Viaje a la cuna del español: el monasterio de San Millán de Suso
Víctor Vargaswww.eltiempo.comSe considera el lugar donde nació nuestro idioma, porque allí se escribió por primera vez de forma consciente. EL TIEMPO, de Bogotá, lo recorrió con un filólogo.Ocurrió hace unos 1.000 años, en un pequeño monasterio enclavado en la falda de una colina de la Rioja Alta (España), en medio de un paraje de extraordinaria belleza natural. Allí, probablemente a mediados del siglo XI, un monje escribió por primera vez en una lengua romance (derivada del latín) que por aquel entonces sólo era usada oralmente por el pueblo llano de algunas regiones de lo que hoy conocemos como España. Una lengua que prosperó al punto de llegar a ser hablada por más de 500 millones de personas alrededor del mundo en nuestros días.El monasterio de San Millán de Suso es considerado como la cuna del español, pues fue en este lugar donde se escribió por primera vez de forma consciente en nuestro idioma. El lugar sigue en pie, es patrimonio de la humanidad y EL TIEMPO lo visitó de la mano de un sacerdote experto en filología para reconstruir la historia de un códice medieval que es reconocido universalmente como el acta fundacional de nuestra lengua.Escenario intelectualEl padre Juan Bautista Olarte, un agustino recoleto que estudió en las Universidades de La Salle y de San Buenaventura de Bogotá entre 1980 y 1981, explica que el monasterio de San Millán no solo fue uno de los más activos intelectualmente de la Alta Edad Media en España, sino que nos legó numerosos documentos de la época –el más antiguo data del año 759- y un total de 36 códices completos anteriores al año 1100.“Uno de esos códices, escritos todos en pergamino, recoge la vieja liturgia mozarabe –que fue reemplazada por la romana y desapareció hacia el año 1100–. Es un códice muy modesto, de unas 120 páginas (en formato de media cuartilla) y por el tipo de letra con que fue escrito deducimos que es aproximadamente del año 900 de nuestra era”, cuenta el padre Olarte.“Pues bien –continúa–, unos cien años más tarde, doblada la esquina del año 1000, un monje de esta casa, y al que seguramente se le hacía difícil explicar al pueblo los sermones en latín, empieza una labor de traducción de las partes predicables de esa liturgia contenida en el códice, un trabajo que hace con una serie de notas al margen y en los pies de página. Esas notas son exactamente 1.006 y están escritas en castellano – antiguo, obviamente–, pero con los sistemas semánticos y gramaticales de nuestro idioma”. La más conocida de estas 1.006 notas reza: “Cono aiutorio de nuestro dueno dueno Christo dueno Salbatore qual dueno get ena honore et qual duenno tienet ela mandatione cono Patre cono Spiritu Sancto enos sieculos de lo sieculos, facamus Deus Omnipotes tal serbitio fere ke denante ela sua face gaudioso segamus Amen”. En español actual, el texto dice: “Con la ayuda de nuestro señor, señor cristo, señor salvador, que comparte y tiene el honor y el mando, con el padre, con el espíritu santo, en los siglos de los siglos, háganos Dios omnipotente hacer tal servicio que ante su faz gozosos seamos. Amen”.Pese a la antigüedad del códice, el descubrimiento del enorme significado de las notas contenidas en él es sorprendentemente reciente. Fue el historiador Manuel Gómez Moreno, alrededor de 1910, quien primero entendió su importancia. Y luego, el filólogo Ramón Menéndez Pidal las consagró en su libro Los orígenes del español (1926). No han faltado, desde luego, las controversias sobre lo que el gran filólogo, poeta y lingüista Dámaso Alonso calificó en los años 40 como “el primer vagido de la lengua castellana”.Pero el padre Olarte –licenciado en teología, filosofía pura e historia, pero filólogo por pasión– es categórico: “Han salido algunos documentos, pero ninguno de la estatura de las notas del códice Aemilianensis 60”, conocidas también como ‘Glosas Emilianenses’ o ‘Glosas de San Millán’, ya que Millán o Emiliano procede del latín Aemilianus.Y explica: “La utilización de palabras sueltas abunda en muchos documentos de la historia medieval, y básicamente por ignorancia, pues al no saber la palabra correcta en latín se utilizaba la palabra que utilizaba el vulgo. Pero aquí de lo que estamos hablando es de una persona que, consciente de que utiliza la manera de hablar del pueblo, utiliza esta lengua para una expresión culta por primera vez, y por ahora no tenemos constancia de textos anteriores de esta categoría”.Suso y YusoLa importancia de las notas del códice de Monasterio de San Millán fue confirmada en noviembre de 1977, cuando el nuevo monasterio –ubicado en la parte baja y llamado de Yuso (el de abajo)– fue escenario de la conmemoración del primer milenario de la lengua española en un acto presidido por los reyes de España. Ese acto convirtió a estos dos monasterios en uno de los mayores atractivos turísticos de la Rioja. Aunque del famoso códice solo queden en San Millán algunos pequeños fragmentos. “Los 36 códices –la mayor colección procedente de un mismo lugar que existe en España– reposan en la Academia de Historia de Madrid”, cuenta Olarte, que , con algo de humor crítico, añade: “Por ese centralismo enfermizo que caracteriza a este país, todo aquello que es descollante se lleva Madrid: desde un jugador de fútbol del Logroñés, hasta un catedrático de la Universidad de la Rioja. Y lamento que el códice no este aquí, porque aquí es donde corresponde”. Pero celebra que los códices sigan juntos y en España. No como ocurrió con los códices de Silos, que hoy están: parte en Londres, parte en París, parte en Silos y parte en Madrid. Con lo cual, “para estudiarlos hay que moverse por medio mundo”.Un estudio que el padre exalta, también con buen humor: “Una de las cosas más bonitas el estudio lingüístico es que el idioma refleja una cultura, una forma de pensar. Por ejemplo, la palabra trabajo viene de la palabra latina tripalium (tres palos): un instrumento de tortura que ya existía en el siglo VI, formado por tres maderos cruzados a los que el reo era atado para ser azotado. Lo cual indica que los de lengua española no somos muy amigos del trabajo. Pues de hecho, lo asociamos con un tormento. Por eso estudiamos la lengua, porque nos dice mucho de quienes somos. No en vano alguien decía que filología es filosofía”.