El lenguaje reduplicativo
Mi amigo Julio Iglesias de Ussel conserva la fina costumbre de escribir cartas a mano. En la última, me incluye un recorte de la revista The Economist, donde analiza una nueva moda léxica del idioma portugués brasileño. Es algo, así, como la incorporación a la lengua coloquial de algunas palabras con fonemas repetidos, incluso, voces enteras. Es lo que se llama reduplicación. Puede ser un signo de infantilismo del lenguaje, al considerarlo como una fuente de entretenimiento. No se sabe en qué parará.
En la lengua española actual se cultiva, también, esa misma tendencia a utilizar muchas palabras de forma reduplicativa. Agruparé los ejemplos según la función que cumplen.
Ñoñismos. En sí mismo, ya, es una reduplicación. Son los típicos del habla de los infantes o dirigido a ellos. Por ejemplo, tata o chacha (el título familiar para la criada o asistenta domiciliaria). El clásico es caca (no, solo, el excremento humano, sino algo sin valor o poco apreciable). Añádase el pipí (la orina infantil). Algo óptimo es chanchi o chanchi piruli. Titi es una chica joven. Rorro o bebé designan a los niños muy pequeños, lactantes. El cuco es la cuna transportable; como adjetivo, es cosa graciosa o atractiva.
Gracietas. La reiteración de sílabas se utiliza, coloquialmente, para componer palabras o expresiones festivas, que facilitan la vida. Por ejemplo, ser más viejo que Carracuca (personaje fantástico). Zipizape, gorigori o pitote son formas divertidas para describir un alboroto. Paganini es la persona que se hace cargo de los gastos, de la cuenta. Telele equivale a una rabieta. Tortolitos se acoge a una metáfora ornitológica para dos enamorados.
Onomatopeyas. La reduplicación de fonemas se deriva de su efecto onomatopéyico, el recuerdo del sonido. Los ejemplos anteriores pueden servir de ilustración. Hay más. Tartaja es el que se traba al pronunciar ciertas palabras o al empezar un razonamiento. Pachucho es el individuo enfermizo o debilucho. Runrún es cualquier ruido o rumor. El sonido erre se presta a la analogía. Por lo mismo, erre que erre traduce una actitud de insistencia, machaconería. Al buen tuntún es decir algo sin pensarlo o sin mucha justificación. Si se trata de algo insustancial, se recurre a chichinabo. Al trantrán es despacio y con orden.
Énfasis. El idioma castellano es propenso a las declaraciones enfáticas, contundentes (un adjetivo de moda), vehementes. Son innúmeras las voces reduplicativas en el sentido de tal predisposición. Véanse unas cuantas. De bote en bote (rebosante de público), beber como un cosaco (un estereotipo sobre un pueblo lejano en el tiempo y en el espacio), bárbaro (extraordinario, merecedor de entusiasmo), piripi (moderadamente, bebido), todo quisqui (todo el mundo, mucha gente), tururú, nanai, nasti de plasti (no, nada; de forma burlona y terminante), a gogó (en gran cantidad), vivalavirgen (persona poco seria), jamás de los jamases (negativa muy firme).
Insultos. Son una manifestación enfática de desprecio o rechazo por una persona. La reduplicación viene muy bien para tal propósito. Ejemplos: bobo, tonto (sin inteligencia apreciable), carca (reaccionario, atrasado), soso (sin gracia), gagá (rancio, anticuado), fofo (gordo poco agradable), quinqui (delincuente de baja estofa), mamarracho (ridículo, mal vestido), titiritero (comediante), pelele (individuo sin carácter, inútil manipulable).
Quedan, todavía, muchas más ilustraciones de esa especie del redoble léxico, al que me refiero. Cabrían en los apartados anteriores o merecerían otros nuevos. El lector sabrá agruparlos y sacar partido de ellos: ganga (artículo comprado a bajo precio), fililí (persona delgada y delicada), muy muy (encarecimiento de lo que sigue), por arte de birlibirloque, abracadabrante (expresiones mágicas de asombro o sorpresa). Papanatas, papamoscas (persona simple), guagua (autobús en Canarias y las Antillas y niño de corta edad en Chile, Ecuador y Bolivia), italianini (caricatura cariñosa de un italiano), paparruchas (tonterías sin importancia), Memez (tontería), pipiolo (persona inmadura, inocente), refanfinflar (expresar indiferencia o desprecio), Pepe (el hipocorístico masculino más común), al cien por cien (mucho, todo, completo; en realidad, tendría que ser al ciento por ciento) sí o sí (no hay más opciones, o lo tomas o lo dejas), el día a día (lo cotidiano y preocupante).