trámite
Lo primero que esta palabra nos trae a la mente es una oficina pública, con engorrosas gestiones, burócratas malhumorados y largas filas de personas con expresión de sufrimiento. Sin embargo, un trámite es exactamente lo opuesto, al menos, etimológicamente.
En efecto, el término proviene del latín trames, tramitis, que para los romanos significaba ‘senda, camino’, de donde se derivó el sentido actual de ‘vía legal o procedimiento que debe seguir una gestión’.
Esto significa que un trámite es (o debería ser) un camino perfectamente preestablecido, que no depende de los caprichos de un burócrata ni de los favores de un político, como a veces ocurre con las gestiones estatales.
La palabra latina se formó a partir de una forma del verbo meare ‘andar’, ‘caminar’, ‘seguir una senda’, precedida del prefijo trans- ‘a través’. Qua sidera lege mearent ‘Qué leyes rigen el curso de los astros’, decía Ovidio para referirse a lo que, de alguna manera, es el trámite que cumplen los cuerpos celestes con relación a un observador terrestre.
De meare se derivaron también otros vocablos castellanos, como permear ‘pasar a través de’ y mear, un término coloquial por orinar, así como el cultismo médico meato ‘paso’, con el que se nombran ciertos orificios del cuerpo.