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El español ¿la lengua más hablada del mundo?

El intelectual argentino Alberto Buela afirma en este artículo especial que el castellano es la lengua más hablada del mundo, y critica lo que entiende como una «falta de vocación» de los españoles para asumir el papel de liderazgo que les corresponde en el mundo hispánico, así como la ausencia, en España, de menciones a la «dimensión antiimperialista del castellano como lengua de pueblos oprimidos por el imperialismo anglo-norteamericano».

Como despedida del 2008, la edición argentina de El País de España publica un artículo en páginas centrales firmado por Tereixa Constenla titulado El español, un filón huérfano de prestigio, en donde se vuelca una sarta de mentiras a designio que sublevan al más calmo.

Este artículo confirma el título del último libro del pensador español Fernando Sánchez Dragó Si habla mal de España, es español, que a su vez viene de un viejo verso de Joaquín Bartrina que decía así:

Oyendo hablar a un hombre, fácil es
acertar dónde vio la luz del sol;
si os alaba Inglaterra, será inglés,
si os habla mal de Prusia, es un francés,
y si habla mal de España, es español.

Hablando con amigos colombianos que en estos días nos visitan recordábamos que tanto en sus escuelas como en las nuestras nos enseñaban que la lengua que hablábamos era el castellano y que el término español designaba la nacionalidad de los nacidos en España.

Sin embargo, la fuerza de las cosas hace que hoy, Internet mediante, se hable de español para referirse a nuestra lengua y no al castellano. Pero la estulticia, para decirlo elegantemente, de los que hablan de su lengua, que es también nuestra lengua, es que lo hacen de manera menguada, recogiendo los argumentos de nuestros históricos enemigos políticos: los angloparlantes.

La primera de las razones falsas argumentada por la autora es que «el español es la cuarta lengua más hablada del mundo, detrás del chino, del inglés y del hindi». Esto, como salta a las claras, es falso de toda falsedad, pues el castellano es hablado por trescientos millones en América del Sur (incluidos los doce millones que lo hablan en Brasil), 44 millones en Estados Unidos, 52 millones en América Central y Caribe, y 104 millones en México. En Africa lo hablan de dos a tres millones, 500.000 en Europa Oriental, 45 millones en España y alrededor de 2 millones más en el resto del mundo, lo que suma un total de 550 millones de hispanoparlantes con lo cual se desmienten totalmente las cifras divulgadas por el artículo de marras.

El castellano, patrimonio común a españoles, americanos y a algunos africanos, es la primera de las lenguas habladas en el mundo, pues el inglés no llega a 500 millones y el chino no es un idioma sino 129 a la vez, ―de los que se detacan el mandarín, idioma oficial desde la revolución cultural de 1966, el wu, el cantonés o yué, el min, el jin, el xiang, etc.― cuyas diferencias entre sí son mayores que las que existen entre el castellano y el portugués. Pues si a sumar fuéramos nosotros contabilizaríamos juntos la bicoca de 788 millones. (Brasil: 190 millones; Mozambique: 21 millones; Angola: 16 millones; Portugal: 11 millones).

Además, esto que estamos afirmando no es ninguna novedad, porque buscando en Internet hay muchas páginas que muestran que el castellano es el segundo idioma hablado del mundo, pero estas páginas no hacen la distinción que hacemos nosotros entre las distintas lenguas que se hablan en China.

Bueno, y si así fuera vaya y pase, pero de ahí a afirmar que está en un cuarto lugar y tan lejos en millones de hablantes como sostiene el artículo de El País es una mentira ex profeso y una falta de respeto a los millones que lo hablan y no fueron tenidos en cuenta.

La segunda falsedad es que «el español es la lengua de 18 países». Solo en América somos 19 países, a saber: Argentina, Bolivia, Colombia, Costa Rica, Cuba, Chile, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Puerto Rico, República Dominicana, Uruguay y Venezuela. En Europa está España y en Africa Guinea Ecuatorial y lo que queda de la República Saharaui. Y tenemos también el resurgimiento del español en Filipinas, impulsado por el gobierno. De modo tal que no son dieciocho los países de lengua castellana sino veintitrés. No es pequeño el error cuando se comete sobre cifras tan menudas y precisas, lo que denota mejor una intención para desviar y desvirtuar los datos objetivos y reales. Y así a renglón seguido afirma la periodista que «no tenemos datos confiables del español pero sí del inglés». Lo que confirma que la que no es confiable es la autora y el diario que le publica con los datos que maneja y tergiversa.

Y para fundamentar su tesis de que el español padece de una capitis diminutio congénita trae la opinión de un compatriota suyo, Antonio Muñoz Molina, alguien que dirigió el Instituto Cervantes de Nueva York, quien afirma suelto de cuerpo: «soy escéptico sobre la futura relevancia social, cultural y política del español, no vemos sino la escasa calidad de la TVE Internacional, [que no tiene] nada que ver con la parrilla exterior de la BBC de Londres».

