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Los “cracks” del diccionario: historia y uso de una palabrita que se las trae

19/12/2023
Bárbara Marqueta Gracia y Francisco Javier Rubio Orecilla *

Aunque a los personajes de Rayuela el diccionario les parecía el “cementerio de las palabras”, quizá sería más certero definirlo como el Benidorm de las palabras: llegar a residir en él es un viaje de premio, el reconocimiento a una larga andadura por la lengua y también el testimonio de su legado en ella.

Hace poco le ha llegado el turno a crack, palabra prestada del inglés que ya estaba en el diccionario, a la que la Real Academia de la Lengua Española ha añadido una acepción nueva: ‘Persona que destaca extraordinariamente en algo’.

Esta acepción se suma a las dos que ya existían: ‘cocaína en piedra’ y ‘caballo que destaca en las carreras’. Y modifica ligeramente una ya presente desde 2001: ‘deportista de extraordinaria calidad’.

La reciente decisión constata que se ha producido una extensión semántica. De los caballos que destacaban en las carreras, mediante una progresiva identificación metafórica de su excelencia con las personas, surgió la primera ampliación de su uso al de deportista sobresaliente. Hoy ya pueden ser cracks personas que destacan en cualquier ámbito.

La entrada actualizada del DLE también presenta otro cambio, más sutil. Incorpora una segunda palabra, crack o crac, con el significado de “quiebra, bancarrota, caída” (nótese que cuando la palabra se escribe en español, sin la k, no hace falta ponerla en cursiva). Estas dos cracks quedan separadas como palabras homónimas, al referirse a realidades dispares, aunque ambas se gestan por simbolismo fónico, esto es, su significante emula el sonido que hacen las cosas a las que nombran.

‘Crack’ inglés y crac español: una cuestión muy ruidosa

En español existe un viejo crac, simple onomatopeya de cualquier crujido o ruido seco. Lo encontramos ya en textos del siglo XIX en el Corpus Diacrónico del Español (CORDE), en uso onomatopéyico o con el significado de “choque, ruido y ruptura”. Para posible sorpresa del lector, el diccionario de la RAE no vincula etimológicamente la onomatopeya española con su homóloga inglesa crack.

Esta última es tanto verbo (“hacer un ruido seco, quebrarse”) como sustantivo (“sonido penetrante; fractura”). Coloquialmente puede referirse a un disparo, a un grito, o incluso a conversar ruidosamente. En los siglos XIV y XV, los primitivos cañones sonaban crack.

Viejos antepasados de ese crack son el inglés medio craken (s. XIV) y el inglés antiguo cracian (s. X), que se relacionan con el holandés kraken y el alemán krachen (crujir, estallar). Todas estas palabras procederían de un protogermánico krakōjan, que a su vez podría derivar de una raíz indoeuropea presente en el lituano girdžėti (crujir), el sánscrito gárjati (él brama, ruge), y el armenio karkač (ruido).

Rompiendo marcas

Nuestro crack, en la nueva acepción de “el mejor”, se asemeja a un adjetivo inglés crack, coloquial y poco usado, que también significa “excelente, lo mejor”.

Este no es una innovación ni surge en el ámbito de la hípica y otros deportes, como sí sucede en español y francés. El primer ejemplo lo encontramos, en 1793, en la expresión crack flock (un rebaño muy bueno). En inglés informal, hay hoy expresiones todavía relacionadas como a crack detective, siempre como adjetivo que califica a alguien rompedor en su profesión.

Los ‘cracks’ del deporte en España aparecen en los 80

La primera alusión que registra el corpus de referencia del español actual (CREA) a un crack en el ámbito deportivo –que sea una persona y no un caballo– aparece en el suplemento deportivo del diario ABC del 18 de mayo de 1982. Se refiere ni más ni menos que a Diego Armando Maradona, aunque hay usos previos de esta palabra en ese sentido en la prensa hispanoamericana desde 1940.

La primera alusión a un crack en el ámbito extradeportivo la localizamos, también en CREA, en La Vanguardia del 16 de octubre de 1995, donde Jordi Pujol es definido como “crack de la oratoria”.

En el intervalo entre 1982 y 1995 predomina la acepción vinculada a la droga, como reflejo de la alarma social de esa época particular, y poco a poco, afortunadamente, ganan terreno las alusiones a personas destacadas.

La confusión del ‘crack’ económico

Por otro lado, el crack/crac en el sentido de quiebra bursátil se documenta como anglicismo, por supuesto en las noticias del crack del 29. Pero aparece escrito krac o crak ya en las noticias de la prensa madrileña referidas a una crisis de la bolsa… ¡en 1884!

Es una deformación de crash, que es el término inglés para “crisis bursátil” desde 1817, una onomatopeya que no tiene que ver, etimológicamente, con crack.

Se trata de una palabra de uso muy frecuente en español contemporáneo en alusión a crisis de diversa índole, no exclusivamente económica.

Alfredo Landa, detective y crack

Pese a que la desconexión etimológica y semántica es palpable entre crack como persona sobresaliente y crack como quiebra o crisis, los hablantes conectan espontáneamente ambas palabras, al escribirse igual o de manera muy parecida, como ocurre con múltiples variantes de lo que tradicionalmente se conoce como etimología popular.

Esto sucedió ya hace décadas, cuando muchos espectadores identificaron, equivocadamente, que el título de la película El crack (1981) aludía al personaje protagonista, interpretado magistralmente por Alfredo Landa, cuando la intención de su director, José Luis Garci, era referirse a la coyuntura política y social de la Transición, en un filme rodado a caballo entre Madrid y Nueva York (sede del más conocido de los cracks).

Esa España de las películas de la “tercera vía” arañaba el nivel A2 de inglés al ritmo de los Beatles. Y, aunque todavía dura de oído, saldaba la asignatura pendiente de sus abuelos con la lengua de Shakespeare, esos que dudaban entre crac, krak, krack y crash.

Connotaciones positivas

En resumen, el uso de crack en inglés con el significado de excelente o sobresaliente, aplicado tanto a cosas como a personas –coloquial y más bien restringido–, podría haber dado lugar en francés y español al significado ‘caballo que gana carreras’. De ahí habría pasado a aplicarse en todo el ámbito hispánico a futbolistas, deportistas excelentes y, más recientemente, a cualquier persona sobresaliente. El crack inglés nunca llegó a ser tan rompedor.

Antes de acabar, no debemos olvidar el poder del lenguaje para eludir aludiendo a lo que no desea nombrarse. Hubo una vez en que nos dio menos miedo oír crack que quiebra, en que muchos adolescentes no sabían que crack era droga. Quizá es el tiempo de advertir a las nuevas generaciones de que los cracks los eligen otros, y que “crear”, “crecer” y “creer en uno mismo” suenan mejor.

*Bárbara Marqueta Gracia es ayudante Doctora de Lengua española, Universidad de Zaragoza.

Francisco Javier Rubio Orecilla es Profesor Contratado Doctor en el área de Lingüística Indoeuropea, Universidad de Salamanca