Lo absurdo del prescriptivismo lingüístico
Hay prescriptivistas (los que dicen cómo hablar, qué es correcto y qué no) que sufren porque la lengua está perdiendo “pureza” por el “mal uso” que sus hablantes hacen de ella. ¿Es cierto que las lenguas se deterioran? No. Estos prescriptivistas le llaman deterioro al cambio. Y los cambios, como nos dice Hualde, no son ni buenos ni malos, “son simplemente inevitables”. Las únicas lenguas que no cambian son las que descansan en paz, porque nadie las habla. El cambio es inherente a la lengua. No hay de otra. Todos participamos de ese cambio, incluso los que se resisten.
El otro día compartí con mis estudiantes un ejemplo de Pinker que explica claritito por qué la lingüística describe y no prescribe. Le cuento. Imagine un documental científico sobre el canto de las Ballenas, “un método de comunicación complejo y exclusivo de esa especie animal”. Usted, interesado en el tema, prende su “plasma” y se sienta a verlo. De repente escucha la siguiente aseveración: “esta ballena no canta correctamente”; “las ballenas de esta generación no cantan tan bien como las ballenas de las generaciones pasadas”; “las ballenas del Pacífico del Norte cantan peor que las del Pacífico del Sur”. Absurdo ¿verdad? Pues “no tiene demasiado sentido decir: esta persona no sabe hablar correctamente o, el habla de Valladolid es más correcta que el habla de Tijuana, o los jóvenes no hablan español tan bien como sus abuelos”. Entiéndalo y celébrelo. La lengua es cambio. Cambio y fuera.