Un peruano que escribe desde Sevilla para
media España
Daniel Pérez, La Voz DigitalA Fernando Iwasaki le encanta el giro irónico, la réplica afilada, el apunte surrealista, el juego de palabras. Lo suyo es alergia a la solemnidad. Si la conversación se pone obtusa, por muy sentido que sea el tema, quiebra el protocolo con alguna burla, improvisa un chascarrillo rápido, sin forzar la gracieta, y pega un capotazo, limpio y elegante, a la gravedad. Eso, en Cádiz, se llama 'tener ángel'. Su parroquia de lectores le agradece que aclare, con su forma de ser y de escribir, ese viejo e interesado equívoco (que pesa como una condena sobre intelectuales, artistas y 'gente de a pie') de que hay que vestir siempre la cultura y la inteligencia con un halo de seriedad. Se puede ser un profundo conocedor de la historia latinoamericana (Iwasaki lo es), un experto en Ciencias Políticas (Iwasaki lo es), un tratado andante de Literatura contemporánea (Iwasaki lo es), un articulista eficaz y carismático (Iwasaki.), sin necesidad de representar 24 hora al día el papel de erudito rancio, cercado por la mediocridad ajena.El autor «marciano» («ni soy del todo de Perú, ni del todo de aquí, ni cien por cien nacional, ni cien por cien extranjero»), que participa esta tarde en Cádiz en el ciclo Letras Capitales que organiza la Junta, es capaz de lucir su capacidad analítica en un ensayo como 'Republicanos, cuando dejamos de ser realistas', y a la vez reírse de los concursos literarios municipales y de sus bases estrambóticas en 'España, aparta de mí esos premios', un libro de relatos en el que, parodia en ristre, no deja títere con cabeza. Su condición de todoterreno es vocacional: «Estoy predispuesto a mezclar los géneros, a borrar las fronteras formales entre novela y cuento, o entre cuento y ensayo, o entre ensayo y crónica. A mí me interesa escribir libros, y en lo último que quisiera pensar antes de hacerlo es en parámetros cerrados, en compartimentos estancos, en límites o etiquetas».El humor «lubrifica»Siempre, eso sí, sin renunciar al humor, ya sea como base o como aderezo imprescindible: «No conozco todavía otra manera de crear, y la reivindico cada vez que puedo, aunque la gente prefiera presumir de solemnidades y gravedades. Lo que ocurre es que el humor en la literatura, por alguna razón que no comprendo, no tiene buena prensa. Y conste que la literatura española, la mejor, es una literatura humorística. Pienso en 'El Quijote', pienso en cualquier obra de Quevedo y pienso por supuesto en Larra, en Valle-Inclán, en Camba, en Cunqueiro, en Fernández Flórez, y ya en los últimos años en Mendicutti, Juan Bonilla, Felipe Benítez Reyes... La buena literatura española ha estado siempre vinculada al humor, pero parece que no es algo que entusiasme mucho a la crítica».A través de un juego voluntariamente perverso, Iwasaki relata en su último y desternillante título la historia de un escritor que presenta siete versiones del mismo cuento a otros tantos concursos, introduciendo las modificaciones necesarias para que encajen en las distintas convocatorias. «Bueno, lo mismo hacen los concejales de Urbanismo, que recalifican siete veces la misma parcela», bromea. La idea le proporciona la coartada perfecta para bordar un ejercicio de estilo en el que puede desplegar todo su ingenio, a la vez que se hace eco de una realidad harto conocida en el 'mundillo': «Muchísimos escritores se las apañan de maravilla gracias a los certámenes locales o de provincias, y me parece legítimo. Después de todo, ¿cuántas crónicas de Indias no se escribieron desde España, sin pisar América? Ahora, gracias a Google o usando la 'Wikipedia', cualquier escritor latinoamericano puede escribir un relato ambientado en Cartagena o en Alcalá de los Gazules».Ya aplicó la fórmula (la del humor inteligente hermanado con la calidad literaria) en otro de sus textos de referencia, 'Helarte de amar', esta vez sobre un poso de suave erotismo. Fue entonces cuando defendió que el sentido del humor incluso «lubrifica muy bien las relaciones de pareja», y aventuró que «siempre habrá gente avinagrada conviviendo con personas risueñas, chispeantes y zumbonas. De vez en cuando, hasta se casan».Por eso es consciente de que escribe «para media España, la que sabe reírse de sí misma». Esta tarde, en Cádiz, en una lectura de los textos inéditos en los que hoy por hoy trabaja, volverá a dar buena muestra de ello. «Mi próximo libro se llamará 'La polla de Cervantes'», anuncia, sin inmutarse, aunque también adelanta que, después de tanta 'coña', «tiene un plan». Esa particular hoja de ruta incluye «escribir dos novelas, la segunda de ellas sin humor». «Lo retomaré después, en mis ensayos, porque, a pesar de los prejuicios, es un género que se presta».Iwasaki, el mismo que admite que si pudiera ser otro escritor sería «una escritora negra, judía, lesbiana, escandinava y por lo tanto candidata al Nobel», y que si tuviera que ser un director de cine optaría por «uno gay, gordo, cascarrabias, revolucionario y por lo tanto candidato al Príncipe de Asturias», advierte que pase lo que pase continuará «degenerando los géneros, sin límite ni medida».Pero insistir en esa carrera de fondo, plagada de obstáculos, que es la escritura, requiere de tiempo: «Me resulta complicado mantener la continuidad de las publicaciones, es difícil compaginar un trabajo por cuenta ajena con la familia a plazo fijo y la hipoteca numerosa... Porque yo soy gestor cultural, tengo un sueldo, escribo con airbag, y el ensayo y los cuentos requieren una dedicación relativa, pero la novela es otra cosa: escribir una novela son dieciocho horas diarias, y a ver quién las encuentra...» Aun así, se alegra de no haber tomado la misma decisión «legítima» de algunos de sus amigos creadores, «que prefieren no tener hijos, ni cargas, porque eso les desequilibra el presupuesto del escritor, que, salvo excepciones, siempre es precario».