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¿Por qué Filipinas no es un país hispanohablante si fue una colonia de España durante 300 años (y qué huellas quedan de la lengua de Cervantes)?

Los colonizadores a la derecha de esta obra de Carlos Modesto “Botong” Villaluz Francisco (1912‒1969), célebre muralista filipino conocido por sus piezas históricas.

Dalia Ventura

Hay Festival Digital Colombia@BBC Mundo

Las islas Filipinas fueron conquistadas por los españoles y hablaron nuestra lengua, junto con la suya originaria el tagalodurante trescientos años, hasta ser tomadas por EE.UU en 1898, junto con Cuba y Puerto Rico, durante la guerra hispano-estadounidense. La nueva metrópoli colonial impuso el idioma inglés, que aplastó al español. Actualmente, solo quedan unos pocos miles de hablantes y cuentan con una Academia Filipina de la Lengua Española, fundada en 1924, e integrada por docentes, filólogos, periodistas y escritores reconocidos en la lengua castellana.  

‒Hello! ¿Kumustá?
‒Mabuti

Estas tres palabras con las que acostumbran saludarse en Filipinas encierran gran parte de la historia de su nación.

La primera, que significa ‘hola’ en inglés, es testimonio vivo de que en 1898 Filipinas junto con Guam y Puerto Rico se convirtieron en unas de las primeras colonias de Estados Unidos a cambio de US$20 millones (y la victoria en una guerra).

Aunque unos años más tarde Washington decidió dejar de usar la palabra “colonia” para nombrar sus “territorios”, Filipinas fue eso o aquello durante 48 años. Es la razón por la que el inglés es una de las dos lenguas oficiales del país.

Las otras dos son palabras de la otra lengua oficial y el lenguaje nacional, el filipino, una variedad estandarizada del tagalo o tagálog, el idioma autóctono de gran parte de la isla de Luzón, donde se encuentra capital del país, Manila.

Mabuti significa ‘bien’, y si lees en voz alta kumustá probablemente no necesitarás que te la traduzca.

Es uno de los rastros que 333 años de dominio español dejaron en la vida cotidiana de varias de las 7.000 islas que conforman el archipiélago bautizado por Fernando Magallanes en 1521 con el nombre Las Felipinas, en honor a quien se convertiría en el rey Felipe II de España.

El convento

Esa historia reflejada en el saludo es la razón de un adagio filipino que dice que el país fue moldeado por 300 años en el convento y 50 años en Hollywood.

Los tres siglos no empezaron precisamente con Magallanes: aunque el explorador portugués llegó con la bandera española y fue acogido por los nativos, poco después murió tratando de invadir una de las islas del archipiélago.

No fue sino hasta 1565 que España logró reclamar a Filipinas como su colonia. Y, debido a su lejanía con Madrid, asignó su gobierno al Virreinato de Nueva España, cuya capital era la Ciudad de México, establecida sobre la antigua México‒Tenochtitlán.

Las centurias siguientes dejaron una huella indeleble en las islas: la fe. Filipinas no sólo es una de las únicas dos naciones predominantemente católicas en Asia (la otra es Timor Oriental), sino también el tercer país del mundo con más católicos, después de Brasil y México.

Pero la religión no es lo único que se filtró en la cultura de las islas entre 1565 y 1898.

Como en Latinoamérica, a pesar del paso de los años, la huella de España es flagrante en las calles vía la arquitectura colonial.

Los apellidos españoles son comunes en el país asiático y, a la hora de la comida, varios de sus platos típicos tienen nombre y sabor hispano, como la afritada de pollo (estofado de pollo), el lechón, la longaniza o la caldereta.

Y en el mundo de las letras, la influencia hispana fue decisiva. Tanto que el Instituto Cervantes de Manila ha llegado a afirmar que “la literatura filipina nació en español”.

“Había una rica tradición literaria en las islas antes de la llegada de los españoles, pero fueron los españoles quienes empezaron a publicar esos cuentos e historias”.

Fue en ese idioma que José Rizal, el más célebre de los autores filipinos y héroe nacional, escribió obras que inspiraron la Revolución filipina contra la Corona española, y expresó las ideas por las que el gobierno colonial lo ejecutó en 1896.

Nada de esto es sorprendente: después de todo, la época colonial filipina es tan larga como la de las naciones latinoamericanas.

Lo que sorprende es que no sea un país hispanoparlante.

¿Qué pasó?

Pasó algo similar a lo que ocurrió en América, aunque con una gran diferencia. Así como cuando Cristóbal Colón llegó al Nuevo Mundo, los españoles se encontraron en el archipiélago asiático una riqueza lingüística enorme: aún hoy en día se hablan entre 100 y 180 lenguas, depende de cómo se clasifiquen.

