Las personas que hablan al revés revelan la infinita capacidad del cerebro para jugar con el lenguaje
Las personas que hablan al revés revelan la infinita capacidad del cerebro para jugar con el lenguaje
En 2020, Adolfo García, neurolingüista de la Universidad de San Andrés de Argentina, tuvo un encuentro casual con un fotógrafo que divertía a sus modelos hablándoles al revés; la palabra española casa se convirtió en asac, por ejemplo. Al enterarse de que el fotógrafo dominaba el “habla al revés” desde pequeño y era capaz de mantener una conversación totalmente al revés, García se propuso estudiar el fenómeno.
Su investigación sobre este divertido estilo de hablar atrajo suficiente atención como para ganarle el Premio Ig Nobel, un premio patrocinado por la Universidad de Harvard desde 1991 por investigaciones que "primero hacen reír a la gente y luego pensar". El discurso inverso no confiere ninguna ventaja práctica a sus hablantes. Quizás simplemente existe para el puro disfrute del hablante y del oyente, quienes reconocen los sonidos en asac u onom (mono). Sin embargo, esta habilidad, que según García fue inicialmente descartada por sus conocidos y colegas como “ridícula e inútil”, no es de ninguna manera un desperdicio total porque ofrece información sobre cómo el cerebro humano procesa el lenguaje de maneras atípicas.
“Tuvimos la oportunidad de explorar algo inusual, incluso, a veces, absurdo”, dice García sobre el estudio de Scientific Reports de 2020 por el que él y su equipo ganaron el Ig Nobel. Este reconocimiento lo tomó por sorpresa, especialmente considerando que no continuó con esta línea de investigación en particular después de la publicación del estudio. Su investigación se centra ahora en abordar las dificultades del lenguaje en personas autistas y en personas con ataxia, enfermedad de Parkinson o trastornos neurodegenerativos. Pero García sigue siendo un ferviente defensor de hacer del habla al revés algo más que una rareza lingüística. De hecho, espera que su trabajo resulte valioso en el desarrollo de terapias más efectivas para los trastornos del lenguaje.
En los alrededores del estuario del Río de la Plata, que linda con la provincia de Buenos Aires y algunas partes del sur de Uruguay, la lengua de inversión de palabras pertenece a un tipo de jerga llamada lunfardo, que es producto de lenguas inmigrantes de finales del siglo XIX y principios del XX Esta maravilla lingüística utiliza sólo letras o sílabas intercambiadas de atrás hacia adelante. En lunfardo, la palabra vesre representa significa revés. Todavía hoy hay legiones de apasionados hablantes de lunfardo. Miles de intercambios aparecen en la conversación ordinaria: feca por café, choborra por borracho o rioba por barrio. En Argentina y Uruguay estas palabras son parte de la cultura. A menudo aparecen en letras de tango, pero casi todo el mundo los esparce como palabras sueltas en las conversaciones, aunque no de forma tan continua hacia atrás, como lo demostró el fotógrafo con el que se encontró García.
El habla al revés se puede practicar en cualquier idioma que tenga una gramática “transparente”, lo que significa que los fonemas (las distintas unidades sonoras de un idioma) tienen el mismo sonido independientemente de su posición relativa a otras partes de una palabra, según María José Torres Prioris. investigador de la facultad de psicología de la Universidad de Málaga en España y del Instituto de Investigaciones Biomédicas de Málaga, coautor del estudio Scientific Reports.
La inversión de palabras es posible en idiomas como el español, el vasco o algunas lenguas mayas, en los que existe una correspondencia directa uno a uno entre letras y sonidos. Por ejemplo, el español tiene cinco vocales y cada una tiene un sonido distinto que permanece constante en todas las palabras. En cambio, el inglés, considerado una lengua “opaca”, tiene 12 sonidos diferentes para esas mismas cinco vocales. En español, la letra A tiene un sonido consistente y se escribe de la misma manera, mientras que en inglés puede producir sonidos variados, como se ve en palabras como “back” (/æ/) o “far” (/ɑ/). Torres Prioris reconoce que en inglés también se puede hablar al revés, pero el hablante y el oyente pueden confundirse entre cómo se pronuncia una palabra y cómo se escribe. Esa confusión de sonidos no existe en español.
Hablar al revés no se limita a la zona del Río de la Plata. En Francia hablar al revés se llama verlan, término que es la inversión de las sílabas de l'envers, que significa "lo inverso". El verlan incluye expresiones como cimer por merci (gracias) o jourbon por bonjour (buenos días). Algo similar existe en Medellín, Colombia, donde la gente se expresa en parlache , y en Panamá, que en el argot se llama reversina.
