apolíneo
El adjetivo califica lo relativo al dios griego del sol y la luz, Apolo, y se aplica a hombre de gran belleza y cuerpo perfecto, tal como se describía al dios.
Apolo ―Febo para los romanos― epítome de la belleza masculina, se caracterizaba, además, por su serenidad y elegante equilibrio, que sirvieron para que Nietzsche desarrollara su conocida contraposición con lo dionisíaco entendido como la postura vital de liberación de los instintos, lo irracional y la sensualidad desenfrenada, que se atribuyen Dioniso, dios griego del vino y la vendimia ―Baco para los romanos (ver bacanal)―.
Esta antítesis se aplicó a las artes, en las cuales lo apolíneo se vinculaba a la poesía y las artes plásticas, mientras que la música y la danza se asociaban a lo dionisíaco. La tragedia griega constituiría la síntesis de la contradicción entre ambos polos, al conjugar la mesura y la sobriedad del primero, con el éxtasis y el desenfreno del segundo.
Apolíneo llegó a nuestra lengua a partir del latín Apollineus, formado con base en Apōllōs, el hijo de Zeus y Latona, tomado del griego Aπόλλων (Apollon). El adjetivo dionisíaco, por su parte, nos viene del latín tardío Dionysiăcus, y este del griego Διονυσιακός (Dionysiakós), este tomado del nombre de Διονυσο (Dioniso).