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México: el trabajo de los correctores

31/07/2013

Juan Domingo Argüelles, El Financiero El secretario de Educación Pública, Emilio Chuayffet, dio a conocer hace unos días que los libros de texto gratuitos (255 millones de ejemplares), que se repartirán entre los alumnos de educación básica del próximo ciclo escolar, tienen 'errores imperdonables': al menos 117 'faltas ortográficas'. Busqué en vano una nota informativa que mostrara, o al menos ejemplificara, esos 'errores imperdonables' y esas 'faltas ortográficas', pero no encontré nada: según parece, la Secretaría no los hizo públicos. El titular de la SEP anunció que, como consecuencia de esos dislates (atribuidos a la anterior administración, puesto que, cuando él llegó a la Secretaría, los libros ya estaban en proceso de impresión), se contactó a personal de la Academia Mexicana de la Lengua para que, con sus oficios, se eviten más errores. Pero tiene razón Ana Lilia Arias, presidenta de la asociación civil Profesionales de la Edición (PEAC), cuando señala que el secretario “no eligió el camino adecuado”, pues lo que necesitan los libros de la SEP no es la participación de los expertos de la AML, sino el trabajo concienzudo de buenos correctores de estilo y de pruebas. Lo que ocurre es que, desde hace varios años, con la audacia que da tener un cacharro electrónico, todo el mundo cree que puede saltarse los procesos de la revisión estilística y la corrección tipográfica, además de que todo el mundo se cree editor. El propio secretario reconoció que “el error no es de impresión, sino de redacción, y ésta nunca se revisó”. Pero no me imagino a los expertos de la Academia volviendo a redactar los libros o revisando las pruebas de imprenta. Qué malo, pero qué bueno, que los libros de texto tengan tantos errores como lo anuncia (o más bien lo denuncia) el propio gobierno: algo así tenía que pasar para que se evidenciara la necesidad de los correctores.