Unos 10.000 insultos en español en 'El gran libro de los insultos'
Su autor, Pancracio Celdrán, afirma que este trabajo demuestra que "para insultar, no hay idioma como el castellano. El insulto castellano es directo y rápido, audaz, como un tiro". "La lengua española se caracteriza por la variedad y enjundia del léxico ofensivo y por su gracia", afirma Celdrán, que en su libro cita y explica términos como 'guarripanda', 'gandido', 'dondorondón' o 'culichichi'.Su obra ofrece insultos para todas las situaciones, desde los ladrones y maridos aparentemente engañados; "chulos destemplados, soberbios montaraces, granujas disculpables o pobres hombres arrinconados por la vida, hasta los relacionados con la sexualidad, con el hambre o con los numerosos habitantes del reino de los tontos, pícaros, mentecatos, bobos y truhanes".En 'El gran libro de los insultos', que tiene más de mil páginas, hay insultos desconocidos por completo, como 'gandido', es decir, "muerto de hambre, desgraciado y menesteroso que no tiene dónde caerse muerto".En Canarias, 'culichichi' se le dice al chismoso o a quien carece de importancia social. En Madrid, se llamó 'culuchiche' al cursi. El gran libro de los insultos incluye algunos términos que se usan en América, como 'cusca', 'cojudo', 'gringo', 'guaje' y 'guanajo', entre otros, pero sin ánimo de ser exhaustivos porque, como dice Celdrán, "sólo para México se necesitaría otra obra como esta". México y Argentina son "los más ingeniosos a la hora del insulto", afirma Celdrán, quien en su extenso prólogo incluye una disposición laboral distribuida entre los empleados de una multinacional en Argentina: "No se utilizarán voces y expresiones tales como 'carajo', 'me da por el quinto forro', 'es una bosta'.Para no caer en la monotonía del insulto único, el humorista Forges propone en el prefacio del libro y con su habitual ingenio sugiere improperios como: 'jilimuermo', 'tertuliano', 'poliputo', 'concejal de urbanismo' y 'cabronoide'.