Lola Pons: “La Lengua debe estar enfocada hacia su competencia y su uso”
Lola Pons presenta dos de sus libros
Lola Pons es catedrática de Lengua Española en la Universidad de Sevilla. Su investigación se centra en la historia del español y el cambio lingüístico, con especial atención a los fenómenos de sintaxis. En su último libro, El árbol de la lengua, se adentra en el subconsciente de los hablantes de español para descubrir los motivos por los que usamos anglicismos innecesarios, por qué preferimos ciertas palabras o por qué en ocasiones nos decantamos por los diminutivos. En definitiva, Pons hace un recorrido por todos nuestros prejuicios lingüísticos, a la vez que nos muestra su visión sobre la necesidad –o los riesgos– de los cambios en nuestra lengua.
¿Qué consejos daría a los maestros y profesores para la enseñanza actual de la Lengua a sus alumnos?
—Los que a mí misma me sirven para mis clases universitarias: acercar el conocimiento a la realidad sociohistórica de hoy, y tratar de ser ejemplar en el uso lingüístico predicando a los estudiantes sobre la necesidad de la riqueza léxica o acerca de los provechos de la lectura. Si no eres un docente con buena expresión escrita o si eres poco lector, tiene un punto de estafa al alumnado.
Con la pandemia, se ha tenido que pasar a una enseñanza híbrida o, en ocasiones, totalmente online. ¿Cómo hay que enseñar Lengua en formato virtual?
—Con más paciencia y esperanza aún más que cuando tenemos pizarra y aula real. La enseñanza en línea sobrevenida hace que perdamos muchísimos componentes clave para una clase: la interacción presencial, el control del tempo, la espontaneidad en muchos sentidos que la cámara hace incómodos… La cámara da alas al protagonista y pone piedras en los pies al alumno tímido, y eso en un aula es fácilmente subsanable; entre pantallas no. Para el caso de la asignatura de Lengua no veo más dificultades que para otras materias –ya sean universitarias o de Secundaria–, si bien creo que un componente que no se está teniendo en cuenta es el agotamiento del modelo entre alumnos y entre profesores.
A veces, los alumnos ven la Lengua como las Matemáticas, por ejemplo en la parte del análisis sintáctico, como una asignatura que no acaban de entender. ¿Cómo se pueden superar esas dificultades? ¿Cómo convertimos la Lengua en una asignatura atractiva?
—En el ámbito universitario, yo he tenido la experiencia de que la materia de Historia de la Lengua –que es sin duda compleja y que para muchos estudiantes era la mejor representación de la espada insertada en la piedra– se hacía transitable al humanizarse a través de los textos, del relato histórico, de la búsqueda de procesos similares a los de otros siglos en la lengua de hoy. En lo que se refiere a la enseñanza en Secundaria, y a tenor de las experiencias que me transmiten mis alumnos universitarios, creo que hacen atractiva la materia de Lengua los profesores: ni las tecnologías, ni los libros de texto ni los 2.000 planes sucesivos de cambiante terminología suplantan a un buen profesor, use clase magistral, clase inversa o lo que tenga a bien.
¿Qué beneficios tiene para el alumno el aprendizaje de la Lengua Española? ¿Cómo puede ayudar al resto de asignaturas? Pienso por ejemplo en la importancia de la comprensión lectora para otras asignaturas, o en las facilidades para aprender un idioma extranjero.
—Si una asignatura de Lengua está enfocada primariamente hacia la competencia y hacia el uso, se convierte en la llave para que mejore la comprensión y la expresión del alumnado en cualquiera de las asignaturas que cursa y, aun fuera de ellas, en la sociedad en la que aspiramos se incluya como ciudadano formado. La enseñanza de la gramática y de su terminología en Secundaria es sin duda facilitadora de procesos de enseñanza formal de otras lenguas, desde el inglés al latín.
¿Cree que la formación universitaria actual de maestros y profesores –en facultades de Educación o Humanidades– es adecuada con respecto a la Lengua?
—En mi opinión, en la Educación Primaria sobran o se imparten muy tempranamente los contenidos de etiquetado morfosintáctico. Niños de 8 años que tienen muchas dudas aún para expresarse en público, para construir por escrito un relato o para decir oralmente los textos, no pueden estar examinándose sobre la existencia del grado positivo del adjetivo en español o de la conjugación del pretérito anterior. Entiendo que maestros y profesores están determinados por las exigencias de los currículos de sus comunidades, pero afortunadamente veo cada vez más cómo hacen cosas con la Lengua y no sobre ella. Ese es el conocimiento lingüístico que más perdura.
¿Cómo se puede conseguir que los alumnos actuales lean más?
—Creo que es una afición que se debe cultivar en casa y con el ejemplo. Dentro de los colegios e institutos, iniciativas como la biblioteca de aula y bibliotecas escolares, los maratones de lectura, las entrevistas a los autores… son buenos alicientes.
¿Qué aspectos positivos y negativos pueden tener las modas lingüísticas, sobre todo para los más jóvenes? ¿Cómo les influye el lenguaje que pueden utilizar sus ídolos artísticos o musicales?
—Todas las generaciones de jóvenes tienen algunos usos lingüísticos propios, excluyentes por definición con respecto a los jóvenes que los han precedido; esto es algo común. De los gustos musicales actuales ando muy alejada, pero me llama la atención la facilidad con que ahora se está expuesto a otras variedades hispánicas distintas de la europea: nuestros jóvenes, si tienen un poco de sensibilidad lingüística, percibirán seseos, voseos, usos léxicos, tipos de /s/ que son propias de Colombia o de México o de Argentina. Ese sentido de la globalidad y variedad del español puede llegar a través de la música. Pero mayor logro sería haberlos educado, en casa y en la escuela, para que sean capaces de analizar críticamente cuanto les dicen esos ídolos, muchos de ellos transporte de mensajes de control absolutamente caducos.
¿Y las redes sociales? ¿Qué aspectos positivos y negativos pueden tener respecto a la Lengua para los jóvenes?
—Creo que han sustituido a esas eternas llamadas de teléfono que para los que tenemos otra edad fueron un elemento singular de nuestra adolescencia. Estar constantemente conectados con otros y tener un aparente canal de comunicación directo con personas desconocidas, las admiremos o denostemos, es sin duda tentador comunicativamente. Lingüísticamente el peligro está en que determinados usos lingüísticos, explicables por el tipo de canal, los usemos fuera de él y caigamos en la impropiedad.