Así como en Hispanoamérica, “durante 333 años el castellano fue el lenguaje del gobierno y de la Iglesia, y hubo cédulas reales que promovían el uso del español entre la población indígena”, como le dijo a BBC Mundo el profesor de la Universidad de Michigan Marlon James Sales.

Sin embargo, “la colonización española de Filipinas fue totalmente ligada a la evangelización: ese era el principal objetivo”, subrayó Javier Galván, director del Instituto Cervantes en Manila.

Y “los misioneros ‒que en muchos casos eran el único contacto que los nativos tenían con España‒ se dieron cuenta de que no era esa la lengua que les ayudaría a propagar el evangelio en el archipiélago”, añadió Sales.

Lenguas generales

“En 1582, cuando tuvo lugar el sínodo de Manila, se decidió usar los lenguajes locales para divulgar el cristianismo en esa parte del mundo”.

“Valiéndose de la experiencia que habían acumulado en la evangelización de América, escogieron ‘lenguas generales’ para islas particulares”.

Las lenguas generales eran utilizadas por diferentes pueblos para comunicarse entre sí, como sucedía en México con el náhuatl y en Perú con el quechua.

En Filipinas, por ejemplo, los colonizadores “notaron que muchos hablaban tagalo en el área de Manila y bisaya (cebuano) fue percibida como lengua general de la isla central, entonces las aprendieron”, explica Sales.

“Fue una elección deliberada que dejó un legado perdurable, pues determinó cuáles idiomas se hablan hoy en día mayoritariamente en esas áreas”, agrega.

Siglos más tarde…

El español entonces fue durante siglos “una lengua confinada a una élite social: si en una aldea no había un sacerdote, probablemente nadie jamás habría tenido contacto con el español”.

Y, a pesar de que en el siglo XVIII Carlos III (1716‒1788) se propuso imponer el castellano en sus dominios, fomentando la creación de escuelas y facilitando la llegada de libros, herramientas y maestros ‒con más vigor en Hispanoamérica que en Filipinas‒, murió sin que se lograse su cometido.

“En el siglo XIX, era el idioma de la administración y el que arraigaba los estratos más altos de la población filipina, pero no era hablado mayoritariamente por toda la población”, aclara Galván.

Lo mismo ocurría al otro lado del Pacífico, así que en vísperas de la separación con la “madre patria”, relativamente pocos hablaban español.

No obstante, ese fue el lenguaje de rebelión, y después de librar las guerras de Independencia, los líderes de las nuevas naciones americanas se encargaron de que la lengua del poder colonial inmediatamente anterior ‒el castellano‒ se convirtiera en el idioma dominante. En Filipinas pasó lo mismo, pero la independencia tuvo que esperar.

Llegaron para quedarse

La lucha por la independencia de Filipinas estuvo íntimamente ligada a los destinos de Cuba.

No sólo la sublevación de los insurrectos que protagonizaron la Revolución Filipina (18961898) fue avivada por los eventos en la isla caribeña, sino que pocos meses después de que Manila lograra un acuerdo de paz con Madrid, entró en escena Estados Unidos, pues se había involucrado en la guerra de Independencia cubana, lo que provocó el estallido de la Guerra hispano‒estadounidense.

En cuestión de 3 meses y 17 días, en 1898 España fue derrotada y Filipinas se encontró inesperadamente bajo el dominio de otro soberano, contra el que luchó en vano entre 1899 y 1902 en la Guerra filipino‒estadounidense, la primera guerra de liberación nacional del siglo XX.

“Los filipinos pensaron que los estadounidenses habían llegado a ayudarles a liberarse de los españoles pero ¡qué va!: llegaron para quedarse”, comenta el director del Instituto Cervantes en Manila.

“Una vez Filipinas fue pacificada, lo primero que hizo EE.UU. fue enviar dos barcos cargados de maestros que se expandieron por toda Filipinas para enseñarle inglés a los niños”.

“Desde el principio, imponer el inglés fue una estrategia muy clara”.

“Y, paradójicamente, fue precisamente en esa época cuando el español alcanzó su máximo esplendor… era el lenguaje en el que hablaban los parlamentarios y en el que autores filipinos escribieron las obras literarias más interesantes”.

Efectivamente, como señala Galván, durante la ocupación estadounidense se crearon una gran cantidad de periódicos y publicaciones en español como símbolo de resistencia y surgieron varios de los mejores y más populares escritores filipinos, como TM Kalaw, Jesús Balmori o Antonio Abad, entre otros.

“Eso da una falsa imagen de que todo el mundo hablaba español y que ese idioma se perdió... no es así ‒insiste‒. Sí, se ha perdido pero en realidad nunca lo habló toda la población”.

