tahona
Allá por el siglo I a. C, los antiguos molían la harina, y los granos en general, con molinos a agua, según se ha descubierto en el Asia Menor.
Estos molinos contaban con ruedas de paletas horizontales, que iban unidas a un eje, que en el otro extremo movía una piedra, llamada corredora. Estos molinos hidráulicos se usaron hasta el año 1000, cuando se inventaron los molinos de viento en los actuales Afganistán, Irán y Pakistán.
En la Edad Media, los árabes introdujeron asimismo un molino movido por uno o varios caballos para moler el trigo. Los equinos hacían girar una rueda que movía una muela con la que se trituraba el trigo. Este artefacto fue usado especialmente en España, donde se lo denominó con la palabra árabe tāhûna ‘muela de molino’, de cualquier tipo de molino, pero Corominas (1980) precisa que en España se llamaba así solo al molino movido por caballos.
Nebrija (1495) hablaba de atahona de asno, en latín, mola asinaria, rechazando la palabra árabe para designar la tāhûna, que acabaría por llamarse en castellano atahona (que todavía figura en el diccionario académico aunque no se usa desde hace siglos) y el más moderno tahona, que, por extensión de significado, se aplica hoy también en algunos lugares de España, al lugar donde se hace el pan, la panadería.
El pan refrigerado es el que se vende ya preparado para ser horneado en casa. Tiene la ventaja de que se puede guardar en la nevera varios días antes de hornearlo y así se consume recién hecho. Además, deja un agradabilísimo olor a tahona en toda la casa (Inmaculada Tejera, El libro del pan (1993). CREA.