La lengua y los puntos cardinales
Por Xurxo Mariño, amazings.es¿Puede la lengua que se habla influir en la manera de pensar? ¿Tienen mentes distintas las personas que hablan lenguas distintas? ¿Funciona de manera distinta la mente de un gallego que la de un chino? A esto se le llama «relatividad lingüística» y es un tema de discusión clásico de lingüistas y antropólogos, y ahora también de neurocientíficos.A pesar de que esta idea quedó un poco abandonada a mediados del siglo XX (en parte por las propuestas del innatismo o universalismo lingüístico propuesto por investigadores como Eric Lenneberg y Noam Chomsky), en la actualidad está siendo estudiada de nuevo con entusiasmo por psicólogos y neurocientíficos y los resultados indican que, efectivamente, la lengua puede modelar con cierta intensidad los procesos cognitivos.El tema es realmente interesante y puede ser abordado desde ángulos variados, pero lo que me animó a escribir este breve texto es un caso concreto, descubierto por la psicóloga Lera Boroditsky. Los protagonistas son los Pormpuraaw, una comunidad aborigen que vive en el norte de Australia conocida por la excelente capacidad de sus miembros para orientarse en el espacio; algo así como si llevaran un GPS metal. Cuando dos Pormpuraaw se cruzan la manera habitual de decir «hola» es algo así como «¿A dónde vas?», y una respuesta normal podría ser «Ya ves, tirando hacia el noreste». Resulta que esta gente no utiliza en su lengua referencias espaciales relativas como nosotros («la cuchara está a mi derecha», «gire a la izquierda»), sino que hablan de la localización de las cosas usando la referencia absoluta de los puntos cardinales: «la cuchara está al noroeste», o «pásame ese libro que está ahí al sur«. Podéis imaginaros lo complicado que puede llegar a ser una descripción de la situación de los objetos en una habitación. Pero la cosa tiene sus ventajas: como resultado de este absolutismo espacial los Pormpuraaw se orientan muy bien, ya que deben conocer continuamente la localización de los puntos cardinales. Este es un ejemplo de cómo una particularidad lingüística puede derivar en una habilidad en la orientación espacial. Pero lo más interesante viene ahora, ya que todo esto tiene también una curiosa consecuencia en la percepción del tiempo.Si te colocan encima de la mesa, de manera desordenada, una serie de fotos con la cara de una persona a lo largo de su vida y te piden que las ordenes según la edad, casi con toda seguridad usarás un orden de izquierda a derecha, poniendo la cara más joven a la izquierda y la foto con la imagen más vieja a la derecha… el mismo sentido que usas en la escritura (al menos este es el resultado que obtuvo Boroditsky al hacer la prueba con personas de habla inglesa; y por similar razón los hebreos colocan las fotos de derecha a izquierda, que es como escriben en ese idioma). Y ahora seguro que te estás preguntando… ¿cómo ordenan las fotos los Pormpuraaw? Precisamente la misma cuestión que se le ocurrió investigar a L. Boroditsky. En un primer momento el resultado fue desconcertante. Al pedirle a varios Pormpuraaw que ordenaran una serie de fotos según el paso del tiempo, la profesora Boroditsky quedó impresionada: ¡cada uno ponía la fila de fotos en una dirección y en un sentido distintos! De derecha a izquierda, de arriba abajo, en diagonal, de izquierda a derecha… ¿qué significaba semejante lío?El aparente desorden en la manera de colocar las fotos cobró sentido cuando se comprobó su orientación respecto a los puntos cardinales: como norma general los Pormpuraaw ordenan la secuencia de imágenes de este a oeste, independientemente de su posición en la mesa. ¡Eureka! Su paso del tiempo está indicado por la línea imaginaria que representa el recorrido que hace el Sol por la esfera celeste todos los días, no en vano indican los momentos del día señalando hacia el cielo.——————————Artículo de referencia: Psychol Sci. 2010 Nov;21(11):1635-9. Epub 2010 Oct 19. Remembrances of times East: absolute spatial representations of time in an Australian aboriginal community. Boroditsky L, Gaby A.