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No sigo a los puristas

06/06/2010

Mónica Lavín, El UniversalNo me alío con los puristas del idioma. Reconozco que el español que hablamos en México es maleable, que su riqueza está en las voces indígenas que le dan textura, sonoridad, significado sumadas al castellano nutrido del árabe, el latín y el celta, anglicismos, galicismos, etc. Que el tapiz histórico de cada oración que decimos o escribimos es fascinante. Que idioma es identidad y por ello me sorprendió haber escuchado en el radio a un funcionario de turismo de Sonora, cuando se refería una controvertida campaña por atraer turismo de Arizona al vecino Sonora con carteles indicando que podían pasar un gran tiempo en las playas, montañas de su vecino mexicano. Great time, aclaró. Y es que efectivamente de manera literal, como cuando uno se atreve a pedirle a la computadora que traduzca un texto del inglés al español o viceversa, resulta que great es grande o gran y time es tiempo. Esa frase coloquial en inglés equivaldría a nuestro pasar un buen rato. Para nosotros el tiempo es rato. Más acotado de alguna manera. Nuestra visión cultural del tiempo es otra historia y no tengo afán de meterme en terrenos de especialistas es sólo que las palabras son el pan nuestro de cada día, a través de ellas comunicamos nuestra percepción del mundo, nuestros gozos y molestias, precisamos, damos textura, sentido, nos presentamos y compartimos nuestra mirada. Un «gran tiempo», solamente que se queden mucho rato por este lado, que por como están las cosas no es lo que buscará el turista (y menos el de Arizona, aunque las generalizaciones nunca son justas y menos si estamos criticando una actitud racista del otro lado). Tampoco es lo más adecuado que el coordinador de fomento turístico de Sonora diga que «el consulado de Nogales sacó un warning» (como se escuchó en la conversación con Mario Campos en Antena Radio). No se trata de señalar delincuentes del idioma sino de reflexionar sobre el asunto: es un hecho que esa manera de hablar se está dando. Animal vivo, la lengua es de quien la usa. Y del territorio donde se usa. Y Arizona está muy cerca de Sonora.Que se pueden inventar palabras, claro. Es un placer leer a Elmer Mendoza o a Daniel Sada (norteños ambos, de Sinaloa y Coahuila ) y bebernos sus palabras desparpajadas, sugerentes, con alturas poéticas. Pero otra vez estamos en el territorio de las riquezas sonoras (con minúscula) y las texturas culturales. No se trata de ir con gabardina y lupa, grabadora y red de mariposas acusando a los infractores del correcto español (¿quién además se las podría dar de sábelotodo?), que bien a bien va mudando de traje, pero que quien tenga la responsabilidad de comunicar, de explicar las virtudes de una región a otras y a otros países no se exprese correctamente da un poco de pena ajena, o de resignación. Es comprensible que alguien de poca preparación escolar, que se va para el otro lado, que se juega el pellejo y que aprende a expresarse en ese ir y venir de traducciones a muchas maneras del español diga: «Te hablo para atrás« (I call you back), por más chocante que suene, a que digamos warning cuando hay una palabra tan justa como advertencia o aviso. Es cierto, hay casos en que la palabra en inglés, con su poder de contracción o su virtud onomatopéyica, resuelve mejor algo que queremos decir, pero de hablar en público la evitaremos o la usaremos con deliberada intención. Pienso en homesick, por ejemplo, cuya traducción sería nostalgia, añoranza. Lo cual tampoco es preciso, porque literalmente es enfermo de casa. Se usa cuando se está lejos de la tierra de uno, de la casa de uno. Es precisa y no tiene un equivalente exacto en nuestro idioma. A lo mejor es necesario y se justificaría que el coordinador de turismo diga que cuando el arizoniano (mis disculpas por favor porque no sé si el gentilicio es correcto) visite Sonora no se sentirá enfermo de casa, homesick, señores, porque aquí somos amables y cálidos y no todo mundo se anda ajusticiando al otro como parece por encima de las cosas buenas que nos permiten seguir viviendo aquí un gran tiempo, literal, y sin deseos de sentirnos enfermos de casa como ocurre con los que se van al otro lado expulsados por la falta de esperanzas.El español del migrante se forjará en ese estado de vida. Y será comprensible. El de los que estamos acá comunicando ideas debe a sus escuchas precisión y riqueza y tomar con sentido del humor los inevitables quiebres de frontera que siembran palabras como parquear, troca, yonke y que sin duda tienen carta de autenticidad. Textura, sonoridad, riqueza, crecer en palabras es un sino afortunado, acortar el vocabulario puede ser una poda de las ideas. Ese fue mi warning. www.monicalavin.com