latino
Originariamente, era el gentilicio de los pueblos del Lacio, pero se aplicaba también a la lengua latina. En la actualidad, se refiere a los pueblos de América y de Europa en los que se hablan lenguas derivadas del latín.
El origen de la palabra se sumerge en la bruma de remotas leyendas surgidas en los tiempos homéricos. Durante la guerra de Troya, Latinus era el rey de los aborígenes (de ab origines), primitivos pobladores de la península itálica.
Dice el relato que Eneas, después de la toma de Troya por los aqueos, llegó en su huida a la costa italiana y allí fue acogido con su familia por Latinus. Iulo, uno de los hijos de Eneas, fue el fundador de la familia Iulia, en la que nacería Julio Cesar ocho siglos más tarde.
Otra historia cuenta que Latino había guerreado contra Eneas y que, muertos ambos, los tirios y los aborígenes decidieron unirse para formar un nuevo pueblo, al que dieron el nombre del rey Latinus.
Más allá de la milenaria leyenda, lo cierto es que el nombre latinus lo tomaron los romanos para sí y para su lengua y cultura. Tras la caída del Imperio romano, se llamaron latinos los países que habían sido conquistados por Roma y también, junto con romance las lenguas que derivaron del latín.
La palabra cruzó el océano en la segunda mitad del siglo XIX, cuando intelectuales que rodeaban al emperador Napoleón III acuñaron la expresión América Latina para justificar la invasión de México y la imposición de Maximiliano como emperador. Napoleón III creía que la expresión América latina hacía resaltar el carácter latino de Francia y la aproximaba a los mexicanos.
A comienzos del siglo XX , cuando este nombre tendía a caer en el olvido, fue rescatado por las corrientes políticas de izquierda para diferenciar a los países iberoamericanos de los Estados Unidos. En general, no suele usarse la expresión América Latina ni el gentilicio latinoamericano para referirse a los canadienses de origen francés, quienes también son americanos de herencia latina.
En EE. UU. latino es un gentilicio genérico para sus habitantes de origen hispánico, pero no se aplica a los españoles, puesto que son europeos, por lo tanto, blancos.
En España la expresión siempre se ha usado poco, tal vez por entender que con ella se tiende a diluir el papel de España en América; se prefiere hispanoamericano o, cuando se desea incluir a Brasil, iberoamericano.