Los mercaderes genoveses del siglo XIII y el origen de la palabra “riesgo”
Detalle de la “Carta marina”, de Olaus Magnum (1539) / Cortesía de Wikipedia
Últimamente, todos nos hemos convertido en expertos en evaluación y gestión de riesgos, pensando, hablando y tuiteando sobre los riesgos que corremos cuando realizamos actividades que antes eran mundanas. Es difícil imaginarnos sin el riesgo: el instrumento analítico que utilizamos para calcular la conveniencia de las empresas que pueden resultar en ganancias o pérdidas. Sin embargo, cuando la palabra riesgo llegó a las lenguas de Europa occidental en el siglo XII (más o menos al mismo tiempo que otras palabras utilizadas para hacer variar la balanza de la fortuna: peligro y azar), tardó en imponerse.
Niccolò Macchiavello (1469-1527) y Francesco Guicciardini (1483-1540) ―los dos grandes escritores de los siglos XV y XVI que escribieron sobre la contingencia y el poder mientras todo se derrumbaba a su alrededor― no utilizaron el italiano rischio en las obras por las que son más recordados, aunque los italianos fueron los primeros en adoptar la palabra y los comportamientos especulativos que nombra.
El primer uso conocido de la palabra latina resicum ―conocida y ancestro lejano del inglés risk― se produce en un contrato notarial registrado en Génova el 26 de abril de 1156. El capitán de un barco contrata con un inversor para viajar a Valencia con la suma invertida. El contrato asigna el resicum al inversor. En un acuerdo típico, el capitán recibía el 25% del beneficio al final del viaje. El inversor o los inversores se embolsaban el pago del resicum: el 75% restante. Este contrato también nos recuerda que la tripulación del barco italiano medieval era una sociedad igualitaria. Especifica que el viaje se prolongaría desde Valencia para comerciar en Alejandría antes de regresar a Génova, pero sólo si la mayoría de los hombres a bordo estaba de acuerdo.
Resicum hizo una especie de magia práctica en estos primeros contratos. El derecho canónico prohibía el pago de intereses sobre los préstamos en la Europa medieval (al igual que el derecho islámico en el Mediterráneo oriental y meridional). Al inventar una bonificación que se pagaba al inversor en caso de completar con éxito un viaje, el resicum ofrecía una solución a los capitalistas de riesgo y al capitán que buscaba capital. También ofrecía a los que no podían viajar una oportunidad de obtener ingresos por la inversión. Una pequeña pero significativa proporción de los inversores en estos contratos marítimos eran marineros retirados o mujeres. Por último, repartió el riesgo asumido por quienes emprendían el viaje transmediterráneo.
El rizq fue rebotando de puerto en puerto hasta recalar en la mesa de trabajo de un escribano de Génova, lo que registra una estrategia utilizada para repartir el riesgo de las empresas comerciales transmediterráneas
La navegación en el Mediterráneo podía ser enormemente rentable, pero era arriesgada. Una tormenta repentina podía aniquilar el barco, la tripulación y la carga. La piratería estaba muy extendida. Un capitán no tenía forma de conocer las condiciones del puerto de destino en el momento de zarpar. Podía partir hacia Valencia con la intención de comprar seda fina, sólo para descubrir que el cambio de régimen o la peste habían destruido la economía y dispersado a los hilanderos y vendedores de seda. Antes de la innovación del resicum, el capitán y la tripulación asumían solos los riesgos del viaje: sólo ellos soportaban las cargas (y se embolsaban los beneficios). Pero el resicum repartía los posibles beneficios y pérdidas entre una comunidad más amplia. Ponía un número a la contingencia y, al hacerlo, racionalizaba el riesgo.
Nota de Ricardo Soca
Corominas (1980) considera dudoso el origen de riesgo y propone la hipótesis de que provenga del castellano risco. El etimólogo británico Eric Partridge cree que el equivalente inglés risk se deriva del temprano francés Moderno risquer, y este, del italiano risco “de origen oscuro”, hoy rischio. Lo mismo afirma el francés Albert Dauzat, quien agrega que proviene del bajo latín risicare, formado a partir del prefijo latino re- y el verbo secare ‘cortar’. En el Glossaire du latin du Moyen Âge Du Cange s. XVIII, figura el vocablo risico, con el significado de ‘riesgo’.
* Karla Mallette es profesora de Estudios Italianos y Mediterráneos y presidenta del Departamento de Estudios de Oriente Medio de la Universidad de Michigan. Es autora de The Kingdom of Sicily, 1100-1250: A Literary History (2005), European Modernity and the Arab Mediterranean (2010), y Lives of the Great Languages: Arabic and Latin in the Medieval Mediterranean (2021).