Una de las razones de la pérdida fue la Segunda Guerra Mundial.

Víctima de masacre

“El golpe de gracia para el español fue la Masacre de Manila”, señala Galván, refiriéndose a las atrocidades cometidas en la ciudad contra civiles filipinos por tropas japonesas en retirada en febrero de 1945.

La Mancomunidad Filipina, como se llamaba bajo soberanía estadounidense, había sido atacada e invadida por el Imperio de Japón el 8 de diciembre de 1941, nueve horas después del ataque a Pearl Harbor.

Cuando 4 años más tarde el general Douglas MacArthur llegó a liberar la capital filipina, pero la resistencia nipona logró frenarlo durante un mes en el que se desató el caos.

La colonia española fue la más afectada pues residía en la zona en la que hubo más violencia y pocos habían dejado la ciudad. Un contingente importante de población que hablaba español fue aniquilado”.

¡Finalmente!

El 4 de julio de 1946 Filipinas fue oficialmente reconocida como una nación independiente por EE.UU.

Y, “volvió a ocurrir el mismo fenómeno que en Hispanoamérica: cuando llegó la independencia real de los filipinos, la lengua franca que adoptaron fue el inglés, que era la del poder colonial inmediatamente anterior”, apunta el director del Instituto Cervantes.

Sin embargo, antes, después y ahora ‒señala Sales‒ “tenemos un conocimiento pasivo de español pues 30% de tagalo viene del castellano”.

“Lo que se pone en la mesa, la ropa, los días de la semana, los meses del año… todo eso y más es en español”.

Hay actividades impensables en otro idioma, cuenta el hispanista filipino.

“En la novela El filibusterismo (1891) de Rizal hay un capítulo que cuenta cómo se comerciaba en Filipinas con los chinos en español.

“De igual manera, cuando mi abuela va al mercado y empieza a regatear, lo hace en español... ‘25 pesos, 50 pesos’... es algo que no podríamos hacer en inglés, y hasta nos sería más incómodo en filipino”.

¿Por qué tantas?

Pero, si el español fue una lengua de la élite que pocos aprendieron... ¿por qué se colaron tantas palabras en el tagalo y por ende el filipino?

“Hay muchos conceptos que no existían en las lenguas filipinas, como ocurre hoy mismo con el castellano, que está impregnado de palabras inglesas ‒todo el lenguaje informático, por ejemplo, si no existe una palabra en español, se toma una del inglés”, explica Galván.

“Hay que tener en cuenta que cuando llegaron los españoles, en Filipinas no había civilizaciones tan avanzadas como en América ‒nada parecido a los incas, los mayas, etc.‒ ‘ por lo que había mucho sin reflejo en el lenguaje porque no existía”.

“Además, desde 1565 hasta 1898 el mundo evolucionó muchísimo y a muchas cosas se les dio el nombre en español”.

“No obstante, hay cosas curiosas, como los números, que existen en las lenguas locales pero se utilizan mucho en español…”, reflexiona.

“Todo depende del contexto”, explica Sales. “A veces usamos números en inglés, otras en filipino y otras en español”.

Primos latinoamericanos

Lo cierto es que los filipinos son políglotas: hablan al menos los dos idiomas oficiales y si viven en provincia probablemente una o más lenguas regionales.

“Tenemos la suerte de estar expuestos a diferentes tradiciones y es una lástima que el vínculo con nuestros primos latinoamericanos no sea más fuerte; al fin y al cabo, el español que nos llegó venía de México”.

De hecho, varias palabras en náhuatl fueron adoptadas en Filipinas.

Y, una que otra palabra viajó en dirección opuesta.

“El año pasado estuve en México y resulta que el nombre de un mercado que vi era en filipino... ¡lo llaman parián!”.

Parián ‒que es la palabra para ‘mercado’ en filipino‒ es un tipo de centro comercial que se empezó a construir en México desde el siglo XVII, en el que se vendían muchos productos finos, como sedas, telas, zapatos, perlas, especias, provenientes de Manila.

Ahora, si quieres una reliquia viva de los siglos de dominio español, sólo tienes que escuchar el chabacano.

Mira estas dos frases del coro de la canción “Porqué” de la banda Maldita de Zamboanga:

Porque contigo yo ya escoji (Por qué te escogí?)
Ahora mi corazon ta sufri (Ahora mi corazón está sufriendo)

El chabacano es una lengua criolla derivada del castellano que nació de la convivencia de filipinos, españoles y mexicanos en el siglo XVII.

Un tesoro que conserva palabras que el español dejó morir, resguardado por siglos en la isla de Mindanao, en el sur de Filipinas, principalmente en Zamboanga, apodada “la ciudad latina de Asia”.