desflorar
Desde la Roma antigua, la virginidad ha sido considerada como una flor que la joven guarda para su esposo. Aunque esto raramente ocurre en el siglo XXI, la lírica imagen ha sido alimentada desde entonces por muchos clérigos e incontables poetas. Flor tan preciada que la legislación de numerosos países prevé aun hoy la posibilidad de anular el matrimonio si el esposo descubre un erro virginitatis, es decir, si la novia no es virgen.
Fieles a la imagen de la flor, los romanos llamaron deflorare al acto de quitar la virginidad a una joven.
Encontré el vocablo en este texto del fallecido escritor y periodista argentino Alberto Cousté, en su Biografía del Diablo (1978):
[...] en apoyo de las opiniones de santo Tomás quien, como se ha visto, consideraba la voluptuosidad del Diablo como un aspecto secundario de su maldad; no se sabe que el Turbador sea capaz de desflorar a una virgen, y en la opinión de la mayoría de los demonólogos, un considerable porcentaje de su gozo con los humanos consiste en empujarlos a la infidelidad.