La adoración cultural por el habla al revés quizás alcance su cúspide en San Cristóbal de La Laguna, una ciudad de las Islas Canarias de España donde los residentes están presionando para que se reconozca oficialmente el habla al revés. Aquí la tradición comenzó en la década de 1930 por un barbero que hablaba al revés. Hoy, aquellos en quienes influyó han pedido a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) que declare la práctica “patrimonio cultural inmaterial de la humanidad”. Algunos sancristobalenses incluso han reñido con profesores de español y autoridades de la Academia Canaria de la Lengua, quienes sostienen que esta forma de hablar no equivale más que a un juego lingüístico.
El premio de los investigadores ganadores del Ig Nobel consistía en un billete de Zimbabwe fuera de circulación y un PDF que podía imprimirse y doblarse para formar una caja de refresco de cola en miniatura. Los hablantes al revés en su estudio poseían una “habilidad extraordinaria” para invertir rápidamente palabras (incluso inventadas), oraciones y textos. Estos individuos podían reorganizar los sonidos, pero preservar la identidad de una palabra sin esfuerzo, descubrió el equipo de García y Torres Prioris. En lugar de decir plata (dinero), por ejemplo, decían atalp. Invirtieron las letras de la palabra, no las sílabas, e incluso mantuvieron los acentos apropiados. “Es un mecanismo mucho más complejo” que un juego tonto, subraya García.
En el estudio de Scientific Reports, los científicos diseñaron varias tareas para evaluar la capacidad de los participantes para producir palabras hacia adelante y hacia atrás. Los investigadores midieron la precisión y la velocidad al reorganizar las secuencias de fonemas y obtuvieron grabaciones de imágenes de resonancia magnética estructural y funcional.
Uno de los hallazgos del estudio muestra que los participantes tenían una capacidad de invertir instantáneamente palabras que no podíaN explicarse, por ejemplo, por tener una memoria de trabajo superior (el tipo de memoria que permite a las personas recordar brevemente un número de teléfono, por ejemplo). Además, estos individuos no exhibieron ninguna otra habilidad de inversión, como escritura en espejo o escritura al revés.
Las neuroimágenes revelaron que los hablantes de este tipo tenían más volumen de materia gris y conexiones entre neuronas, no sólo en regiones asociadas con el procesamiento de fonemas (a lo largo de lo que se llama la vía dorsal del hemisferio izquierdo) sino también en otras áreas del cerebro involucradas en procesos semánticos, ciertas funciones visuales. y control cognitivo. Por lo tanto, el habla invertida pone en juego mecanismos cognitivos más allá de los circuitos del lenguaje clásico.
Otro aspecto intrigante de los hallazgos del equipo, según Torres Prioris, muestra que la plasticidad cerebral demostrada por los hablantes inversos del estudio les permitió "realizar la misma tarea con diferentes recursos neuronales".
María Castelló, profesora asociada de investigación en neurociencias integrativas y computacionales en el Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable en Uruguay, que no participó en este estudio, cree que ha abierto "una ventana a los mecanismos de codificación fonológica": la grabación de textos escritos, información ortográfica en un código basado en sonido. En concreto, arroja luz sobre “un área poco explorada en neurolingüística”, afirma Castelló.
"Los estudios de neuroimagen han revelado que las regiones cerebrales específicas implicadas pueden variar entre los individuos, lo que subraya la plasticidad del cerebro humano a la hora de adaptarse a capacidades lingüísticas excepcionales", añade. La contribución más significativa de este estudio, afirma Castelló, es que ofrece conocimientos que mejoran la comprensión de los mecanismos neuronales implicados en el procesamiento de sonidos y la construcción de palabras.
Hablar al revés puede parecer a algunos un capricho absurdo que no hace más que provocar risas entre amigos en lugares como San Cristóbal de La Laguna. Pero García y Torres Prioris sostienen que esta investigación es relevante para una comprensión más profunda de los trastornos neurológicos que afectan el lenguaje. "No puedo decir que este estudio tenga un impacto clínico directo, pero sí creo que va en esa dirección", dice Torres Prioris.
Desde la publicación del artículo del equipo, Torres Prioris se ha centrado en estudiar los síntomas característicos de la afasia post-ictus, que afecta la capacidad de hablar y resulta de lesiones en las regiones del cerebro responsables del lenguaje. Las personas con afasia pueden presentar errores lingüísticos como la inversión, sustitución, suma o resta de fonemas al comunicarse. En este contexto, la identificación de los circuitos neuronales asociados al habla al revés es, a su juicio, “un paso adelante” para el desarrollo de tratamientos de estimulación cerebral no invasivos para personas con esta condición. Y en el futuro espera obtener una terapia eficaz a partir de los resultados del estudio del habla al revés.
“Cuando nos enfrentamos a algo aparentemente ridículo o absurdo, es bastante fácil descartarlo como si el valor científico residiera en asuntos grandiosos, revolucionarios y trascendentes”, dice García. "Una lección de este estudio es que si vemos algo absurdo y no encontramos inspiración, no estamos pensando con la suficiente profundidad.