El español en Estados Unidos
El lingüista español José del Valle, docente de la City University de Nueva York, reseña en este artículo dos obras recientemente publicacadas sobre el español hablado en Estados Unidos y comenta el carácter marcadamente ideológico que atribuye a las políticas lingüísticas de España con el objetivo ―sostiene― de pavimentar el camino a las empresas peninsulares que operan en América Latina.
Por José del Valle
El autor reseña aquí dos obras de reciente publicación sobre el español hablado en Estados Unidos:
Enciclopedia del español en los Estados Unidos
de Humberto López Morales, coord.
Santillana, 2008, 1200 pp., US$ 49.99 Varieties of Spanish in the United States
de John Lipski Georgetown University Press, 2008, 288 pp.,US$ 29.95
A nadie se le oculta el hecho de que, en la historia de cualquier nación, entre el lenguaje y la política se establecen siempre tensiones y complicidades que imposibilitan la comprensión del uno sin la reflexión sobre la otra. Pensemos en la ansiedad de Benjamín Franklin frente a la ubicuidad del alemán en las calles de Filadelfia y su desconfianza respecto de la disposición de sus hablantes a contribuir al desarrollo de una sociedad que se imaginaba exclusivamente anglófona.
La actitud de Franklin era apenas una manifestación temprana de un dilema que habría de recorrer la historia de este país (como la de tantos otros) y condicionar profundamente los debates públicos en torno a la ciudadanía: la tensión entre el dinamismo inyectado a la sociedad norteamericana por los diversos grupos migratorios que la fueron constituyendo, y las dislocaciones del orden cultural y lingüístico anglosajón que provocaba la incorporación de estos grupos.
Ahora, con la más reciente de las olas migratorias, la de hispanohablantes, una vez más se agita el avispero de las esencias patrias. Vuelven a salir a la superficie los temores de siempre por la integridad cultural, lingüística e incluso política del país. Ahí tenemos, por ejemplo, a la U.S. English Foundation, "el grupo de acción ciudadana más numeroso y antiguo del país dedicado a preservar el papel unificador de la lengua inglesa en los Estados Unidos" o los esfuerzos, exitosos en muchos casos, por eliminar los programas de educación bilingüe que desde los años setenta se habían ido instalando con mejor o peor fortuna en el país. Este frenesí identitario, esta obsesión xenófoba, manifiesta en diversos ámbitos de la sociedad estadounidense (que, por fortuna, no alcanzan a ser todavía abrumadoramente mayoritarios) se ha instalado también en el entorno universitario. Para sorpresa de nadie, por lo demás, pues todos sabemos lo propicia que es la vida académica a la liberación de los instintos más primarios y salvajes, sobre todo entre aquellos que la practican con mayor ortodoxia y devoción. Una de sus expresiones más polémicas es la que se debe al profesor Samuel Huntington de la Universidad Harvard, quien, en un reciente libro tituladoWho Are We? The Challenges to Americas’s National Identity, predice alarmado la hispanización de los Estados Unidos, es decir, la desaparición del país tal como hasta ahora lo hemos conocido (o, mejor dicho, como él lo había imaginado). Según Huntington, la clave es lingüística: el mantenimiento del español obstaculiza la asimilación al proyecto nacional de los inmigrantes mexicanos, quienes, atados por la lengua en lealtad al país de origen, se convertirán en agentes de la transformación de la cultura del país receptor.
El Pew Hispanic Center, organización dedicada a la investigación de temas relacionados con la población latina de Estados Unidos, se encargaría pocos años después de asestar un duro golpe a la ya de por sí precaria tesis del catedrático de Harvard. En noviembre de 2007 el PHC publicaba un detallado informe sobre el uso del inglés entre los latinos que arrojaba los siguientes resultados: el 23% de los inmigrantes, la llamada primera generación, dice hablar inglés muy bien; de los nacidos en los Estados Unidos de padres inmigrantes, los de la segunda generación, responde en el mismo sentido ni más ni menos que el 88%; y llegando a la tercera el porcentaje asciende al 94%. Es decir, los inmigrantes y sus descendientes aprenden inglés (nótese que el 23% de la primera generación corresponde no a los que afirman hablar inglés sino a los que dicen hablarlo "muy bien"), y habría que añadir que lo hacen a pesar de los escasísimos recursos que para ello se ponen a su disposición y de las enormes barreras que se encuentran en el proceso de incorporación a la estructura socio-económica del país norteamericano.
.Estas cifras nada nos dicen sobre el nivel de mantenimiento del español o sobre el grado en que el aprendizaje o adquisición del inglés pueda implicar la adopción simultánea de otras prácticas culturales propias de los Estados Unidos y ajenas a las culturas de origen. Nada nos dicen tampoco – mucho menos de hecho – sobre lealtades y deslealtades que puedan comprometer orden cultural y político alguno. Sí nos parecen decir que, si los latinos acabaran "perpetrando" esa revolución cultural que Huntington tanto teme, lo harían o bien en inglés o bien (ojalá) desde un complejo repertorio plurilectal en el que el inglés ocuparía un lugar privilegiado.
