«Tuitear está en cuarentena» en obra de Seco
PúblicoEs conveniente orear las páginas del Diccionario del Español Actual (DEA) cada década, porque el lenguaje (además de ser lo único con lo que no se podrán quedar) es el único territorio de todos, el valor que crece cada día, al margen de las agencias de rating. Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos han dedicado su vida a cazar las palabras que se cuelan por la actualidad: las inesperadas, pero también las emigrantes, las que cambian de identidad y las olvidadas. Si ya en 1999 su aparición supuso un hito en la normalización del uso del lenguaje cotidiano, esta primera revisión de aquel ejercicio de atención se hacía imprescindible.«Registramos todo lo que se usa comprobando que se usa», dice Seco Para empezar, internet ha revuelto la marea del castellano, «y se ha convertido en una de las vías de entrada de los anglicismos», dice Seco. «La primera edición había quedado muy anticuada porque cuando la cerramos no entró nada del desarrollo de las telecomunicaciones», añade Ramos. «¿Dónde vas hoy sin saber lo que es un USB?», dice Olimpia Andrés con sorna. «Es que tienes que cambiar el chip», bromea Seco. «Y en pocos años todo caerá en desuso, porque todo lo tendremos en la nube», Olimpia de nuevo, para explicar el obsesivo trabajo del lexicógrafo. Ellos hablan de un «vicio sano».Las palabras se escapan de sus ámbitos y de sus hábitos, desbordan los lugares para las que fueron creadas, y calan en el lenguaje popular. Ellos las encuentran, las persiguen, las clasifican, las buscan en los periódicos, en revistas y en la literatura, y documentan su existencia. Para demostrar que existen, que no es una impresión pasajera. Y la anotan, por ejemplo, «dominatrix»: «En el sadomasoquismo: ama o domina». Y el titular encontrado en un periódico, que confirma la regularización de su uso: «Con aires de dominatrix colorada y un guante negro a lo Gilda, Alaska apareció ante su heterogénea parroquia».Con la oreja y el lápizHan ampliado su diccionario, publicado por Aguilar, hasta las 4.600 páginas, con 8.000 artículos y 57.000 acepciones nuevas. «Esto no tiene límite, la lengua cambia constantemente. Dentro de diez años habrá que hacer una tercera edición, que ya estamos preparando», advierte Seco (Madrid, 1928). «Desde que cerramos en verano esta edición, llevo ya 50 o 60 artículos nuevos para la siguiente, porque en cualquier momento algo te llama la atención. El lexicógrafo es alguien con la oreja puesta y el lápiz en la mano», declara Olimpia.El diccionario se centra en el español de España del último medio sigloHoy, para navegar, ya no hace falta tener una embarcación, y eso hay que registrarlo. Estos tres autores trabajan entre cuatro paredes, pero salen de vez en cuando para ver si pescan algo nuevo. «Nosotros somos un observatorio, procuramos no perdernos nada», dice Manuel Seco. En ese sentido, tiene mejor relación con la calle que el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), porque el suyo es descriptivo (indica cómo es el uso) y el de la Academia, normativo (señala cómo debe ser el uso). Además, el DRAE se propone registrar el léxico español de todos los tiempos y países y el DEA se concentra en el español de España del último medio siglo.«Otros diccionarios no registran las formas que se consideran poco correctas. Nosotros registramos todo lo que se usa, comprobando que se usa», explica Seco. «Lo único que no hacemos es registrar las fuentes orales, porque ese no podemos demostrarlo», añade.Los cazapalabras (esta se podría incluir en la siguiente edición) corren con su clasificación siempre detrás del uso del lenguaje y para cuando quieran decirnos lo que significa «euro», quizás sea demasiado tarde: «Unidad monetaria de la Unión Europea», y efectivamente recogen la noticia del nacimiento, del 16 de diciembre de 1995: «El euro circulará en el 2002». Y otra noticia del 20 de diciembre de 1998: «La Fábrica de Moneda comienza a fabricar euros».Con esa rapidez en la evolución constante del lenguaje parece más apropiada la red para su divulgación que dos grandes tomos de papel. «Eso sería muy peligroso, porque poner al día lo que se habla cada día es poner demasiadas cosas. Hay cosas que nacen y mueren enseguida», dice Seco. Para Olimpia Andrés, las palabras «necesitan reposar». «Cuando nacen son un poco gelatinosas», explica. «La palabra más gelatinosa que hay es glamour», dice Seco. «Es una palabra con glamour», dice Olimpia. Cool también está incluida.«En eso también nos distinguimos al resto de los diccionarios: somos mucho más abiertos a los anglicismos. Si se usa, y se usa suficientemente, la recogemos y la registramos», de nuevo Seco. A pesar de eso, dejan pochar las palabras un tiempo. «Tengo 15 ficheros de medio metro de lo que llamamos cuarentenas», palabras que están por confirmar su uso, a la espera de popularizarse. «Facebook, Tuenti, Twitter, son nombres propios. ¿Cómo se utilizará tuit: sólo para hacer referencia a la red o para designar una manera de escribir? En este momento, tuitear está en cuarentena». Googlear, también. «Son marcas que designan la marca, no han pasado de ahí», dice Olimpia. Pero todo puede cambiar, porque «el lenguaje lo hacemos todos».