Marcos Ana vuelca en la cultura ideales que la cárcel no mató
por Nelson Sandoval DíazSantiago de Chile, 26 oct (EFE).- A sus 85 años, el poeta español Marcos Ana afirmó en Santiago que mantiene los ideales que lo convirtieron en el preso político que más tiempo pasó en las cárceles franquistas y cree que, sin revanchismos, aún pueden convertirse en realidad.Volcado por entero a esa "eterna alborada" que es la cultura, el poeta, que estuvo encarcelado desde 1939 hasta 1961, llegó a Chile para participar en actividades de la XXV Feria Internacional del libro de Santiago, de la que España es el invitado de honor."Lo que yo he sufrido me ha hecho comprender que no sería nunca más capaz de ejercer la violencia contra nadie. A lo que aspiro es a ver triunfantes los ideales por los que luchamos", dijo a EFE tras participar la noche del martes en una mesa redonda."Me sentiría profundamente desgraciado si yo quisiera que los demás sufrieran lo que yo he sufrido", subrayó el poeta, que en cada noche de prisión "esperaba ser sacado al amanecer para el fusilamiento".A su juicio, España, "con un gobierno de talante progresista", va camino de hacer realidad los ideales que inspiraron su lucha y cree que "las heridas han cicatrizado", aunque faltan "algunas reparaciones" y recuperar la memoria histórica.Nacido en 1921 en una pequeña localidad de Salamanca con el nombre de Fernando Macarro, el poeta tenía quince años al estallar la guerra civil, y tras recoger el cadáver de su padre entre los escombros de su casa destruida, se alistó en el bando republicano, y en 1939 fue capturado en Alicante.En la cárcel conoció a Miguel Hernández, que murió en prisión, y se convirtió él mismo en poeta; desde el encierro pudo dar a conocer sus obras, como "Autobiografía", "Mi mundo es un patio" y "Te llamo desde un muro".Tras componer su primer poema a los 33 años, escogió el seudónimo de Marcos Ana, en recuerdo de sus padres campesinos, Marcos Macarro y Ana Castilla.Tras recuperar la libertad en noviembre de 1961 se exilió en Francia, donde desde 1973, junto a Pablo Picasso y otros intelectuales, participó activamente en actos de solidaridad con Chile, sometido a la dictadura de Augusto Pinochet.Ello le unió, dijo, "de manera indeleble", a la figura de Pablo Neruda y a Chile, "que me acogió como a un hijo" desde su primera visita a ese país, en 1963, en la que conoció a Salvador Allende."En el verano de 1974 organizamos con el poeta Louis Aragon un gran acto cultural de solidaridad con Chile; lo llamamos 'Con Chile en el corazón'", recordó.El año pasado fue uno de los galardonados por el Gobierno chileno con la medalla presidencial Pablo Neruda, en el marco del centenario del poeta chileno, ganador del premio Nobel de Literatura en 1971.La mesa redonda "Con Marcos Ana, Chile y España en el corazón" parafraseó también "España en el corazón", la obra que sobre la guerra civil escribió Pablo Neruda, que además gestionó el traslado a Chile de más de 2.000 refugiados que viajaron en el barco "Winnipeg"."El 'Winnipeg' fue el buque insignia de la solidaridad con España", recalcó Marcos Ana en el encuentro, donde departió con el pintor José Balmes, llegado a Chile en ese barco, y con los poetas Delia Domínguez y Jorge Montealegre.Este último, al igual que Marcos Ana, se hizo poeta en prisión, tras ser encarcelado por el régimen de Pinochet (1973-1990).Marcos Ana se excusó ante los chilenos, pues estaba ilusionado con la idea de presentar en esta visita sus memorias y no alcanzó a terminar el libro."Prometo que volveré el año próximo con el libro debajo del brazo; no os preocupéis, porque soy todavía muy joven", afirmó el octogenario.Aunque admitió, con humor, que "el bosque de mi generación se va despoblando poco a poco", aseguró que "sigo en pie como un árbol milagroso, quizás porque no he perdido la excitante costumbre de vivir".Reconoció también que "hay leyes biológicas que son irremediables" y es consciente, "y lo asumo con pena, que mi futuro se va achicando y que ya no me queda tiempo para ver cumplidos los ideales por los que he luchado durante toda mi vida"."Dejo esa esperanza en manos de las nuevas generaciones, ellas verán florecer las alamedas de Salvador Allende y construirán una sociedad más justa", dijo.Una sociedad, dijo, "donde el sol salga y caliente para todos, una sociedad sin armas y sin guerras, donde hombres y mujeres sean verdaderamente libres y puedan gozar en paz de una nueva primavera del mundo".