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La palabra expresa nuestra idiosincrasia

05/11/2008

Entrevista a Susana Cordero de Espinosa, escritora y catedráticaEl ComercioAcaba de aparecer un esfuerzo lexicográfico sobre el habla del Ecuador, de Carlos J. Córdova. ¿Cómo ayuda este diccionario a la comprensión de la cultura ecuatoriana? Toda lengua expresa fundamentalmente el ser que somos. El diccionario de Córdova, al recoger el léxico usual del habla ecuatoriana, términos y expresiones que manifiestan nuestra idiosincrasia, nuestras costumbres, los miedos y alegrías que experimentamos cada día, recoge nuestra más profunda intimidad, núcleo de nuestra cultura. Si el habla es un fenómeno en continuo cambio y movimiento ¿cuál es su relación con los estudios lexicográficos, que se presentan codificados en discursos formales y científicos? El idioma es un sistema, no una lista de términos independientes. Como tal, está regido por normas que es indispensable conocer, para dominarlo.Toda la realidad cambia y se mueve. Y, sin embargo, es posible la ciencia, gracias a la cual penetramos en esa móvil realidad. Todo ámbito humano y no humano, mientras no es científicamente estudiado, linda con el misterio. La lengua no consiste en una lista de términos que se conjugan caprichosamente: es un sistema y, como tal, responde a leyes y normas en las que no podemos dejar de indagar. Renunciar a estudiarla científicamente, a conocer su estructura íntima, las leyes que rigen su funcionamiento sería como renunciar a conocer mejor nuestro planeta Tierra, o nuestro propio cuerpo…¿Cuál es la labor de las academias de la Lengua cuando, ahora, la gramática de la lengua española ha pasado de ser normativa a descriptiva? El hecho de redactar una gramática que, más que dar normas, describe el fenómeno idiomático procurando captar sus variedades, no significa que la norma deje de existir, ni que la gramática descriptiva la ignore; si así fuera, en lugar de un sistema de expresión como el idioma, tendríamos el caos expresivo. Hoy más que nunca tienen los gramáticos y los lexicógrafos y académicos la tarea central de atender interminablemente a las variaciones idiomáticas y, a la vez, a aquello que en el habla es fijo y seguro, en medio de su movilidad. ¿Quién y cómo se faculta a quien designa qué es correcto y qué incorrecto? Nadie, es decir, todos. Los lectores de un periódico, de un libro, si tienen cierto grado de educación, se dan cuenta de si lo que leen está bien o mal escrito; de si quien escribe tiene o no dominio idiomático: ellos son los primeros críticos. Nadie dicta unas normas desde fuera de la lengua, nadie se arroga esta imposible tarea: una lengua bella y precisa brilla por sí sola y todos somos capaces de captar ese brillo; opuestamente, captamos lo que carece de sentido, lo que no responde a las normas ortográficas, fonéticas, sintácticas del español. Para todo hablante alerta, hay términos mal empleados, incomprensibles o indeseables en ciertos ámbitos.¿La escritura (y los diccionarios) dirime la aparente contienda entre la lengua culta y la vulgar…? Un diccionario no dirime nada: registra lo que se usa reiteradamente. El uso de los mejores escritores consagra el uso del hablante y el valor comunicativo del término en cuestión. ¿Ello, en su opinión, quizá tiene que ver en el hecho de que el doctor Córdova titule su trabajo como ‘El habla del Ecuador’ pese a que sus fuentes de análisis sean obras literarias y periodísticas?Esas obras no son sus fuentes de análisis, sino testimonio de la presencia en el habla, de uno u otro términos. Córdova ha registrado palabras del habla de cada día, desde la oralidad, sí, pero también, y sobre todo, en su empleo en libros y periódicos nacionales, ámbitos de la lengua que sirven de prueba del uso de esos términos. Si no se encontraran las palabras en esas fuentes escritas, si fueran solo volátiles, no existirían… Los escritores testimonian el uso del habla de cada día. Como estudiosa de la lengua, ¿qué palabras clásicamente ecuatorianas le gustaría que entrasen en el Diccionario de la Real Academia que todavía no lo han hecho? No importa tanto que ciertas palabras ingresen en el Diccionario, donde pueden quedarse ‘in aeternum’ sin que a nadie perturben. Lo que interesa es que las valoremos, que sepamos que hay palabras como amarcar que expresan una idea vital, de unidad y de amor, que en el español de España no tiene como equivalente otra palabra, sino toda una expresión… Allá se dice ‘tomar en brazos’ y ha perdido su sitio en los diccionarios el dificilísimo ‘embracilar’…