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Ya no estaría tan de moda hablar en potencial

19/04/2015
Soledad Vallejos

 

La Nación

 

La Nueva Gramática, de 2009

 

 

 

 

"Ponele" que entrás a Facebook y, de repente, "bueno", "nada", "eso", que te encontrás con la foto compartida entre un grupo de amigas que dice: "Cae la tarde en Miami y «estaríamos» recién empezando con un Prosecco". Abajo hay otra, donde las chicas se lucen frente al espejo con sus capelinas. Se lee: "Hoy se «saldría» con sombrero". Los ejemplos son infinitos, y en ninguno de los casos las acciones expresadas son hipotéticas, lo que justificaría, acaso, el uso del modo potencial en la oración. El último grito de la moda de los hablantes, y que llegó a su pico máximo este verano, fue abusar del tiempo condicional como un artificio risueño, como un hallazgo humorístico y cómplice o como una manera de desdibujar lo terminante de un asunto ("me estaría molestando mucho" en lugar de un clásico indicativo presente: "me molesta mucho").

No sólo hay que tener la última prenda it en el vestidor, también el lenguaje impone sus giros: latiguillos, memes y nuevas expresiones léxicas que hay que copiar para encajar en un determinado grupo social, para entablar cierta empatía con los pares. Pero lo que surgió como una ocurrencia, como una búsqueda de originalidad expresiva provocó de inmediato un contagio en masa y se popularizó. Y como sucede con algunas prendas después de cada temporada, el furor cede, se agota. Ahora, su empleo indiscriminado ya no "estaría" tan de moda; ya no "sería" un giro lingüístico tan trendy.

"La lengua es un campo constante de modificaciones, hay transformaciones de largo alcance, como la aceptación de neologismos y algunos cambios en los usos gramaticales y existen otros fenómenos -como en este caso con el uso del modo potencial- que más bien deben enfocarse como corrientes sociales, modas que se imponen en el plano del lenguaje. Distintos tipos de interacción social como los que analizaba Durkheim -opina María Pía López, directora del Museo del Libro y de la Lengua-. Copiar estas modas genera comodidad y empatía con los pares, y al igual que manejamos registros formales para el trabajo también aparecen rasgos de época con los que nos sentimos aggiornados."

 

Efímero y viral

Según López, no deben leerse como adversidades del lenguaje, daños o empobrecimiento de la lengua. "Son fenómenos que tienen la cualidad de ser efímeros y cuando dejan de ser un signo de distinción para cierto grupo suelen ser sustituidos por otro latiguillo", apunta.

¿De dónde surgen? ¿Quiénes los imponen? Los medios suelen ser los responsables, coinciden los expertos. Algún personaje de la TV lo dice frente a cámara y, rápidamente, su uso se extiende en un determinado grupo social. Y claro, es a través de las redes sociales como Twitter y Facebook que el fenómeno se viraliza. Para José Luis Moure, presidente de la Academia Argentina de Letras, el contagio es casi inmediato. "Son fenómenos incontrolables, y necesarios. Al mismo tiempo que se incorporan nuevos recursos se van desechando otros latiguillos. Sucede que el lenguaje que se utiliza por encima del estándar está en constante ebullición, y en todos los casos hay una búsqueda de originalidad, de apartarse de lo que cabría esperar, como una nueva forma de expresar lo corriente." Como en todo recurso de moda, Moure también considera su volatilidad. "Al convertirse en un giro tan repetido ya comenzó a perder ese sentido cómico, y así como llega también desaparece, se agota", sentencia el académico.

 

Un juego o una trampa

Planteado como un juego, como un ejercicio lúdico que potencia la creatividad, la inventiva del hablante puede resultar una herramienta útil y divertida. Tanto López, Moure y también la escritora Luisa Valenzuela, actual presidenta de PEN Argentina, lo analizan en primera instancia desde esa óptica. Sin embargo, advierten ciertas situaciones en las que existe la posibilidad de caer en una trampa. "Cuando se usa con humor y cierta lógica puede ser muy divertido. Reemplazar «me estoy aburriendo» por «me estaría aburriendo» permite colarte en una posibilidad un poco más optimista, y cuando uno es consciente de esa situación todos estos nuevos recursos son válidos", opina Valenzuela.

El problema es cuando uno se ve atrapado por la moda, cuando se repite porque sí, sin estar atento a lo que se dice. "Ahí te pueden engañar de cualquier forma, y en lugar de un juego se convierte en una prisión."

Lo importante reside, según Moure, en conocer cuál es el uso correcto para luego apartarse de las reglas. "Normativamente, se admitía para consejo, deseo y cortesía, como así también para expresar la probabilidad en el pasado. Después el uso del potencial fue utilizado de manera creciente por los medios de comunicación como un condicional de conjetura. Ahora la moda lo convirtió en un recurso para la comicidad, pero las razones por las cuales determinados usos léxicos logran imponerse son difíciles de establecer", reflexiona Moure.

Desde su blog Nerds all star, el periodista Marcelo Pisarro también analizó el fenómeno de los memes lingüísticos del momento, donde "ponele" logró instalarse fuerte en el discurso desde hace algunos años. "«Ponele», así, suelto, al aire, produce cierto goce textual. Su abanico de sentidos y de usos es bastante amplio. Según el contexto puede significar «digamos», «supongamos», «tenés razón», «por ejemplo», «en conclusión» o, simplemente, «ponele»", escribió Pisarro. O como sugiere López, un tibio y desairado "ponele" puede ser la forma más abrupta y abreviada de poner en duda todo lo que el otro dijo. O mejor aún: "No «estaría» para nada de acuerdo con lo que decís".