Otra falsedad más, la Televisión Española Internacional (cualquiera que tenga TV por cable lo puede apreciar) es de una calidad poco común y superior a la media de los canales internacionales alemanes, franceses, italianos o ingleses que, en general, gastan su tiempo en programas de entretenimientos y musicales.

El problema de los canales internacionales de noticias no es el mayor o menor apoyo tecnológico que, en general, es parejo para todos sino la producción de sentido de las noticias que se levantan y las que se dejan pasar sin más. Y en esta «producción de sentido» la Televisión Española Internacional adopta «el sentido» de las cadenas anglonorteamericanas. Y esto es lamentable, pues a ojos vista se ha producido una nefasta «americanización» de esta televisora. No es quejándose de «la escasa calidad» como se supera la calidad sino haciendo y produciendo calidad. Si el castellano no sirve como lengua mediática no es por el castellano en sí, sino por la incapacidad de sus usuarios. Y esto no lleva a la tercera de las falsedades del malhalado trabajo.

El artículo termina sosteniendo la vieja tesis de la Ilustración francesa utilizada por los enciclopedistas enemigos de España, que "el español no es una lengua científica«. Son las mismas tesis que sostenían que en América los indios no son fuertes porque no tienen barba o los leones son menos peligrosos porque no tienen melena. Las tesis de de Paw y el conde de Boufon, las tesis de Hegel y de tanto ilustrado suelto de los siglos XVIII y XIX.

Estos carajos, otro epíteto no se me ocurre, no tienen ni siquiera en cuenta los esfuerzos ciclópeos de un Ramón Cajal, de un Alberto Gaviola, de un Cecilio del Valle, de un Rey Pastor, y de tantísimos científicos e investigadores de primer nivel mundial que han fijado nomenclaturas científicas de todo tipo y en todos los campos. Incluso en Internet, ¿no se le ocurrió siquiera pensar a la autora quien dispuso que fuera la arroba (@), la cuarta parte de un quintal, el signo fundamental de los correos electrónicos?. Ni que decir que el castellano puede como todas las lenguas romances nominar y denominar perfectamente por sí toda la nomenclatura científica que por convención es griega y latina.

Cualquiera que haya estudiado seriamente griego y latín, nuestra larga experiencia avala lo que decimos, sabe que los que hablamos castellano tenemos una ventaja exponencial en el aprendizaje y manejo de estas lenguas respecto de los franceses, ingleses o alemanes. Tanto en la escritura pero sobre todo en la pronunciación que se torna en ellos casi ininteligible.

Por supuesto, que ni una palabra siquiera a la dimensión antiimperialista del castellano como lengua de pueblos oprimidos por el imperialismo anglo-norteamericano. Porque para los españoles como el presidente Zapatero el imperialismo no existe, por ello se jacta de imponer el inglés como segunda lengua en todas las escuelas, mientras que un sindicalista pobretón como Lula, reemplazó al inglés por el castellano como enseñanza obligatoria en todas las escuelas primarias y secundarias del Brasil. Claro está, unos renuncian a la capitalidad de un mundo que habla su propia lengua en homenaje a la lengua de sus enemigos históricos y otro quiere asumir la capitalidad de una ecúmene, la iberoamericana, que habla casi la misma lengua suya. En unos hay y se denota un esfuerzo gigantesco por instalarse con un lugar en el mundo y en otros una desidia producto de la autodenigración que los lleva a un seguro suicidio.

Por último, ¿tienen derecho españoles como la autora y el diario El País a bastardear temas importantísimos como lo es la lengua oficial de 19 países, más allá de España?. No, no tienen ningún derecho porque es un tema delicado, valioso y que involucra los sentimientos de más de 500 millones de personas. Eso sí, tienen la obligación de tratar »seriamente« el tema de nuestra lengua común porque no se puede renunciar gratuitamente a una capitalidad que, aunque no la quiera ejercer, le corresponde, al menos, históricamente.

El músico que competía con Mozart, Salieri se queja a Cristo y arroja el crucifijo al fuego diciendo: «Toma, esto es lo que te mereces, porque me diste la vocación pero no los talentos». Todo indica que España marcha al revés de Salieri, tiene los talentos y tantos y tan grandes que posee, pero parece ser que no tiene la vocación de tomar el toro por las astas y ocupar un lugar de liderazgo en un mundo al que pertenece raigalmente y que le pertenece desde el fondo de la historia y desde el corazón de nuestros pueblos.

Modificado, el viejo proverbio sería: Dios le da pan a quien no quiere usar los dientes.

1 Alberto Buela es profesor y Licenciado en filosofía por la Universidad de Buenos Aires. Doctor en filosofía por la Sorbona de París. Profesor durante toda su vida académica de varfias universidades argentinas y también invitado por la de Sao Paulo y, actualmente, por la Universidad de Barcelona. Tiene veintiún 21 libros, publicados varias traducciones del griego clásico y unos trescientos artículos académicos y mas de seiscientos sobre temas políticos culturales.