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Corrección de estilo: conversando con Ana Lilia Arias

Ana Lilia Arias: "Unir a los colegas y visibilizar la profesión de corrector"

Ricardo Soca

Conversamos con Ana Lilia Arias, alma máter de la Asociación Mexicana de Profesionales de la Edición AC  (PEAC), sobre el I Concilio Nacional de Correctores, realizado el mes pasado en Ciudad de México.  

 

 

¿Cómo evalúas los resultados del Concilio?

A mi parecer es un buen principio. Haber logrado el respaldo de tres universidades, el de la Cámara de la Industria Editorial (Caniem, cuyo presidente nos acompañó a inaugurar el concilio), el de las dos editoriales institucionales más importantes del país (FCE y Conaculta), y el del Instituto que da servicio social y cultural a los burócratas (ISSSTE) es muy estimulante.

Llevar a cabo una tarea como la del Concilio (que aspira a ser nacional), con tan pocos recursos como los que tiene PEAC, tanto económicos como humanos, es un esfuerzo titánico que finalmente logramos. Si bien conseguimos el respaldo de esas instituciones, te comento el esfuerzo logístico y de financiamiento fue nuestro.

Aunque aún salimos con números rojos, la satisfacción de saber que nuestro esfuerzo fue bien recibido por los asistentes, compensa la sobrecarga de trabajo y los magros ingresos. Pero esto no quiere decir que no reconozcamos los errores ni tampoco que se justifiquen; seguramente habrá quien piense que pudimos haber hecho más y tiene razón, sólo que desconocen la realidad de PEAC: todo lo hacemos con nuestro propio esfuerzo, dando más tiempo de lo que se recibe económicamente hablando.

Por lo mismo, haber podido reunir a más de un centenar de personas –la tercera parte de otras ciudades de la república e incluso de Paraguayofrecerles un interesante programaacadémico y mantener su atención durante dos días completos no es para cantar victoria pero tampoco para lamentarse; sobre todo si consideramos que México es el segundo país más grande de hispanoamérica, vive dominado por el paternalismo estatal, tiene una vasta oferta cultural y vive un lastimoso deterioro en todos sentidos: a pesar de todo ello lo sacamos y eso nos complace.

El grado de reflexión de las ponencias que se presentaron también hay que destacarlo: ya va más allá de lo lingüístico, ya no es como decimos en México venderle máscaras al Santo (un famoso luchador que se volvió ícono por sus películas y nunca se quitó la máscara); es decir, explicarles a los semejantes el trabajo que ellos también hacen. En el Concilio todas fueron aportaciones.

Hubo dos talleres (clínicas les decimos con la idea de algún día llegar a eso: que la gente acuda a consultar sus dudas con los especialistas); uno de ellos con Sandro Cohen, profesor sumamente conocido en nuestro país. Una mesa redonda (conversatorio), donde se anunció la próxima certificación del trabajo de corrección de estilo y que nos permitirá, digámoslo así, hacer oficial el nombre de nuestra actividad. Con la certificación, al menos en México, damos por concluida la vieja discusión con la que constantemente se buscan eufemismos para nombrarla.

Y qué decir de la excelente conferencia magistral que nos obsequiaste, llamando la atención sobre la actitud que debemos (o deberíamos tener) los trabajadores del lenguaje ante la lingüística prescriptiva y la autoridad académica. Perdón, creo que más que responder tu pregunta me fui a la cronología; pero es para explicarles qué fue el Primer Concilio Nacional de Correctores a quienes por primera vez se enteran de él.

¿Qué objetivos se proponía ese encuentro?

El primero de los objetivos del Concilio, precisamente fue reunir a los colegas mexicanos. Y es que no era lógico que hubiéramos invitado a dos encuentros internacionales y a ninguno nacional. Aunque no descrito como tal pero sí en el lema del encuentro (una profesión en busca de identidad) nuestro interés era plantear la necesidad de darle identidad a lo que hacemos.

Y la identidad empieza teniendo nombre. Divide y vencerás –dicen que dijo Julio César– y así ha sido; todavía hay quienes aseguran que no existe la corrección de estilo (como si la existencia dependiera de las palabras) y como te decía antes, buscan perífrasis para nombrarla. Hace 22 años, cuando empezábamos a reunirnos para formar PEAC, ése fue un tema muy discutido… y todavía sigue siendo controversial.

Por eso es tan importante el estándar de competencia con el que se certificará el trabajo de corrección y que promueve la Caniem. El próximo año empezarán a certificarse los primeros correctores y ello pondrá fin a la discusión: Quien dude todavía, que recurra a la etimología de los términos... o a La palabra del día.

El resto de los objetivos se relacionan con la práctica profesional: establecer pautas claras que orienten hacia una imagen concreta y actualizada de la profesión, y contribuir a la mejor toma de decisiones en el desempeño de la actividad, con competencias y conocimientos definidos.