Pero el caso es que los temas apuntados por Huntington no son menores; no lo son desde luego si nos percatamos de la extraordinaria atención que en los últimos años han recibido y de la ingente cantidad de textos en los que se ha discutido cuestiones tales como el número de hispanohablantes que hay en Estados Unidos, su relevancia colectiva en la sociedad norteamericana, el estado en que se encuentra el español en este país, su popularidad como lengua extranjera, el valor económico no solo de la lengua sino de "lo latino" como marca comercial y, en la misma línea, el valor de la población latina como mercado. Producidos y puestos en circulación desde distintos espacios –el académico, el institucional, el periodístico, el empresarial– estos textos constituyen una auténtica explosión discursiva y despliegan, especialmente en el mundo hispánico y desde el hispanismo, un entusiasmo que no por comprensible deja de ser sorprendente y que alcanza por momentos un cariz que se me ocurre calificar de exuberancia irracional (apropiándome así de aquel oportuno sintagma inventado por el viejo prestidigitador de las finanzas Alan Greenspan –hoy en horas más bien bajas– cuando ya su subconsciente y su verbo afortunado nos susurraban a gritos que no todo el monte es orégano).
La Enciclopedia del español en los Estados Unidos, coordinada por Humberto López Morales, y el menos –mucho menos– exuberante Varieties of Spanish in the United States, de John Lipski, articulan estos temas. De entrada, ambos libros tienen mucho de bueno. John Lipski tiene tras de sí una trayectoria profesional impecable en la que ha demostrado una y otra vez extraordinarias dotes analíticas, una erudición abrumadora, una capacidad de trabajo envidiable y una pluma a la vez sobria y ligera que le permite producir textos de enorme densidad conceptual en un estilo generoso con el lector. En esta ocasión no nos defrauda y nos entrega un excelente trabajo monográfico sobre la sociolingüística del español en Estados Unidos. A lo largo de las casi trescientas páginas que tiene el libro, justifica la importancia del tema desde las preocupaciones de la sociolingüística contemporánea, repasa meticulosamente la bibliografía existente en una secuencia cronológica que la hace particularmente reveladora, trata el contacto entre el español y el inglés desde las múltiples perspectivas teóricas que iluminan el complejo fenómeno (presenta la mejor, más completa y más lúcida discusión del tema del espanglish que conozco) y describe de manera introductoria (siempre con breves apuntes históricos) el español de las distintas comunidades hispanohablantes, organizándolas según su origen nacional.
La Enciclopedia es otra clase de animal. Dividida en dieciséis secciones, presenta, por un lado, una larga lista de ensayos que cubren aproximadamente, aunque con mayor extensión, el mismo espectro de temas que el libro de Lipski: la historia del español en Estados Unidos, sus características, los fenómenos de contacto y el perfil sociolingüístico de la población latina. Se discute también la enseñanza del español y, sobre todo (y aquí la diferencia con el de Lipski es pronunciada), su presencia en la vida pública y cultural estadounidense en una larga serie de ensayos que repasan la historia y presente de la producción artística en español (medios de comunicación, literaturas, espectáculos). En general, informativo. El elenco de ensayistas es interesante: si por un lado se percibe una suerte de foto de familia hispana/cubano-americana (de los cuarenta y tantos colaboradores más de veinte son cubanos y más de diez son españoles) por otro se reconoce la presencia de primeras espadas de la sociolingüística con sólido pedigrí en el estudio del español en Estados Unidos (entre otros, Ofelia García, Andrew Lynch, Francisco Marcos Marín, Francisco Moreno Fernández, Ricardo Otheguy, Kim Potowski y Carmen Silva Corvalán).
El libro de Lipski aparece con una clara identidad: libro de texto y manual de consulta sobre un tema de actualidad, escrito en inglés por un catedrático estadounidense de lingüística hispánica. Frente a este origen y función relativamente claros y sencillos del texto de Lipski, el volumen producido por el Cervantes se nos presenta como un artefacto cultural mucho más complejo y pegajoso que arrastra de un modo más obvio múltiples adherencias del entorno que dio lugar a su producción y difusión. No se puede perder de vista que laEnciclopedia del español en los Estados Unidos nace auspiciada por una agencia del gobierno de España que, como cualquier gobierno del mundo, necesita definir los términos de su relación con el país norteamericano.
