y permite que de 3 a 6 personas se abandonen al placer de insultarse y —según reza la etiqueta— pueden jugarlo niños desde los 12 años.Otra novedad que presenta la red de redes en este asunto es la comodidad para quienes desean “evitar la fatiga” de confeccionar insultos para sus rivales, vecinos o compañeros de trabajo. Si usted es de esos a quienes les falta imaginación para confeccionar improperios, no se preocupe, ya llegó en su auxilio, ¡La máquina de los insultos!El asunto es simple y está al alcance de unos cuantos clicks: el primer paso para arribar al paraíso de la injuria es ingresar a una de las muchas páginas electrónicas donde se encuentra montado el artilugio informático.Luego se procede a seleccionar el perfil del individuo a quien se desea insultar (sexo, complexión, filiación política, aspecto general)… ¡y listo!: El software se encarga de diseñarle un agravio a la medida.Lo mejor de todo: si a usted le parece que la calidad de improperio no es la adecuada, no se preocupe, vuelve a hacer click en el cuadrito “procesar insulto” y la máquina le presentará uno más fuerte todavía.Los anglos que gustan de viajar por tierras americanas, y que ya se dieron cuenta que por acá los sometemos a duro tratamiento con nuestro slang, o caló, ya pusieron en la red un diccionario alternativo del español donde se recopilan las palabrotas de nuestro idioma e intentan ser explicados en inglés. No se ría: los güeritos tratan de aprenderlo todo.Para quienes a estas alturas todavía conserven algún grado de escepticismo acerca de la relevancia del insulto como parte del idioma, aquí va la madre de todas las pruebas: en julio de 2003, doña Marisela Colín Rodea presentó el trabajo El insulto: estudio pragmático-textual y representación lexicográfica, ¡como tesis para obtener el grado de doctor en lingüística aplicada! (su trabajo, por cierto, fue financiado por la UNAM).Hacer escarnio de los demás puede ser incluso una terapia… o al menos eso creen los creadores de la página insultosweb.com, sitio a donde a usted le invitan a desahogarse, injuriando al resto de los cibernautas presentes.Una advertencia importante: si alguna vez decide a ingresar al referido sitio, no deje de leer la advertencia que hacen los administradores del mismo: corre el riesgo de que los demás le contesten.En fin, que en esto de molestar al prójimo con el uso del insultante repertorio de nuestro idioma hay para dar y repartir. Todo es cuestión de proponérselo, entrenar constantemente y en menos que canta un gallo, usted será un experto en el arte de proferir epítetos contra sus semejantes.