Magí Camps: “La gente debería tomar conciencia de cómo habla y escribe”
Magí Camps en Barcelona. Foto: Ana Jiménez
El periodista y filólogo Magí Camps lleva más de tres lustros publicando en La Vanguardia una columna que es una suerte de cajón de sastre, en la que trata de forma amena sobre curiosidades lingüísticas. A raíz de ello, la editora de Eumo Montse Ayats se puso en contacto con él para armar un libro.
Desde hace unos días, en los anaqueles ya se puede hojear “Parla'm amb estil”, donde Camps, que ha sido durante años el responsable lingüístico del diario barcelonés, expone en cortos y desenfadados capítulos todas sus “manías” respecto al uso de la lengua, en este caso el catalán.
En una entrevista con Efe, explica que, excepto el primero de los textos, ninguno ha sido publicado antes y con ellos quiere contribuir a que la gente “tome conciencia de cómo habla y escribe, porque muchas veces no lo sabemos y la forma en la que uno habla es su carta de presentación, igual que la camisa que lleva, el barrio en el que se vive o el coche que conduce”.
La intención es hacer ver al lector que no es lo mismo utilizar una palabra que otra en según que contextos o que si se quiere “transmitir con claridad lo que queremos decir, no lo podemos hacer sin cuidar y pulir nuestra manera de hablar”.
“Lo primero que hago –argumenta– es definir mi estilo. Yo he sido bacaladero antes que filólogo y periodista, porque mi familia tenía una tienda de pesca salada, primero a pie de calle, y luego en una parada en un mercado de Barcelona, y siempre he estado detrás de un mostrador. Y ha sido allí donde he aprendido con el trato de la gente la lengua más fresca”.
A la vez, rememora que en sus tiempos de juventud, cuando no había gente en la tienda, repasaba los apuntes de la universidad sentado encima de una gran lata, y leía la lengua académica. “Mi estilo surge de aquí, de estos dos mundos”, destaca.
Camps deja claro que cuando habla de estilo no está hablando de “elegancia, porque hay gente que puede tener un estilo muy destripado, como podrían ser los ‘moteros’, pero eso es algo que los define”.
En otro momento, se muestra favorable a la “transgresión, pero nunca al error”, puesto que las lenguas evolucionan y “si solo utilizáramos las palabras del diccionario, no avanzaríamos”.
A modo de ejemplo, asevera que en una obra de teatro en catalán, su autor podría utilizar la palabra “enterro” (entierro) en vez de la canónica “enterrament” porque “la gente de la calle este segundo término no lo emplea, pero lo que nunca se debería hacer es utilizar la expresión ‘assecar’ en referencia a las lágrimas, porque es un error, ya que el verbo correcto es ‘eixugar’”.
Otra de sus preocupaciones es que “durante estos cuarenta años de inmersión lingüística, que deberían habernos llevado a ser una sociedad absolutamente bilingüe, esto no ha ocurrido”.
“Cuando ayudaba a mis padres –recuerda–, ellos me decían que el cliente siempre tenía razón y que si se me dirigían en castellano, yo debía contestar en castellano, y si lo hacía en catalán, yo hablaba en catalán. Sin embargo, ahora, como cliente, no siempre puedo dirigirme en catalán a quien está detrás de un mostrador”.
A su juicio, “hay gente que ha sido escolarizada en este sistema y que no se mueve del castellano cuando están en un trabajo de atención al público. De la misma manera, digo que cuando sean clientes utilicen la lengua que quieran”.
Respecto al futuro del catalán, dice ser pesimista porque “no hemos conseguido que una parte de nuestra sociedad se lo sienta tan suyo como el castellano. No conseguiremos nunca que una persona hable una lengua si no la quiere”, apostilla.
Magí Camps concluye que, por este motivo, hay que “seducir” y tener “mucho cuidado a la hora de corregir e imponer. Hay que seducir más que no obligar. Soy consciente de que es muy difícil, pero hay que continuar intentándolo”.