Distintos gobiernos han coincidido en este interés (aunque el modelo de aproximación de Aznar y Zapatero haya sido de naturaleza bien diferente) así como en la estrategia a seguir: todos han coincidido en señalar la necesidad de cultivar la amistad con la población latina, fortalecer las afinidades existentes y desarrollar las potenciales. Quizás las declaraciones más directas sobre el interés de España en los latinos fueron las hechas por Aznar durante una visita realizada en 2003. The Wall Street Journal, en un reportaje realizado sobre el viaje del presidente del gobierno español, lo exponía de modo transparente. Decía Aznar: "Quiero que los hispanos de Estados Unidos sepan que tienen raíces europeas comunes y una herencia que puede ser tan sólida como la anglosajona". Y se comentaba a continuación: "Con razón. En solo una década, las compañías españolas han invertido más de 90.000 millones de dólares en su expansión por América Latina y han hablado más y más de utilizar México como plataforma para entrar al mercado estadounidense". De manera similar se ha expresado el ministro de asuntos exteriores de los gobiernos Zapatero, Miguel Ángel Moratinos. En la inauguración del coloquio "California: raíces, presencia y futuro de la latinidad", Moratinos afirmaba:
«El Gobierno de España otorga gran importancia a todas las acciones e iniciativas que ponen de manifiesto la contribución de nuestro país a la formación y constitución de los Estados Unidos de América, desde el convencimiento de que compartimos lazos históricos y unas buenas y estrechas relaciones políticas y diplomáticas que fortalecen y actualizan las señas de identidad de la pujante comunidad hispana o latina de Norteamérica. […] La puesta en valor y difusión de la vertiente española e hispana de la historia de los Estados Unidos es un patrimonio que compartimos con los estadounidenses que no solo debe servir para comprender el pasado, sino para impulsar el presente e inspirar el futuro. Creo que es un legado útil para la comunidad hispana o latina y para enraizar sus señas de identidad».
No es de extrañar por tanto que un proyecto como la Enciclopedia promovido por el gobierno español dé cabida al tratamiento de problemas directamente relacionados con sus intereses geoestratégicos. De ahí que viejos temas históricos como la extensión del proyecto imperial español por territorios que hoy día pertenecen a Estados Unidos y la subsecuente implantación de la lengua española en ese mismo espacio cobren ahora especial valor y su investigación reciba en consecuencia estímulo y soporte institucional.
De ahí también que conocidos temas de interés sociolingüístico como el contacto entre el español y otras lenguas adquieran ahora, en el contexto estadounidense, un interés particular que los haga merecedores del patrocinio de agencias tales como el Instituto Cervantes. De ahí, de nuevo, que ideas tales como la posible cristalización de nuevas variedades (el español de Estados Unidos o el español neutro) y el desarrollo de nuevas comunidades lingüísticas (la posibilidad de que desde la acción política y desde las condiciones socio-culturales imperantes se forje una nueva conciencia lingüística) cobren un protagonismo especial en el perfil que, desde lugares como el demarcado por el Cervantes y la Enciclopedia, se le da al estudio del español en Estados Unidos.
Si, por un lado, la Enciclopedia consiste a primera vista en una serie de reflexiones desarrolladas dentro de los protocolos del campo académico sobre la vida del español en Estados Unidos, por otro, la plena comprensión de su impacto social nos obliga a no perder de vista que por detrás del texto (aunque no ocultos) están los intereses geopolíticos de España y la acción de agencias culturales que, aprovechando las condiciones presentes, aspiran a controlar la defensa y promoción de la lengua en el país norteamericano y la explotación de su potencial económico. Este proceso (en el que se podrán sellar alianzas estratégicas con otros países hispanohablantes, con hispanistas estadounidenses, incluso con sectores de la propia sociedad norteamericana) implica la incorporación de los latinos a la comunidad panhispánica, a la promoción entre ellos de una conciencia de pertenencia a una colectividad que trasciende no solo la experiencia local y nacional sino el vínculo afectivo y familiar con el país de origen. La construcción de esta conciencia está en el mismo centro ideológico de la Enciclopedia del español en los Estados Unidos, delicado ejercicio intelectual en el que el objeto de reflexión se confunde sutilmente con el objeto de un deseo que responde a las pulsiones del poder.
La construcción de un sistema cultural en torno al español es un objetivo ciertamente deseable. De acuerdo con que las tendencias monopolizantes de la globalización y el peligroso dominio ejercido por el inglés en todos los campos, incluido el de la cultura, hacen urgente el desarrollo de un conjunto diverso de redes para la producción y circulación de formas de expresión cultural. Pero el desafío para quienes deseen ofrecer vías alternativas está no sólo en su anclaje en una lengua distinta del inglés sino en el abrazo de un modelo de lengua y de cultura que se desarrolle abiertamente, más allá de los interesados refugios institucionales, y que rompa con la radical mercantilización que progresivamente se apropia del saber y del hacer.
José del Valle enseña en el programa de Ph.D. en Literatura y Lenguas Hispana y Luso-Brasileña en el Graduate Center de City University of New York.
Este artículo fue publicado en la Primera Revista Latinoamericana de Libros – PRL, número 7, dic2008/ene2009, pp. 7-8