vino
El licor fermentado de la uva, fruto de la viña Vitis vinifera, acompaña a la humanidad desde hace miles de años. En la Biblia (Génesis 9,20-27) se atribuye el descubrimiento del proceso de elaboración del vino a Noé, descendiente de Adán de solo diez generaciones. En un episodio posterior al Diluvio, Noé habría plantado una viña con la que elaboró vino que bebió hasta embriagarse.
Los rastros más antiguos del cultivo de la Vitis vinifera se remontan al cuarto milenio a. de C. en la Mesopotamia, y un jarro manchado de vino que fue hallado en Irán ha sido datado en 3500 a. de C.
Los latinos llamaron vinum al jugo fermentado de esta uva. No se conoce el origen de esta palabra, pero se cree que se trata de un vocablo anterior a los indoeuropeos, del cual se derivó también el griego oinos ‘vino’, que en nuestra lengua dio lugar a enología, el nombre de las técnicas de elaboración del vino.
El vocablo latino fue tomado por lenguas prehistóricas germanas, que lo convirtieron en winam, y se originó el alemán actual Wein, el holandés wijn, el sueco y danés vin y el inglés wine.
En las lenguas romances, el español vino se corresponde con el portugués vinho, el francés vin y el italiano vino. (V. viñeta).