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Los prejuicios ideológicos dañan la calidad de la educación

06/12/2022
Lola Pons

Catedrática Lola Pons

El Ministerio de Educación de España se ha visto obligado a aplazar un año la entrada en vigor de la nueva prueba de acceso a la Universidad, un ejercicio que, envuelto en nobles propósitos, consolida la relajación de las exigencias que han orientado las reformas educativas de la izquierda española. La nueva EBAU pretende evaluar un cúmulo diverso de saberes –desde la historia a la gramática pasando por la filosofía y el segundo idioma– a través de 28 preguntas tipo test en lo que la catedrática de Lengua Española de la Universidad de Sevilla, Lola Pons, califica como un “modelo Twitter” de examen. En un ejemplo de vaciado de los conceptos propio de Orwell, a esta prueba se la llama examen de madurez. La realidad es que los alumnos podrán llegar a los estudios superiores sin haber demostrado oficialmente su capacidad de redactar un texto mínimamente coherente. 

La reforma del acceso a la Universidad no es sino el paso de una degradación progresiva de la educación pública en España que anualmente pone de manifiesto el Informe PISA, aunque haya excepciones en comunidades con datos extraordinariamente positivos. En términos generales desde la izquierda se pone el acento en la falta de medios para explicar estos datos impropios de un país desarrollado. Es acertado este enfoque y cualquier política educativa tendría que garantizar un aumento de la inversión en medios humanos y materiales en consonancia con la importancia de este servicio público. Sin embargo, desde este mismo sector se obvian otras cuestiones estructurales como es la construcción de un modelo que rebaja las exigencias de aprendizaje y desprecia valores como el esfuerzo, la disciplina o la calidad de los contenidos. En lugar de implementar más medios para luchar contra el fracaso escolar –verdadera lacra del sistema educativo español– se pretende maquillar las cifras igualando por abajo para ofrecer una imagen de éxito alejada de la realidad.

En este esquema es evidente que sobra cualquier evaluación única en toda España porque dejaría a la vista las vergüenzas de quienes están más cómodos vendiendo la mediocridad como excelencia. En el ámbito educativo no importa sacrificar la sacrosanta igualdad de oportunidades que tanto dicen defender.

A quien perjudica más esta estrategia del avestruz es precisamente a las capas más humildes de la sociedad que tendrán que enfrentarse a un mercado laboral cada vez más globalizado y exigente sin que encuentren en el sector público capacidades que les equiparen al sector privado. 

Se impone, por lo tanto, la exigencia de sustraer a la educación tanto de la lucha política como de los prejuicios ideológicos y afrontar el reto con realismo, medios suficientes y sentido común. Para ello, quizá, habría que mirar en el vecino Portugal que en los últimos años ha recortado 9 puntos de PIB per capita a España. Un tiempo antes, acometió una ambiciosa reforma educativa basada en el esfuerzo. Los resultados están a la vista para quien quiera verlo.