Ensayo sobre periodismo Marcelo Jelen Napoleón Bonaparte era, a los 27 años, el general encargado de la campaña francesa en Italia. Molesto con los diarios de París que, según él, difundían información perjudicial para sus acciones militares, les remitió algunas notas de su pluma. Si no las publicaban en la capital, él mismo las mandaba imprimir y las repartía entre sus tropas. Así nacieron "Le Courrier de L'Armée d'Italie", "La France Vue de L'Armée d'Italie" y otras publicaciones que él comandó. Así nació la leyenda del Napoleón periodista. En 1799, obtuvo por un golpe de eestado el título de cónsul y su voluntad se tornó designio absoluto en Francia. «Si suelto las riendas de la prensa, no me sostendré ni tres meses en el poder», pronosticó. Por eso, decidió prohibir «que circulen más que aquellos periódicos cuyos propietarios y redactores ofrezcan una garantía reconocida de sus principios republicanos». Sus previsiones se cumplieron: cinco años y más de 60 clausuras más tarde, recibió, no muy republicanamente que se diga, la corona de Emperador de manos del papa Pío VII. El guerrero corso escribió instrucciones precisas a los periodistas que quiseran trabajar bajo el cielo de Francia. «El tiempo de la Revolución ha terminado. No hay en Francia más que un partido. No seguiré sufriendo que los periódicos digan ni hagan nada contra mis interes. Podrán publicar algunos articulitos que destilen un poco de veneno, pero un buen día se les cerrará la boca.» Solo cuatro publicaciones quedaban en París en 1811, y sus propiedades, incluso, habían pasado a manos del Imperio, que las repartió entre sus incondicionales. «Los beneficios de los diarios no pueden ser más que consecuencia de una concesión expresa hecha por Nos», rezaba el decreto de Bonaparte. Digan lo que digan, la espada a veces puede más que la pluma. Si no, que lo refute el emperador Napoleón I, quien, con todos los diarios que sostenía dentro de su chaqueta, intentó abdicar en 1813 ante el embate de los ejércitos de Austria, Prusia y Rusia. Pero el duque de Wellington lo humilló antes en la batalla de Waterloo. Bonaparte pasó prisionero en la isla Santa Elena los últimos seis años de su vida. Tuvo el poder durante 14, bastante más que tres meses. La muerte no le dejó comprobar otro de sus pronósticos: «El cañón mató al sistema feudal; la tinta matará a la moderna organización social.» |