disculpa
Palabra formada por el prefijo privativo dis- antepuesto a culpa. Disculpar aparece en castellano desde los poemas de Berceo, y el sustantivo disculpa, hacia 1490.
No se debe confundir disculpar con exculpar, formada con el prefijo ex- ‘fuera’, ‘sin’. Disculpar equivale a ‘perdonar una culpa’; exculpar es ‘declarar que nunca la hubo’.
En los últimos años se ha extendido la noción errónea de que no se debe decir pedir disculpas, sino ofrecer disculpas. ¡Caramba! Valen las dos, como veremos. El uso tradicional en castellano registra siempre pedir disculpas, y así lo ratifica el diccionario de la Academia.
Entre los numerosos ejemplos literarios de esta expresión, tenemos el trecho siguiente, extraído de la novela Amalia, de José Mármol:
—Y, fiado en esta amistad, es que vengo a pedir al hijo una disculpa.
—¿A mí, señor? Los hombres como usted no se ven nunca en el caso de pedir disculpas.
—Sin embargo, me hallo en ese caso —dijo el anciano con cierta expresión de disgusto.
En época más reciente, Mario Vargas Llosa también emplea pedir disculpas en La ciudad y los perros:
¿Qué fue lo que dijo, Malpapeada?, digo además de repetir “cadetes, cadetes, cadetes”, ya arreglaremos en familia lo ocurrido, solo unas palabras para pedir disculpas en nombre de todos, de ustedes, de los oficiales, en nombre mío, nuestras más humildes excusas y la mujer que se ganó un aplauso de cinco minutos, dicen que se puso a llorar de la emoción [...].
Sin embargo, en algunos países es más frecuente ofrecer disculpas, como en este fragmento de José Lezama Lima, en Paradiso (1966): Fue ese el primer verso fallón, sin que Licario por cortesanía pudiese ofrecer disculpas. O este más reciente de Arturo Pérez-Reverte, en La reina del sur (2002): ...incluso el general comandante de la Novena Zona ofreció disculpas por los fallos de seguridad.