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Lloran la muerte de Tomás Eloy
Martínez

02/02/2010

EFEPeriodista y autor de obras emblemáticas, como Santa Evita (1995), la novela argentina más traducida de la historia, y La novela de Perón, donde recrea la vida del general con una mezcla de ficción y realidad, Tomás Eloy Martínez fue un trabajador incansable que estaba a punto de terminar su último proyecto, El Olimpo.Con solo 10 años escribió su primer cuento y no abandonó su pasión por el periodismo y la literatura hasta el día de su muerte, víctima de un tumor cerebral.«Por más que ya tenía poca movilidad y no podía hablar bien, pedía todos los días sentarse frente a su ordenador a trabajar. Luchó mucho, aferrado a la palabra, como lo hizo toda su vida, hasta el último instante», explicó a Efe su hijo Ezequiel, editor jefe de la revista literaria del grupo Clarín.Agudo observador de la realidad, su trabajo como periodista le obligó a exiliarse durante la dictadura argentina y su relato sobre la masacre de Trelew pasó a integrar el expediente el juicio abierto para esclarecer los crímenes.En 2002 fue galardonado con el premio Alfaguara por El vuelo de la reina y en 2008 escribió su última novela publicada, El purgatorio, sobre una pareja separada por la dictadura argentina que se reencuentra treinta años después.En 2009 recibió el premio Ortega y Gasset de Periodismo y se incorporó a la Academia Nacional de Periodismo.Con su muerte, como recordó la escritora Aída Bortnik, desaparece una de las grandes figuras de las letras argentinas. «Aunque tenemos excelentes escritores argentinos, no hay en su generación nadie a su misma altura. La época de oro de la literatura argentina perdió parte de su brillo, sin ninguna duda, con la muerte de Tomás», aseguró a Efe Bortnik, compañera de Martínez en las revistas Primera Plana y Panorama, en las que fue redactor jefe y director, respectivamente.Para su colega Mario Pacho O'Donnell, Martínez era «principalmente, una gran persona», además de «un maestro de periodistas y un escritor de gran categoría». En su opinión, fue «esa simbiosis de periodista y escritor lo que le permitió tocar temas muy hondos, muy complejos, con una escritura muy amena y capturante».Además, subrayó O'Donnell en declaraciones a Efe, fue «un hombre muy consecuente con sus ideales», lo que le llevó a padecer censura, «tuvo que irse al exilio porque su vida corrió peligro en tiempo de la dictadura», recordó.El filósofo y poeta argentino Santiago Kovadloff lo definió en una columna en el diario La Nación como «hombre de letras de pies a la cabeza, escritor cabal en todos los géneros que supo hacer suyos: la crónica, el artículo, la novela». «El tono de su voz perdurará en mi memoria. La huella que dejó en su alma y en sus ojos la muerte de su mujer. Él mismo empezó a morir en el instante atroz en que perdió a Susana. Pero el silencio no devoró su agonía. Por el contrario: el dolor potenció su expresión. Se pronunció hasta el final. Enfermo, supo infundir a todo lo que escribía la intensidad de lo vivo», agregó Kovadloff.«Fue un notable pintor de atmósferas. Le fascinaban las singularidades, lo irrepetible. Sabía fijar en expresiones únicas el flujo del tiempo que no vuelve», añadió.Para su compañero y amigo Ernesto Schoo, escritor y crítico teatral, Tomás Eloy Martínez «se ha ido físicamente, pero permanece entre nosotros y en el mundo entero mediante la seducción de su elegante y precisa escritura».Los restos del autor de Réquiem por un país perdido serán velados e incinerados mañana martes, pero, como apuntó hoy su hijo Ezequiel, «seguirá viviendo a través de su obra, como él siempre quiso».