Paul Auster: «Todo escritor debe
dudar de las palabras»
Con sus ojos del tamaño de bolas de billar, parece que Paul Auster va a devorar todo cuanto ve para plasmarlo en un libro. Ayer estos ojos vislumbraron León, donde recogió el Premio Leteo, que no tiene dotación económica y que en anteriores ediciones han recibido Fernando Arrabal (2005), Michel Houellebecq (2005), Amélie Nothomb (2007) o Adonis (2008). Anunció que el próximo otoño publicará una nueva novela (Sunset Park, ambientada, cómo no, en Brooklyn) y habló largo y tendido de las palabras y sus paradojas.
— Dicen los jóvenes del Club Leteo que el premio es un reconocimiento «por parte de escritores que inician su carrera hacia autores que, a su entender, han contribuido de manera más decisiva a la renovación literaria de nuestro tiempo».— No soy un modelo para nadie. Todo aquel que mire mi vida y las cosas que he hecho debería tomas nota para hacer justo lo contrario. Por otra parte, con los premios me pasa algo extraño. A mí me resulta más interesante estar con los jóvenes autores que se sienten alentados por mi obra que el propio hecho de recoger el galardón.— Hace un par de años, cuando vino a León a recoger este mismo premio, Martis Amis dijo que sólo leía a escritores muertos. ¿Y usted?— Martin, que es buen amigo mío, estaría bromeando. Por supuesto que lee a autores vivos, igual que yo. Hay muchos escritores geniales actualmente: Don DeLillo, Coetzee, mi esposa Siri Hustvedt? Y también me gustan autores españoles, como Javier Marías o Vila-Matas. Lo que sí sucede es que a medida que un escritor se hace viejo le interesa menos lo que está pasando. Cuando eres joven lees de todo y de forma voraz. Tan pronto como encuentras tu propio camino, lo que digan los demás no tiene ningún efecto en uno.— Y, después de pelear por encontrar una voz propia, ¿no acaba uno volviéndose un esclavo de ella?— Yo estoy buscándola todo el tiempo. No tengo un único método de trabajo y en cada libro me siento como un principiante. Lo que haya hecho en el pasado no me sirve en el presente. Tampoco leo lo que se escribe de mí. No es arrogancia, sino protección.— Pero sí que será consciente de su aureola de rockstar.— No mucho, a decir verdad. Mi compatriota, el escritor John Ashbery dijo una cosa estupenda sobre esto: «Ser un poeta famoso no es lo mismo que ser famoso». Comparado con las celebrities soy un enano que camina entre las sombras.— ¿Cuál es la clave para escribir sobre el propio hecho de escribir?— No tengo respuesta. Si la tuviera, escribiría un libro sobre cómo escribir el acto de escribir (risas).— Se puede usar el lenguaje para distorsionar la realidad, como vemos en la propaganda política y en la publicidad. La gente usa las palabras como un arma. Pero también hay quien usa el lenguaje para intentar expresar algún tipo de verdad sobre el mundo. Pero es difícil, porque las palabras nos dan el mundo, pero al mismo tiempo nos sacan de él. Un escritor se puede esforzar todo lo que quiera, pero nunca triunfará. A ver, todo escritor debe dudar de las palabras y mantener una relación defensiva respecto a ellas, porque no las posee. Tienes que usarlas de una forma que te sacudan. Si te vuelves complaciente con tu lenguaje pierdes interés.— Hablando de manipulación y política, usted, que tomó partido de forma activa por Obama, ¿cómo lo ve ahora?— Ha sido un año muy difícil en EEUU en muchos aspectos. Pero lo que más me ha escandalizado ha sido la hostilidad de los republicanos y de la derecha en general contra Obama. Le odian y quieren que caiga. No he visto una atmósfera tan desagradable en el país desde hacía mucho tiempo y, francamente, no me esperaba estos ataques tan miserables. Creo que su decisión de enviar más tropas a Afganistán es errónea, pero también que su reforma sanitaria, aún siendo mucho más floja de lo que necesitábamos, es esperada desde hace 100 años. ¿Qué sucede? Que el gobierno no funciona. Está paralizado por los filibusteros, que bloquean las votaciones con sesiones interminables en el Senado.— ¿Cómo ve el futuro de la literatura con el libro electrónico?— Puede animar a la lectura. Ahora bien, el problema es cómo regular el negocio y la piratería. Los jóvenes piensan que todo debería ser gratis, y no es así. Hay que educar para que entiendan que las obras están hechas con muchos sacrificios y que tienen que ser pagadas. Después, veremos si la gente prefiere el e-book al papel, cosa que no creo. Mi hija tiene 22 años y no está interesada en leer en una pantalla.— ¿Y cómo es su relación con la tecnología?— No tengo ni ordenador ni móvil. Me mantengo sin mácula.