Luego de siglos de silencio, de replicar la actitud de los monásticos embelesados por la magia de la palabra impresa, es lógico que al ponerse de moda ese trabajo que todavía a mediados del siglo pasado pervivía confinado a los talleres de imprenta, muchos crean que estudiar letras o comunicación les prepara para trabajar como correctores o, peor todavía, enseñar la corrección. De ahí los temas sobre los que se centraron las ponencias y se motivó a reflexionar en temas que apoyaran la educación profesional de la corrección de estilo.

De los objetivos planteados, el último estaba pensado para cubrirse en dos partes: fomentar la unión y promover un código de ética o deontológico. Lo primero lo logramos pero lo segundo implica un razonamiento mayor que todavía no alcanzamos. Claro, hablo de algo serio, profundo, porque podría elaborarse uno pero sería muy pueril pues no reflejaría la realidad de la práctica actual de los correctores.

Para fomentar la unión elaboramos un primer directorio de correctores con los colegas que se inscribieron en el tiempo estipulado y lo entregamos impreso con el programa de trabajo; pronto estará a disposición también en la página de PEAC.

 

 ¿Cuáles de esos objetivos se han alcanzado?

¡Ah! Bueno, te acabo de responder uno de ellos; otro es que todavía no podemos hablar de encuentro nacional. Te decía al principio que México es un país muy grande, nuestra división geográfica es de 32 estados y la población rebasa los 120 millones de habitantes. Si al Concilio acudieron colegas de 13 estados y fuimos 130 personas, como comprenderás las cifras hablan pero no determinan. Insisto que es el principio, así es que el trabajo es arduo.

 

¿Cuáles son los principales problemas de los correctores mexicanos?

Los correctores, y todos los mexicanos, tenemos varios problemas de primer orden que se resumen en uno solo: la falta de gobierno. Después, nuestros problemas como correctores no son muy diferentes a los de los colegas latinoamericanos e incluso hispanos; con la salvedad de que los europeos poseen una gran cantidad de publicaciones formativas que difícilmente llegan a nosotros.

El empirismo es uno de los principales problemas. Durante siglos la única manera de aprender a corregir fue con el trabajo mismo, siguiendo el método de enseñanza de los antiguos gremios: de maestro a aprendiz. No es sino hasta la segunda mitad del siglo xx cuando empieza el interés para apoyar la formación de los correctores: primero favoreciendo la autodidáctica con algunos libros y luego con la capacitación directa en  pequeños  grupos; esto de un cuarto de siglo para acá.

La formación profesional con respaldo universitario estatal es muy reciente: hasta donde tengo entendido primero fue Uruguay porque en Argentina se forma a los correctores en instituciones privadas, con el  establecimiento  de la tecnicatura (en México decimos técnico), luego en México conseguimos que la UNAM respaldara el diplomado (o tecnicatura como dicen ustedes); siguió Venezuela y este año Perú abrió también el suyo.

Los programas académicos son muy semejantes pero sigue haciendo falta la bibliohemerografía, y sobre todo no olvidar que lo que mantuvo nuestro trabajo en la oscuridad fue el aislamiento. De ahí lo importante de que quienes impulsamos la educación formal de los correctores nos comuniquemos para intercambiar estrategias y apoyos didácticos, referencias, problemáticas en el aprendizaje y todo lo necesario para definir entre pares el trabajo que hacemos al mismo tiempo que promovemos la reflexión y valorización (no sobrevalorización) de nuestra incipiente profesión.

Con esto combatimos la falta de respaldo académico, que nos impide el reconocimiento social; el respaldo laboral –ya me he referido a él antes – lo obtendremos con la certificación. Pero el problema mayor es el desdén, la minimización y a veces hasta desprecio que incluso algunos colegas sienten por nuestro trabajo y necesariamente repercute en nuestra economía.

No es la idea de inspirar el maniqueísmo, de ninguna manera: primero hay que considerar que esta situación la motiva el desconocimiento de un trabajo que incluso ni quienes lo hacen tienen la seguridad de si lo están haciendo bien o no y cuáles son sus límites; luego, que la pauperización es un sino de nuestros tiempos y no ayuda en nada seguir repitiendo que a los correctores nos pagan muy poco. Ya lo sabemos, pero hay que cambiarlo y no reforzarlo como oración.

Una manera de empezar a cambiarlo es conociéndonos, hablar de nuestros problemas y no vernos como contrincantes: colegiarnos como lo hace cualquier otra profesión. En el Congreso de Guadalajara dedicamos uno de los conversatorios a dos profesiones con las que suelo hacer un símil entre la edición y la corrección: la medicina y la enfermería.

La medicina tiene más de 200 años de antigüedad como profesión y la enfermería apenas si medio siglo de vida universitaria. Si bien ambas comparten su vocación de servicio, la característica de los profesionales de la enfermería es que han sabido desarrollar toda una mística por su vocación. Para quien esté interesado puede ver el conversatorio en el canal de YouTube (AMPEAC1).

Las tarifas u honorarios son un grave problema de quienes se dedican a la corrección; sin temor a equivocarme puedo decir que es la pregunta más frecuente, junto con la de “Cómo le hago para ofrecer mis servicios”. Y no es que lo esquive, es que no pueden responderse de manera aislada; no hay recetas de cocina: necesariamente debe tomarse en cuenta todo lo anterior antes de ver estos aspectos.